MUNDO

Cristianos en peligro de extinción

Si algo tienen en común las tragedias del Oriente Medio en 2013 es que en todas fueron víctimas los cristianos, miembros de una religión que surgió y alguna vez prevaleció allí. Muchos se preguntan si desaparecerán definitivamente en esa zona.

Catalina Gómez Ángel
14 de diciembre de 2013
Estos rebeldes sirios atacaron en julio la iglesia de Ras Al Ayn y la destruyeron parcialmente . A la derecha, mujeres coptas lloran a sus muertos en la catedral Abasiya , en El Cairo. | Foto: A.F.P.

En cada rincón de la iglesia asiria de Ras Al-Ayn quedan vestigios de ese día de julio pasado, cuando los grupos islamistas atacaron. Para entonces esta ciudad fronteriza con Turquía estaba en control de los rebeldes sirios. Entre ellos estaban los grupos más radicales cercanos a Al Qaeda, como Jabhat Al Nusra o el Estado Islámico de Iraq y de Siria –Isis-, que en los últimos tiempos han ganado la supremacía entre las fuerzas opositoras. 

Un mortero tumbó media torre y su campana ya no tañerá jamás. Las puertas y las paredes exhiben los huecos de las balas y una cruz de cobre, rota una de las escaleras que conducen al altar, hace pensar qué tan difícil será que alguien oficie allí de nuevo.“Pensaron que todo lo que teníamos aquí era de oro y trataron de destruirlo”, cuenta Abdul Ahad, de 63 años, mientras enseña los daños. 

Ese mismo día muchas de las casas de este barrio cristiano fueron atacadas y saqueadas, y muchos de sus habitantes huyeron. Solo 30 familias, de las 200 que había, han decidido quedarse bajo el poder de las fuerzas kurdas, que ahora, momentáneamente, son las dueñas de la situación. “Ellos piensan que los que no comparten su pensamiento son infieles”, asegura el veterano maestro de escuela. 

Cuenta que Ras Al Ayn, y toda esta región de Siria, ha sido históricamente epicentro de la cristiandad. Por siglos, estas tierras han sido habitadas por asirios, armenios, católicos, siriacos, caldeos, greco-ortodoxos y otros que conforman el inmenso abanico de iglesias cristianas en esta región del mundo. Muchos de ellos todavía hablan arameo, la lengua de Jesucristo.

“Los cristianos se han convertido en objetivo de guerra y la están pasando muy mal”, asegura a SEMANA el sacerdote caldeo Samir Qanon en su despacho de su iglesia en Qamishli, a 118 kilómetros al este de Ras Al-Ayn, una de las poblaciones neurálgicas del nororiente de Siria. El barrio cristiano, donde se levantan iglesias de todas las congregaciones, actualmente bajo protección de las fuerzas de seguridad kurdas y por algunas milicias cristianas organizadas en los últimos meses. 

“Tememos los ataques de Al Qaeda y los grupos salafistas”, confirma Qanon.Es que los cristianos –que representan entre el 5 y el 8 por ciento de su población de 22 millones de personas– viven la guerra civil siria en medio de la más absoluta vulnerabilidad. Esto ha quedado demostrado en múltiples episodios, como la toma de la población histórica de Malula, en las cercanías de Damasco, donde los islamistas llevan meses librando una batalla supuestamente crucial por Damasco, pero letal para este enclave de la historia mas profunda de los cristianos de Oriente. 

Los milicianos dominan el antiquísimo barrio cristiano y tienen en su poder a varias monjas del legendario monasterio greco-ortodoxo de Mar Takla. No son las únicas. A comienzos del año hombres armados secuestraron a dos arzobispos ortodoxos en el norte de Siria, mientras un sacerdote italiano que había ido a negociar con uno de los líderes de Isis en Raqqa fue retenido por los yihadistas. 

Éxodo
“El problema es que cuando alguien los ataca, los cristianos toman la opción de dejar el país. Eso es lo que la iglesia teme, que se vayan”, asegura el padre Qanon al recoger la preocupación del Vaticano y los líderes de las iglesias de Oriente. Según un estudio publicado en 2012 por Pew Research, la cantidad de cristianos en Oriente Medio ha disminuido dramáticamente en el último siglo. En la actualidad representan el 4 por ciento de la totalidad de los habitantes, comparado con el 20 por ciento de entonces. Se habla de entre 10 y 13 millones de cristianos en toda la región.

