ESTADOS UNIDOS
La cruzada de los sobrevivientes de la masacre de San Valentín
Los niños sobrevivientes de la masacre de San Valentín se están jugando el todo por el todo para restringir el sistema de venta de armas en Estados Unidos. Pero Trump propone todo lo contrario.
Los estudiantes de la escuela de Parkland no quieren permitir que la masacre que acabó con la vida de 17 compañeros y profesores se convierta en una más. Desde el primer minuto se lanzaron a las redes sociales para expresar su rabia ante un horror que no tiene nada de inevitable. También hablaron directamente con los medios para exigir mayores controles para la venta de armas. Durante el fin de semana, la mayoría participó en reuniones espontáneas para exigir cambios legislativos y acusar de complicidad a los representantes políticos.
Razones no les faltaban para pensar que tenían que actuar rápido. En primer lugar, porque casi a diario hay tiroteos en Estados Unidos y solo los más brutales permanecen más que algunas horas en los titulares de prensa. Y en segundo, porque incluso cuando estos se convierten en noticia, la información suele seguir un ciclo que comienza por una ‘chiva’, sigue con el perfil del asesino, la promesa de “ruegos y oraciones” por las víctimas y poco más. Pero los estudiantes de Parkland estaban preparados para eso y su activismo no fue una flor de un día.
Como dijo el sábado Emma González, una muchacha de origen cubano y pelo rapado que tomó la vocería de sus compañeros, “no quiero sus malditas condolencias de mierda, mis amigos y mis profesores fueron tiroteados, ¡esto es una vergüenza!”. Tras pasar varios días en los funerales de sus novias, amigos, hermanas y conocidos, González y otros sobrevivientes convocaron una gran marcha nacional en Washington para el 14 de marzo.
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En efecto, el fenómeno se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en un tema nacional. El miércoles, las manifestaciones contra las armas se extendieron como por todo el país y miles de estudiantes hicieron marchas espontáneas en Ohio, Arizona, Washington, Texas, Illinois, Maryland, Pensilvania, Maine y otros estados. A su vez, en miles de colegios de todo el país, los niños hicieron 17 minutos de silencio: uno por cada una de las víctimas del jueves pasado.
Pero la cosa no terminó ahí. El mismo día, centenares de sobrevivientes llegaron a Tallahassee (la capital de Florida). Allí, se congregaron frente al Capitolio estatal para exigir a sus representantes corregir la legislación perversa que, amparándose en la segunda enmienda de la Constitución, le permite a un adolescente con un historial de violencia comprar un arma de guerra como el fusil AR-15 que utilizó el asesino Nikolas Cruz.
“Queridos congresistas, ¿cómo pueden pretender que están con la gente, pero dejan que sus hijos sean masacrados como animales en su propio colegio? ¿Por qué cada vez que tratamos de dar un paso adelante nos obligan a retroceder?”, gritó por un megáfono tras la fallida reunión Sheryl Acquaroli, una sobreviviente de la masacre. “Estamos furiosos, con la piedra afuera, listos para la acción. Queremos que esto cambie y vamos a lograrlo” le dijo poco después a CNN Spencer Blum, uno de sus compañeros de clase.
Los padres de las víctimas también confrontaron a los responsables políticos. “Mientras corría por un pasillo, a mi hija le dispararon por la espalda con un fusil de asalto, el arma preferida de los asesinos” ,le dijo Fred Guttenberg, el padre de una pequeña de 14 años, al senador Marco Rubio el miércoles en una audiencia en la Alcaldía de Tallahassee. “Es un arma de guerra. Y es muy fácil de conseguir. Lamento que usted no pueda decirlo y apoyar a todas las personas que están con nosotros”, agregó Guttenberg con la voz entrecortada.
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El público, compuesto por estudiantes, maestros y padres enojados, se levantó de su asiento y lo ovacionó. Se trató de un momento particularmente amargo para Rubio (el único republicano que tuvo el valor de asistir a ese debate), quien contestó en medio de un sonoro abucheo que los problemas que dejó al descubierto la masacre “no pueden resolverse solo con leyes sobre las armas”. Pero lo más duro estaba aún por venir, pues hacia el final del encuentro el estudiante Cameron Kasky le espetó: “¿Puede decirme ahora mismo que no aceptará una sola donación de la Asociación Nacional del Rifle (NRA)?”. Rubio solo pudo contestar con evasivas.
Sin embargo, a los sobrevivientes y a los padres de las víctimas que decidieron jugársela contra las armas les espera un camino de espinas. En primer lugar, porque se enfrentan a los cientos de millones de dólares que la NRA reparte todos los años entre los candidatos republicanos para que promuevan su agenda de comercio libre de armas. Y esto incluye hasta el propio presidente Donald Trump, que recibió de esa entidad 30 millones de dólares para su campaña presidencial. De hecho, el jueves en la mañana el magnate trinó “lo que muchos no entienden, o no quieren entender, es que quienes trabajan tan duro en la NRA son Grandes Personas y Grandes Patriotas”.
En segundo lugar, porque los defensores de las armas enfrentaron a los jóvenes de Parkland con un debate mediático particularmente sucio. A unos los acusaron de ser títeres de intereses políticos, otros fueron víctimas de historias falsas y de teorías conspirativas, y a algunos más incluso les publicaron sus teléfonos y lugares de residencia para que los acosaran. El famoso locutor radial de ultraderecha Alex Jones llegó incluso a decir que la masacre había sido una farsa, de la que tanto las víctimas como los sobrevivientes serían simples actores.
En tercer lugar, el tema de las armas es uno de los puntos calientes de la política norteamericana y desde hace años existe una narrativa según la cual las armas no son el problema, sino el uso que se les dé. Por eso, aunque todo el país está de acuerdo con que hay que acabar con los tiroteos y proteger a los jóvenes, es posible que el clamor para que se endurezca la venta de armas termine por tener un efecto adverso.
Esta posibilidad quedó en evidencia el miércoles en la tarde, cuando Trump se reunió en la Casa Blanca con un selecto grupo de sobrevivientes y de padres de las víctimas. Curiosamente, en ese encuentro no se mencionó el término “control de armas” y, por el contrario, progresó la inaudita propuesta de entrenar y armar a los profesores. Esto con el fin de que, llegado el momento, los maestros puedan identificar y abatir a un estudiante que está a punto de cometer una masacre (en ningún momento se mencionó que en la escuela de Parkland había un guarda armado que no pudo o no quiso reaccionar). El jueves, el líder de la NRA, Wayne LaPierre, respaldó las palabras de Trump en un desafiante discurso en el que acusó a los demócratas de politizar la cuestión y les echó la culpa de la matanza de Parkland al FBI, a las enfermedades mentales y a la seguridad del colegio.
Por último, es claro que sus esfuerzos serán en vano si el poder sigue en manos de los republicanos. Como dijo a SEMANA Gregg Lee Carter, profesor de Ciencias Sociales de la Bryan University y autor de Gun Control in the United States, “las protestas como las de esta semana solo tendrán éxito cuando el terreno político sea fértil. Y en plata blanca, eso significa que los cambios solo serán posibles cuando los demócratas controlen las ramas Legislativa y Ejecutiva del gobierno”. Por eso, la pregunta que se plantean hoy los especialistas consultados por SEMANA es si un movimiento liderado por estudiantes puede mantener este tema con vida hasta esos comicios. Por ahora, la respuesta de estos muchachos es contundente: “Nunca más”.