¿EL ASESINO VINO DEL CARIBE?
El caso Buendía sigue siendo noticia. Surgen nuevas hipótesis
¿Fue la CIA? ¿Fue la ultraderecha? ¿Fueron los sindicalistas petroleros? ¿Fue un sector del gobierno? ¿Fue la mafia? ¿Fueron los "narcos"? ¿Fueron los ex guardias somocistas? ¿Fueron los cubanos anticastristas de "Alpha 66"? Las preguntas van y vienen y fatigan los escritorios de la Federal de Seguridad, de la Judicial del Distrito Federal y de todas las redacciones.
Es poco lo que se sabe; demasiado lo que se conjetura. Las únicas certidumbres podrían sintetizarse de este modo: quien quiera que haya sido el que dio la orden de asesinar al periodista Manuel Buendía, lo hizo convencido de que disponía de un poder suficiente para desafiar las iras del propio Presidente de la República y de la inmensa mayoría de la prensa. Lo hizo para desestabilizar la democracia en México y sumir a la sociedad civil en el miedo, la sospecha y la desunión.
En la franja izquierda de la sociedad las sospechas oscilan entre la CIA y una velada acusación contra un sector del propio sistema. La prensa comprometida teme que todo quede en agua de borrajas y se presente a la vindicta pública un "chivo expiatorio". Exige garantías, urge al gobierno para que "se llegue a fondo". Además, suma: en los últimos 15 años los periodistas han sido objeto de 150 agresiones, incluyendo 27 asesinatos y 14 secuestros. Las cosas, al parecer se han ido acelerando: el mismo día que disparaban sobre Buendía ejecutaban en Coatzacoalcos (Veracruz) al periodista Javier Juárez Vásquez, director del semanario local Primera Plana. Seis días después una banda de "desconocidos de siempre" destruía las instalaciones del periódico El Observador en el estado de Sonora.
El gobierno, entre tanto, reaccionaba a través de distintos voceros, argumentando que el crimen apuntaba al propio Estado. "Buendía era crítico --confidenció un alto funcionario a SEMANA--pero era crítico dentro y no fuera del sistema". Es preciso admitir que no le faltaba razón al funcionario: durante años el gran columnista tuvo acceso a una in formación tan confidencial y calificada que sólo podía proceder de fuentes muy elevadas de la administración.
Entre tanto el asesino --seguramente un simple peón en esta trama siniestra--se ha esfumado casi sin dejar rastros. Este "casi" es muy importante: según los "identi-kits" (los retratos hablados forjados con descripciones de los testigos) sería un costeño, es decir, un hombre del Golfo, del Caribe Mexicano. ¿Y, por que no, un cubano anticastrista, de "Alpha 66"? Esta suposición ista de ser fantasiosa: Buendía denunció en septiembre de 1982 que en Valle Lucena, California, existe un campo militar de "Alpha" donde se entrena a ex guardias somocistas y mexicanos de extrema derecha. El periodista Raimundo Riva Palacio --colega de Buendía en El Excelsior y uno de los periodistas que ha seguido el caso con mayor pasión--, llego a ese campo y pudo escribir un reportaje que tuvo gran resonancia. Poco después de publicarlo recibió una lista de personas que "Alpha" había condenado a muerte. En la letra "R" figuraba su nombre, subrayado con tinta roja. De inmediato fue a ver a Buendía, quien le comentó que acababa de recibir idéntica amenaza.
--¿Hay que preocuparse?-preguntó Riva Palacio.
--Hay que preocuparse--respondio Buendía y agregó: Esa gente habla en serio.
La posibilidad de que haya sido este grupo terrorista, se liga a la primera hipótesis que comenzó a tejerse a los pocos minutos de perpetrado el crimen: la responsabidalid de los "tecos". Los "tecos" llamados así porque iniciaron sus actividades en Tecomán (una población del estado de Colima), sientan ahora sus reales en la Universidad de Guadalajara, en el estado de Jalisco. Constituyen un grupo fascista muy ligado a los grandes capitales y a la derecha católica y disponen de un campo de entrenamiento a sólo 40 kilómetros de la capital provincial. Buendía los había denunciado en diversas oportunidades y, últimamente, con gran profusión de datos, merced a las confesiones de un supuesto desertor de esa organización. (Ver SEMANA N° 111, 19-25 de junio de 1984).
