El 12 de febrero los venezolanos salieron en masa a una protesta convocada por los líderes opositores Leopoldo López y María Corina Machado, a la que llamaron La Salida. Aunque todo comenzó de manera pacífica, al final del día ya habían muerto dos personas y decenas estaban heridas y detenidas. Esa misma noche, Julio Jiménez Gédler, un venezolano de 36 años, publicó un video en Youtube comentando la situación. Pocas horas después el video ya se había vuelto viral y Julio “Coco” Jiménez, famoso.
Pero ese video del 12 de febrero, que Jiménez tituló El Inicio, no fue su primero. Desde comienzos del año pasado ha publicado varios videos en los que analiza la situación política del país. Su activismo comenzó mucho antes, desde que estudiaba Química en un instituto público en El Tigre, estado Anzoátegui. Luego se mudó a Caracas, donde formó parte del partido de izquierda Bandera Roja hasta el año pasado. Jiménez tuvo un año duro: necesitaba operarse de emergencia pero los hospitales públicos no tenían los materiales necesarios, por lo que tuvo que reunir el dinero con ayuda de sus familiares y amigos para operarse en una clínica privada. Durante su largo reposo después de la operación, comenzó a grabar unos videos junto a un amigo y a subirlos a la web. Estaba acostumbrado a unas 500 vistas por video, pero con el del 12 de febrero multiplicó ese número.
Ahora Jiménez, a quien le dicen Coco porque sacaba muy buenas notas en el colegio, está presente en las tarimas de muchas manifestaciones, alentando a la población, y se ha vuelto una cara familiar en los medios de comunicación. Su discurso caló en la gente porque habla claro y va al punto, incluso insulta directamente a los líderes tanto opositores como chavistas. Jiménez explica que La Salida debía tener una dirección clara, que no sería pedir la renuncia del presidente Nicolás Maduro, sino presionar para legalmente y a través de elecciones, cambiar al gobierno. Además, Jiménez apela a un sector de la población que aún no se identifica con la oposición, pero que está cansado del chavismo. Un nuevo líder político, empujado por las redes sociales, parece estar naciendo.
SEMANA: Te defines como un activista político de izquierda. ¿Alguna vez apoyaste al gobierno de Hugo Chávez?
JJ: Nunca. Yo conocí a Chávez en el año 97 en El Tigre, estado Anzoátegui. Lo escuché hablar y pensé: ‘No, nada que ver con militares. Este señor es un mentiroso’. He sido opositor a este gobierno desde antes que Chávez fuera presidente, pero como soy un hombre de izquierda y manejo este lenguaje –soy un pana del barrio– la gente se confunde.
SEMANA: Pero tampoco encajas con el prototipo de opositor venezolano…
JJ: Eso es doloroso para mí. Ciertamente el fenotipo que se vende del típico opositor es de clase media y profesional, pero eso es mentira. En los barrios (comunas) hay bastantes opositores y muchísimos de ellos son de izquierda. Lo que pasa es que los medios de comunicación no nos visibilizaban. Hasta ahora. Y eso porque las redes sociales han cobrado vida ante el cerco informativo que hay en Venezuela, y como yo hice un video que se volvió viral, tienen que darme pantalla. No es que antes no existiéramos, sino que no nos daban la oportunidad de ser voceros. Hace años hay una izquierda opuesta a Chávez en Venezuela, que sabe que Chávez nunca fue socialista y que este es un gobierno de delincuentes. Así que creo que es hora de desmitificar ambas cosas. Primero: la izquierda opositora existe y está creciendo. Segundo: hay oposición en los barrios y los campos de Venezuela, que apenas ahora está siendo visibilizada por los grandes medios de comunicación.
SEMANA: Además de los medios, ¿crees que también ha hecho falta que la oposición visibilice a esta gente? ¿O Henrique Capriles sí logró conectar con esa población en su campaña?