Esta tendencia se extiende incluso al Líbano, donde los cristianos fueron mayoría. La guerra civil que azotó al país por 15 años, la inestabilidad en la región, los problemas económicos y otros factores han traído como consecuencia que miles de cristianos libaneses, especialmente los jóvenes, se hayan ido o estén pensando en hacerlo.

Desde 2010 el Vaticano trató de enfrentar la situación al convocar un sínodo de Obispos de Oriente para buscar formas de promover la convivencia entre confesiones. Para aquel entonces la situación más dramática era la de Irak, donde se vive, desde la invasión estadounidense de 2003, una estampida de cristianos que aún no termina. Los pocos que quedan han decidido buscar refugio en la región autónoma del Kurdistán-iraquí donde históricamente ha habido presencia de esa fe.

En Egipto
Pero la llegada de las revoluciones árabes y su ingrediente de salafismo ampliaron el problema a otras áreas. En Egipto, donde los coptos conforman la población cristiana más grande de toda la región –8 millones de personas–, empezaron a ser atacados en los días posteriores de la caída de Hosni Mubarak. Sin embargo, su situación se hizo aún más dramática el pasado verano cuando el golpe militar tumbó el gobierno de los Hermanos Musulmanes y el presidente Mohammad Morsi fue puesto en prisión.

En las semanas posteriores más de 60 iglesias fueron atacadas por seguidores islámicos. “Sufrimos desde hace décadas los ataques de los extremistas, pero nunca como ahora”, dijo a SEMANA en agosto el obispo Roufail, secretario del Sagrado Sínodo Ortodoxo, en la catedral de El Cairo. Para entonces, los Hermanos Musulmanes protestaban violentamente contra los militares y acusaban a los coptos de ser cómplices del golpe. Como consecuencia, incendiaron varias iglesias, con saldo de decenas de muertos. 

Ante la situación de los cristianos en Oriente Medio, el papa Benedicto XVI visitó Líbano a finales de 2012, y su sucesor Francisco también ha emprendido una campaña con el mismo objetivo. “No renunciaremos a imaginarnos un Oriente Medio sin cristianos”, dijo hace pocos días en una reunión que sostuvo con los patriarcas de Oriente, en la que aseguro que “la libertad de practicar la fe libremente debe ser respetada”.

Malos cálculos
Sin embargo, el fundamentalismo musulmán no es el único culpable. Muchos analistas en la región señalan a los cristianos de haber cometido errores políticos. Dicen que hace décadas los cristianos optaron por buscar refugio bajo el ala de los dictadores que reinaban en la región, que los protegían a cambio de su apoyo. Esa falsa sensación de seguridad les ha causado mucho dolor, en especial en Siria, donde para sobrevivir dependen del triunfo del sanguinario dictador Bashar Al Assad.

“No es que nosotros estemos de acuerdo con este régimen, ni que queramos un país con mayores libertades. Pero no vamos a sacrificar lo que tenemos para que tomen el país aquellos que nos creen infieles y quieren destruirnos”, dijo a SEMANA George, un cristiano de 32 años originario de Alepo y refugiado en Beirut.

“Él ha hecho que los cristianos se comporten como una comunidad cerrada y busquen protección a través de alianzas minoritarias. Pero esto es un error histórico”, asegura el padre George Massouh, director de estudios cristianos y musulmanes de la Universidad de Balamand en Líbano. El propio presidente libanés, el cristiano Michel Sleiman, hizo ese llamado a los cristianos para que no apoyen regímenes autoritarios en alianzas minoritarias. Líbano, al fin y al cabo, cada vez siente con mayor cercanía el coletazo de la guerra siria y los cristianos saben que ellos pueden ser los más perjudicados.

Y es que el futuro de los cristianos en Oriente Medio, al fin y al cabo, es aun más borroso que el de una región que se encuentra en medio de una gran convulsión ocasionada, entre otras cosas, por la gran guerra que libran los musulmanes chiítas y sunitas entre sí y que se ha hecho más evidente después de las revoluciones árabes. Y si a eso se le suma el auge del fundamentalismo islámico, la situación no podría ser más crítica. De allí los clamores para que la cordura regrese a una región que nunca volvería a ser la misma si los cristianos desaparecieran.