Malala Yousafzai se empezó a conocer en el mundo por sus entradas en un blog de la BBC. Para entonces, 2009, tenía tan sólo 11 años y ya se oponía mediante sus escritos a la presión que el Talibán ejercía para que las mujeres no fueran a la escuela.
Tres años después de escribir bajo el seudónimo de Gul Makai, Malala recibió un disparo en la cabeza y otro en el cuello mientras regresaba del colegio a su casa, en el Valle de Swat, noroccidente de Pakistán. Los talibanes se atribuyeron el ataque contra la partidaria de la educación porque, supuestamente, promovía “el pensamiento occidental”.
Ahora, este viernes, un año después del ataque, Malala podría recibir el Premio Nobel de Paz por su férrea defensa del derecho universal a la educación.
“Tuve un sueño terrible anoche en el que había helicópteros del Ejército y talibanes. Tengo esos sueños desde que se lanzó la operación militar en el Swat. Fui a la escuela con miedo porque el Talibán había emitido un edicto en el que prohíbe que las niñas vayamos a la escuela”, escribió Malala en su blog.
El edicto al que se refiere la menor de edad es el decreto religioso que prohibía que las niñas fueran al colegio y fue emitido por los talibanes en el 2009. Además, en el 2007, este grupo se tomó el valle donde vivía Malala e impuso la sharia, la ley islámica por la que ejecutaban “infieles” en público, prohibieron vender música, forzaron las mujeres a usar el velo e incendiaron escuelas femeninas.
“De los 27 alumnos que iban sólo quedan 11, todos se fueron por culpa del edicto”, relató Malala en su blog. Uno de los pocos que resistió ese régimen fue Ziauddin, el padre de la menor, quien era director de una red educativa y apoyaba a su hija a ir a la escuela.
Fue precisamente en uno de esos viajes, específicamente el 9 de octubre del 2012, que Malala fue herida de gravedad. Iba en el bus de regreso a casa cuando dos hombres pararon al automotor, se subieron y le dispararon a la adolescente.
Ella cayó inconsciente. Posteriormente, su padre la acompañó en un helicóptero hacia un hospital militar en Peshawar. De ahí, fue trasladada a Islamabad y, luego, a la ciudad inglesa de Birmingham por el grave estado en el que estaba su salud.
Malala recuerda que no estaba ubicada al despertar en el hospital de Gran Bretaña. “Cuando estuve en Birmingham, no sabía dónde estaba, no sabía dónde estaban mis padres, no sabía quién me disparó y no tenía idea de lo que estaba pasando”, señaló. “Pero le agradezco a Dios que estoy viva”.
En febrero de este año, la adolescente fue dada de alta, luego de someterse a diversas operaciones en las que se reparó uno de sus oídos y se le instaló una placa de titanio en el cráneo.
Ahora, la joven de 16 años quiere participar en política por la influencia que se puede ejercer en este campo y ha pedido dialogar con los talibanes para alcanzar la paz.
“La mejor manera de superar los problemas y luchar contra la guerra es a través del diálogo. Ese no es un asunto mío, ese es el trabajo del gobierno (...) y ese es también el trabajo de EEUU”, reiteró Malala en entrevista con BBC.
Sin embargo, una de sus mayores inconformidades es que no podrá participar estando en su país por los altos riesgos que correría su vida. Por ello, vive en Inglaterra aunque espera regresar algún día al “paraíso”, como califica a Pakistán.
Sólo hasta el viernes se conocerá si esta joven defensora de los derechos de las mujeres será la ganadora del Premio Nobel de Paz 2013.