Sin embargo, los "tecos" constituyen una pista tan evidente, que a nadie le extrañaría que fuera falsa. Según una hipótesis--que consultamos con algunos allegados a Buendía- ese presunto "desertor" bien podría haber sido un "cebo", que suministró información para hacer recaer sobre el grupo jalisciense las sospechas de un asesinato que ya se estaba planificando. Hasta el momento sólo se sabe que algunos "tecos" fueron detenidos pero, al parecer, sin consecuencias para el curso de la investigación.
Otro sospechoso de primera instancia fue la Central de Inteligencia Norteamericana, CIA. Pero siempre a través de acusaciones genéricas, carentes de datos concretos. Los observadores consultados por SEMANA no creen que la CIA haya dispuesto un asesinato semejante, sólo porque reveló la identidad de algunos agentes y jefes "de estación", pero no descartan un hipótesis inquietante: la Compañía podría haber dispuesto la ejecución de Buendía en caso de que les hubiera destapado (o les estuviera por destapar) una operación militar de magnitud.
Esa operación --prosiguieron las fuentes--bien podría consistir en el tráfico de armas desde México hacia Honduras y Costa Rica. Según esta versión, desde Coatzacoalcos (en plena área petrolera) saldrían armas para abastecer la contrarrevolución nicaraguense. En el "affaire" estarían comprometidos funcionarios de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y dirigentes del sindicato de petroleros, a quienes Buendía hizo blanco de frecuentes denuncias sobre corrupción.
Tres datos sueltos enhebrados en torno a este tejido podrían contribuír a armar un terrible rompecabezas:· La zona petrolera cobija una turbia amalgama que combina el tráfico de drogas y el de armas, a los que estarían vinculados personajes de PEMEX, el gobierno y el sindicato petrolero en el que se han cometido varios asesinatos.
·Buendía y el periodista ultimado (casualmente en Coatzocoalcos) habrían estado en contacto.
·En diciembre último, Buendía denunció por enriquecimiento ilícito al señor Zenteno Basurto, alto funcionario de la petrolera estatal. Según Buendía, Zenteno Basurto estaba vinculado al líder petrolero Barragán Camacho (alias "La Quina"). Curiosamente, Zenteno Basurto se mató hace poco en un dudoso accidente de aviación. Los dirigentes petroleros, como se vé, constituyen una constante en la preocupación de los investigadores.
Otra constante son las armas. Y ésta nos remite al misterioso industrial alemán Gerhard Mertins, de quien ya nos ocupamos en la entrega anterior.
Mertins, propietario de la empresa "Merex" y de una mina de plata en Durango, fue descubierto por Buendía en un oficio oculto: traficante de armas con destino a Centroamérica.
Poco después de que se publicara la columna acusatoria, Mertins fue a la oficina de Buendía pero no pudo entrevistarlo porque el periodista estaba fuera de la capital. Dos días después, Mertins era expulsado de México. La medida tuvo lugar a mediados del año pasado y, desde entonces, el poderoso empresario ha bregado infructuosamente para que fuera reconsiderada por las autoridades de gobernación.
La "pista Mertins", como es lógico, está siendo examinada con lupa por parte de los investigadores. Y, probablemente, no como dato aislado sino en conexión con otros indicios.
El tiempo dirá. Por ahora sólo se puede afirmar una cosa: ni los colegas más prestigiosos de Buendia (que han conformado un Tribunal de Pares), ni la opinión pública, se resignarán con cualquier hallazgo como seria la confesión de un "asesino solitario" (según la variante clásica del fanático demente).
Nadie está mirando al titere, todos dirigen los ojos hilos arriba, en pos del titiritero. -
Miguel Bonasso, Corresponsal de SEMANA en México -