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Elecciones en Costa Rica: el sorprendente triunfo de Carlos Alvarado
Contra todo pronóstico electoral y a pesar de estar siempre por debajo en las encuestas, Carlos Alvarado es el próximo presidente de Costa Rica. ¿Cómo explicar esta inusual victoria?
El domingo concluyó uno de los periodos electorales más controversiales en la historia reciente de Costa Rica. Después de una campaña eclipsada por la religión y una primera vuelta marcada por la abstención y el triunfo parcial del líder evangélico Fabricio Alvarado Muñoz, la polarización se apoderó del panorama político costarricense.
Casi todas las encuestas daban como ganador del balotaje a este cantante y predicador religioso que catapultó su popularidad por oponerse fuertemente al matrimonio homosexual y defender los valores cristianos. Por eso, cuando se cerraron las mesas de votación y se conoció el nombre del próximo presidente de Costa Rica, el resultado sorprendió.
Con una votación del 60,66 por ciento, Carlos Alvarado Quesada, ministro de trabajo y candidato del oficialista Partido Acción Ciudadana (PAC), ocupará la más alta magistratura costarricense hasta 2022. Con un apoyo de apenas 20 por ciento en la primera vuelta, una imagen amenazada por los escándalos de corrupción de su partido y casi 10 puntos por debajo de Alvarado Muñoz, nada indicaba su victoria.
¿Se equivocaron las encuestas?
Solo uno de los múltiples sondeos de las últimas semanas dio como ganador a Alvarado Quesada. Otra habló de empate técnico. Pero la gran mayoría de predicciones solo apuntaban al triunfo de Fabricio Alvarado. Gallup, el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) y otras siete encuestas realizadas por empresas consultoras, dejaban en un lejano segundo lugar al candidato oficialista.
Este no fue su único desacierto. Sus vaticinios también anunciaron un índice de participación incluso menor al de la primera vuelta. El resultado fue el contrario. En este segundo y definitivo round electoral, más costarricenses salieron a votar y la cifra de abstención disminuyó de un 37 a un 33 por ciento.
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Pero esta gran diferencia entre lo que reflejaron las encuestas y el desenlace final no explica en su totalidad este resultado. Por el contrario, aunque sí pone en cuestión su metodología y los intereses políticos que se mueven detrás de estos mecanismos de sondeo, lo cierto es que en el panorama político de Costa Rica otros factores entraron en juego para definir el triunfo de Alvarado Quesada, pero sobre todo la contundente derrota de Alvarado Muñoz.
La opción de centro
“Mi deber es unir a esta república” dijo en su primer discurso el recién electo presidente ante todos sus partidarios. Hacía referencia al nivel de polarización que dividió notablemente a los costarricenses durante esta contienda electoral. El tono conservador y religioso del candidato evangélico contrastó con el discurso de centro e incluyente que adoptó Alvarado Quesada después de la primera vuelta.
Luego que un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo encendió el debate en Costa Rica, Fabricio Alvarado y su “defensa de la vida y la familia” se ubicó como favorito en las encuestas. Su intención de voto se disparó de un 3 a un 17 por ciento en cuestión de días y, desde entonces, el debate político quedó secuestrado por cuestiones religiosas.
Como dijo a SEMANA Juan Carlos Hidalgo, analista de políticas públicas de América Latina del Cato Institute en Washington, “el conservadurismo latente de la población encontró un detonante que se tradujo en el triunfo en primera ronda de Fabricio Alvarado, el candidato que prometió sacar a Costa Rica del Sistema Interamericano de Derechos Humanos a raíz de esta decisión de la CIDH”.
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Mientras que la opción vicepresidencial de Alvarado Muñoz afirmó que nunca pondría a un gay en un puesto de jerarquía para no ofender a la mayoría de la población, Alvarado Quesada daba muestra de su discurso igualitario al designar a una mujer negra -la primera en América Latina- como su vicepresidenta.
Estas marcadas diferencias terminaron por definir el voto de los indecisos durante la segunda vuelta. No tanto porque fueran seguidores y convencidos de un líder como Alvarado Quesada, sino porque el riesgo de que un líder evangélico con ideas que rayan en el conservadurismo religioso representó un peligro mayor.
Un camino largo y culebrero
A pesar del triunfo, su gobierno no pinta fácil. Carlos Alvarado llega al poder en medio de grandes escándalos de corrupción que salpican a su partido y condiciones económicas y sociales difíciles por las que atraviesa Costa Rica que plantean grandes retos para su administración.
Su bajo apoyo popular durante la primera vuelta presidencial evidenció también el hastío de los costarricenses frente al continuismo de un partido político manchado por el lastre de la corrupción.
La bandera de ética y transparencia con la que el PAC llegó al poder en 2014 se opacó con los capítulos de corrupción y malos manejos que salieron a la luz pública durante los últimos años. El caso más sonado se conoció como el cementazo. Un polémico y millonario préstamo del Banco de Costa Rica a una importadora de cemento chino que reveló una red de tráfico de influencias entre altos cargos del poder tico y empresarios privados.
El escándalo ha sido la piedra en el zapato del actual mandatario, Luis Guillermo Solís y de los miembros de su gabinete, incluyendo a su ministro de trabajo durante 2016 -año en que el cementazo salió a la luz pública- Carlos Alvarado. “La gente no confía en el PAC. Un partido que es percibido como cínico ya que lo que criticaba ferozmente en oposición llegó a hacerlo al gobierno”, concluye Hidalgo.
Además del desprestigio de su partido, Alvarado tiene que enfrentar problemas de talla mayor que ocuparon un segundo lugar durante un debate político eclipsado por la religión. La crisis fiscal, la deuda, la desigualdad y los altos índices de criminalidad encabezan la lista de pendientes.
En cuatro años, estos temas serán la vara de medición con los que se calificará su periodo presidencial.