CONTROVERSIA

¿Puede una noticia falsa viralizada en internet cambiar el rumbo de un país?

El triunfo de Donald Trump puso en la picota a las redes sociales. Facebook está en la mira por su capacidad de difundir peligrosamente noticias que no son verdad.

23 de diciembre de 2016
'The New York Times' atribuyó la victoria de Donald Trump a las noticias falsas que circularon durante las elecciones. El CEO deFacebook, Mark Zuckerberg, dijo que tomaría medidas contra las noticias falsas. | Foto: ap/david goldman ap/esteban felix

Angela Merkel no quiere correr la suerte de Hillary Clinton, quien perdió la Casa Blanca, según cree, por culpa de Facebook. El año próximo habrá elecciones y el partido de la canciller, la UCD (Unión Cristiano Demócrata), exigió a Facebook garantizar controles sobre las noticias falsas y los mensajes de odio. Apuntaba en concreto al auge en la red social del partido de derecha Alternativa para Alemania, que difunde mensajes xenófobos y promueve la intolerancia desde las plataformas digitales. Tres días después, la Comisión Europea cuestionó en un duro reporte la ineficacia de las compañías tecnológicas norteamericanas en su meta de eliminar en 24 horas cualquier contenido de este tipo, un compromiso que Facebook, Twitter, Google y Microsoft asumieron hace poco. El fantasma de las noticias falsas que ayudaron a Donald Trump aterroriza a los políticos europeos.

Pero ¿decir mentiras en las redes sociales puede torcer los resultados de una elección? The New York Times cree que sí. Fue el primer medio en acusar a Facebook de la derrota demócrata, por permitir noticias falsas que habrían afectado muchas decisiones. La verdad es que la campaña de Trump usó Facebook y Twitter en todas las formas: las legales y las ilegales. Autorizados o no por la campaña, activistas digitales dedicados al negocio de las noticias falsas difundieron informaciones que hacen parecer un juego de niños lo confesado por Juan Carlos Vélez Uribe sobre la estrategia de mentiras del Centro Democrático en Colombia. Sin ruborizarse, dijeron que Hillary le vendió armas a Isis, que el agente del FBI que filtró los correos de Hillary fue asesinado, que Barack Obama es un activista musulmán y que el papa Francisco apoyaba a Donald Trump. Miles de noticias falsas fueron compartidas en los muros de los 156 millones de usuarios norteamericanos y se posicionaron como tendencia en su sistema de noticias.

Mark Zuckerberg, CEO de la compañía, quiso desestimar la acusación, indicando que las noticias falsas son apenas el 1 por ciento del total de información que circula en su red y le pareció “una locura” imaginar siquiera que Facebook pudiera afectar los resultados electorales. Pero un grupo de empleados suyos lo obligó a modificar su postura al revelar que emprenderán acciones internas para enfrentar el problema de las noticias falsas. Presionado por la denuncia, Facebook anunció que tomaría medidas contra las noticias falsas y comenzó con una muy seria: no hay más publicidad para sitios web que promuevan informaciones de este tipo, no tendrán página oficial en Facebook ni se beneficiarán del programa de publicidad compartida, justamente para lo que nacieron.

La acusación contra Facebook se basa en que al menos dos terceras partes de los 156 millones de usuarios estadounidenses obtienen principalmente de allí sus noticias. Incluso, más de la mitad ya no lee los diarios. Además, los usuarios ven un contenido condicionado por sus amigos y lo que estos comparten. Como estos suelen ser del mismo perfil ideológico, el usuario recibe solo textos que refuerzan sus creencias. Los críticos han descrito esto como una burbuja que impide recibir alternativas. Pero, cuidado, ¿no ocurría algo parecido antes? Las personas se suscribían a los diarios y revistas más próximos a su ideario. Al menos eso argumentan los defensores de Facebook.

El lío del algoritmo

Es cierto que la red social podría gestionar la información de otra manera. La esencia del problema radica en el algoritmo aplicado. Facebook fue de los pioneros en implementar uno orientado a posicionar primero los temas que el usuario ha buscado recientemente. Otras plataformas adoptaron esa política, como Instagram, en donde las fotos ya no salen en secuencia cronológica, pues aparecen primero las que el algoritmo identificó como de mayor interés para el usuario.

Esto deja en manos del algoritmo lo que las redes sociales ponen ante las personas. Si alguien, por ejemplo, pasa un par de minutos leyendo sobre automóviles, el software asumirá que desea comprarse uno, y lo atormentará con anuncios del último modelo.