JJ: Esta dirigencia opositora, la Mesa de Unidad Democrática, no tiene una política dirigida a esos sectores de la población. Porque ellos siguen viendo a la pobreza y al chavismo como un voto, como un dato estadístico. Entonces, como no entienden cómo piensan los de abajo, como no sufren lo que vivimos y sufrimos los de abajo, difícilmente pueden articular un discurso hacia allá. No tienen capacidad organizativa en los barrios.
Ahora, el fenómeno Capriles del 7 de octubre es otra cosa. Sabemos que al menos 860.000 personas chavistas votaron por Capriles, pero no porque los haya incluido o porque él sea su referencia, no, votaron en contra de Nicolás Maduro. Fue un voto castigo de los sectores populares. Ahora ese voto castigo tiene que transformarse en uno propositivo: que la gente vote por lo que le gusta, no en contra de lo que no le gusta. Yo creo que ese es el reto de cualquier movimiento político disidente que quiera hacer un cambio en Venezuela. El problema es que la oposición apuesta a la economía del voto y al voto castigo, y en ese terreno siempre nos van a ganar, porque ellos le apuestan al voto emotivo.
SEMANA: Sí, pero eso toma tiempo. En caso de que en los próximos días haya una constituyente que adelante las elecciones presidenciales, ¿puede ganarlas la oposición solo con ese porcentaje de voto castigo?
JJ: Creo que el voto castigo es inevitable, porque la gente está castigando al gobierno por la escasez, la inseguridad y la brutal represión que está viviendo la protesta. Pero si no tienes una propuesta política y un trabajo político en esos sectores, es posible que esos chavistas descontentos se abstengan. Y así sí nos pudieran volver a ganar.
Esa es una de las críticas que tengo al asunto de La Salida: están preparando la salida y no la entrada. Por eso yo decía: ‘No es La Salida, es El Inicio’. Porque incluso en el aspecto semántico queda claro que no sabemos hacia dónde vamos. Y el futuro es una preocupación de los chavistas, porque ellos adquirieron formación política con Chávez. Por eso van a preguntarle a los dirigentes: ¿qué vas a hacer con la escasez?, ¿cómo vas a enfrentar la inseguridad? Y si no les tienes respuestas, no van a votar por ti. Además ellos temen que si hay un cambio de gobierno puedan perder su empleo o que les quiten los beneficios han obtenido. Y sobre eso no hemos transmitido una política que genere confianza. Creo que la confianza y la organización son dos aspectos fundamentales para que la nueva mayoría contraria al gobierno –que sí existe hoy– se junte en una propuesta política que, en su derivación electoral, nos lleve al poder.
SEMANA: En el video hablabas de no exigir la renuncia de Nicolás Maduro sino un cambio político a través de elecciones. Después de todo lo que ha pasado, la cantidad de muertos, heridos y detenidos, ¿todavía se puede hablar de ese Inicio pacífico que planteabas?
JJ: Como decimos aquí en Venezuela: una cosa piensa el burro y otra piensa el que lo arrea. Lo que está ocurriendo es una protesta anárquica que está siendo brutalmente reprimida, y esta represión de la Guardia Nacional, la policía nacional y los colectivos, configura un cuadro dictatorial en Venezuela. Eso no estaba planteado en absoluto cuando hice el video, y la verdad es que hoy La Salida sí es la renuncia de Nicolás Maduro. Pero no estamos en condiciones de exigirla, pues no tenemos la masa crítica para hacerlo, su renuncia no es aún un clamor popular y todavía el gobierno tiene mucho margen de maniobra. Esto ha tomado el rumbo de una protesta anárquica desorganizada, sin conducción política ni un planteamiento claro, que eventualmente va a tener un desenlace. ¿Cuál es? No lo sé. Pero sea cual sea –que la protesta se aplaque o que llegue a niveles de ingobernabilidad muy elevados–, estamos iniciando un cambio político.
SEMANA: También hablas en el video de un plan político ¿Cuál es ese plan?
