NICARAGUA

La primera maga

Estrafalaria, omnipresente, esotérica pero, sobre todo, poderosa, Rosario Murillo se asegura cinco años más de dominio absoluto con la reelección de su esposo Daniel Ortega.

14 de enero de 2012
Es tal la influencia de Rosario Murillo que amansó el marxismo de Ortega, y lo convenció en 2005 de que se casaran por la Iglesia después de 27 años de convivencia.

Para unos es la copresidenta. En las caricaturas es la Chamuca, la diabla. Los comunicados oficiales prefieren 'compañera Rosario'. En su familia le dicen la Chayo. Ella se presenta como 'poetisa'. Es Rosario Murillo, la esposa de Daniel Ortega, la mujer más poderosa de Nicaragua, omnipresente en el gobierno, sombra y confidente del mandatario que la semana pasada empezó su tercer mandato presidencial en medio de denuncias de fraude y de anticonstitucionalidad. En la posesión acompañó a su marido con un vestido crema, enormes brazaletes de oro y turquesa, cinco collares y las manos cargadas con más de 20 anillos. No eran solo detalles de coquetería. Con burla y un poco de preocupación, en Nicaragua muchos dicen que son joyas que usa para proteger a su familia de enemigos, 'contras' para poderosos sortilegios.

Multilingüe y educada en Europa, es una mujer brillante que mezcla sin pudor magia, cristianismo y revolución. Los seguidores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) la quieren ver como un símbolo de equidad, una Evita Perón centroamericana, mientras que en la oposición no entienden cómo una hippie esotérica ha acumulado tanto en tan poco tiempo. Es cada vez más claro que ya no es el poder detrás del trono. Su influencia en las decisiones gubernamentales estatales es total y de frente.

Murillo, de 60 años, es sobrina-nieta del legendario Augusto César Sandino, el mártir cuya muerte, en los años treinta, inspiró el movimiento que lleva su apellido. Poetisa y artista, conoció al 'comandante Daniel' en 1979. Tuvo un rol periférico en la revolución, pero en 1985, cuando su marido llegó a la presidencia, la nombró ministra de Cultura. Desde 2007, cuando Ortega volvió a gobernar, la presencia de Murillo se infló.

Algunos dicen que Daniel la recompensó por su apoyo incondicional cuando Zoilamérica Narváez, su hija de un primer matrimonio, denunció a su padrastro por violarla sistemáticamente entre los 11 y los 17 años. Rosario siempre sostuvo que su hija mentía, que era manipulada por la oposición. Después de años de una agria disputa familiar, Zoilamérica retiró los cargos, pero quedó la sensación de que su madre encubrió a Ortega a cambio de compartir el poder.

Ahora tiene casi tantos puestos como brazaletes y collares. Fue jefa de las campañas presidenciales del FSLN de 2007 y 2011, es coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, un súper ministerio que maneja la publicidad estatal, el protocolo, la comunicación gubernamental y los viajes oficiales. También comanda los Consejos del Poder Ciudadano, una red de comités locales que gestiona parte de los programas sociales. Y, además, administra los 500 millones de dólares anuales que Hugo Chávez le entrega generosamente a Nicaragua y que están por fuera del presupuesto oficial.

Matriarca de los Ortega -que han acumulado riquezas y puestos en los últimos años, según cables de Wikileaks-, detenta el 50 por ciento del poder, escribe comunicados de prensa de ministerios específicos y tiene una capacidad casi ilimitada para 'eliminar rápidamente' a cualquier ministro que hable en público sin su permiso. Su influencia es tal que rediseñó el escudo oficial. Al triángulo que incluía volcanes, gorro frigio y mar, le añadió colores sicodélicos y un estilo new age.

Murillo también transformó el 'sandinismo' en 'orteguismo'. En 2007 abandonaron el rojo y el negro por un rosa chicle más a tono con la "Revolución del amor" que proclama su marido. El partido es ahora "socialista, cristiano y solidario", y las referencias religiosas plagan los mensajes oficiales. Por todo el país, Ortega ahora promete en grandes vallas: "¡Cumplirle al pueblo es cumplirle a Dios!". La táctica no fue una simple reforma cosmética, sino también una inteligente jugada para aplacar a la oposición de la Iglesia.

La figura estrafalaria de Rosario Murillo podría ser una anécdota, pero es una primera dama con voz y voto. Lo cual, para muchos nicaragüenses, es una combinación siniestra, teniendo en cuenta que el clan Ortega no tiene ninguna intención de abandonar el poder, cada vez más absoluto, que ejerce.