Tal como lo definió la revista Wired, la inteligencia artificial es más artificial que inteligente. Entonces, ¿podrían los humanos manejar mejor este problema que el algoritmo? De hecho, hasta mediados del año varios periodistas se encargaban en Facebook de filtrar la sección Trending News, que la red posiciona según su popularidad. Hasta que un exempleado resentido denunció un sesgo a la izquierda y los acusó de desestimar la información sobre Trump. Los directivos de Facebook, preocupados por la enemistad del millonario, despidieron a los periodistas y encargaron al algoritmo la tarea. Pero este ha demostrado ser muy incompetente. Hace poco catalogó como un desnudo indebido la fotografía de la niña vietnamita que huía de los ataques con napalm en Vietnam. Y censuró la foto.

Pero el gran punto débil del algoritmo es que no puede verificar si una noticia es verdadera. Tan solo la recomienda por su popularidad. De este modo, en menos de un año, Facebook ha sido acusado de sesgo izquierdista cuando utilizó recursos humanos, y de ayudar a Trump cuando decidió dejar todo en manos del software.

La tecnopolítica

Si Facebook y Twitter pueden modificar una elección está por verse. Pero sí polarizan en exceso el debate, como se vio en Colombia en el plebiscito. A su vez, las autoridades europeas están molestas con las redes sociales, por la tolerancia que han mostrado frente a la avalancha de mensajes racistas ante la llegada de refugiados. La Unión Europea forzó un compromiso de Facebook, Twitter, Google y Microsoft de eliminar en 24 horas cada “mensaje de odio”, pero el reporte de la semana pasada indica que solo el 40 por ciento de esos contenidos fueron revisados y solo una cuarta parte salió de las plataformas. Y los políticos amenazan con sanciones. “No puede ser que nos crucemos de brazos cuando la campaña se ve influenciada”, dijo Volker Kauder, el líder de la bancada del CDU. Hasta el papa Francisco está molesto y comparó el gusto de la gente por las noticias falsas con la coprofagia.

Este quedará como el año en el que las redes sociales vencieron a los medios y en el que se posicionó la tecnopolítica. “Se ha transformado la forma como el ciudadano recibe la información y ,en los tres casos de ‘brexit’, plebiscito y elecciones en Estados Unidos, nosotros con las herramientas de Google, y en particular con Google Trends, podíamos conocer las tendencias y cómo sería el resultado final”, asegura Francisco Forero, gerente de Ventas para el sector gobierno de Google Colombia.

Durante las campañas del plebiscito, las búsquedas asociadas al No siempre fueron más abundantes que las del Sí, excepto en un par de ocasiones (una de ellas el día de la firma del acuerdo en Cartagena). “Teníamos certeza de que el No iba a ganar, solo observando lo que ocurría por regiones”, agrega Forero. Google Trends es una herramienta pública y cualquiera puede utilizarla. La compañía explica que los indicadores del buscador son superiores a las encuestas tradicionales porque Google no mide percepciones en muestras pequeñas, sino que monitorea las búsquedas de casi el universo de votantes.

Trump comprendió esto mejor que Hillary, sin duda. De hecho, durante el último mes de campaña realizó en promedio diez conversaciones en vivo en Facebook Live versus una diaria de la candidata demócrata, y tuvo 119 millones de visualizaciones en vivo contra 31 millones de Clinton.

La tecnopolítica ofrece una amplia gama de recursos: desde el legítimo monitoreo de tendencias por Google Trends, apps electorales y big data, hasta la cuestionada implementación de cuentas ‘robotizadas’, que disparan contenidos falsos o verdaderos. Twitter está plagado de ellas.

¿Debe un candidato adecuar su programa según las tendencias en Google? Los politólogos no se ponen de acuerdo, pero aceptan que las tecnologías actuales pueden convertir a los simpatizantes de un partido en activistas sin salir de sus casas. Lo logró Trump este año. “Facebook brinda a la ciudadanía la posibilidad de hablar con sus representantes sin intermediación”, dijo a SEMANA Diego Bassante, gerente de Política y Gobierno de Facebook para América Latina. Durante el plebiscito en Colombia, 8 millones de personas generaron 63 millones de interacciones en Facebook en relación con este tema.

Es claro que la gente pasa hoy menos tiempo leyendo prensa y viendo televisión, y más tiempo navegando en internet. Pero la ola de noticias falsas en las campañas políticas pone un par de puntos en favor de los medios tradicionales. Los editores suelen ofrecer puntos de vista diversos y se esfuerzan en asegurar la veracidad, versus redes sociales en las que circula de todo sin curaduría alguna. Las redes ganan en audiencia, pero pierden en credibilidad.