JJ: El problema que tenemos es que seguimos sin conducción política. Seguimos sin una agenda clara de exigencias, de una forma de organización, de un método de acción y de un sistema de voceros que generen una nueva credibilidad en el país. Yo mantengo que no estamos en el momento de ser opositores: este es un movimiento disidente. Aunque esto va a tener una solución electoral, tenemos que tener una lucha planteada que nos permita llegar a esa solución.
SEMANA: ¿Entonces sigues creyendo que a pesar de la violencia y la anarquía habrá una solución electoral?
JJ: Claro. Supongamos que haya un golpe de Estado y se montan unos militares en el poder, pues tarde o temprano tienen que llamar a elecciones. Si no pasa nada, en 2015 habrá elecciones a la Asamblea Nacional. Es decir, todo termina en una elección, nos guste o no. Y las elecciones se ganan con votos. Ahora, hay que decir que la oposición no ha cuidado bien los votos del pueblo. Pero si tenemos un movimiento organizado, con los votos y los testigos necesarios, muy difícilmente nos ganarían.
SEMANA: Pero hace poco decías que hay gente que aún piensa que es preferible malo conocido que bueno por conocer, ¿cómo se convence a esa gente?
JJ: Tiene que conformarse un movimiento de unidad popular que trascienda lo electoral, para construir un plan de desarrollo nacional que incluya a todo el mundo, a esos chavistas que no son maduristas. Entonces tendremos la masa crítica y el sistema organizativo para impulsar el cambio que necesitamos. Es sencillo decirlo, pero cuesta mucho trabajo hacerlo. Y yo creo que este país lo que necesita es que trabajemos, que le echemos pichón por todo lo alto.
SEMANA: ¿Los líderes de oposición tradicionales (Capriles, López, Machado) se han comunicado contigo?
JJ: Yo creo que me están escuchando, pero no hemos establecido ninguna comunicación. Sí te puedo decir que escuché hablar a Capriles el sábado 22 con mucha atención y vi que me robó varias frases. Y eso me alegra. Si me invitan a una reunión con ellos, estoy dispuesto. Aunque la realidad es que ellos tienen que quitarse y dar paso a otra gente. Aquí cada partido tiene su propio Chávez: alguien que tiene años en el poder y se niega a la sustitución del liderazgo. Pero ya tienen que decir: ‘Fracasamos. Tenemos 15 años enfrentándonos al gobierno y no lo logramos’. Esto es como un equipo de beisbol: si el equipo tiene 15 años sin clasificar, es porque hay que cambiar al mánager. Yo estoy dispuesto a reunirme con ellos y a aportar lo que pueda, pero hay que entender que no solo necesitamos un cambio de gobierno, sino también un cambio en el liderazgo opositor.
SEMANA: También has hablado de la necesidad de reconocernos como iguales y de dejar de clasificarnos en dos bandos. ¿Cómo estás trabajando para cerrar esa brecha?
JJ: En Venezuela hay una división que ni siquiera es entre chavistas y opositores, sino entre la gente de clase media para arriba y de ahí para abajo. Porque el chavista con mucho dinero también desprecia al pobre, igual que muchos opositores. Pero el pobre venezolano se siente empoderado gracias a Chávez y como ahora tiene un discurso, confronta al poderoso, al de los cobres, al empleador. Y así se genera una dicotomía, que se visualiza fácilmente con el chiste de la cachifa, que dice así: la señora de clase media alta le dice a su empleada que tiene que entender que este es un gobierno malo y le explica por qué. Y luego le dice: ‘Me voy a la peluquería porque parezco una cachifa’. Evidentemente, el mensaje político que se estaba transmitiendo no llega, lo que llega es un malestar por ser discriminada. Es decir, los chavistas pueden tener muchas razones para oponerse al gobierno pero no lo hacen porque se dan cuenta que los opositores no los quieren. Y ese es el drama. Por eso, el gran reto hoy es construir un movimiento político que junte todas las iniciativas positivas y que deje atrás esos vicios del pasado.