EUROPA
¡Merkozy al rescate!
Angela Merkel y Nicolas Sarkozy se han convertido en los verdaderos gobernantes de Europa. En sus manos está el futuro del euro y la supervivencia política del Viejo Continente.
Un fantasma recorre Europa. Va y viene entre París y Berlín. Llega a Bruselas y espabila a los burócratas. Visita Atenas y hace temblar el Partenón. Se pasa por Italia y saca de la modorra a los romanos. Y aunque no ha podido hacer un viaje a Madrid, ya tiene a los españoles en ascuas. En tiempos de crisis, se ha convertido en el verdadero gobernante del Viejo Continente. La prensa europea lo ha bautizado: 'Merkozy'.
Este fantasma, en realidad, son dos personas de carne y hueso: el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel. Y por lo menos desde la noche del 22 de octubre, cuando se reunieron en Fráncfort para pactar una "estrategia total de rescate", tienen en sus manos el futuro de Europa. La crisis financiera ha puesto a temblar a los inversionistas. Grecia ha llegado al borde de la quiebra, y Portugal, España e Italia están amenazados. El semanario The Economist se pregunta si ya se asoma el fin del euro, pues la crisis está resquebrajando la unión de naciones más estable del mundo. Y las grietas ya alcanzan la arena política. ¿Podrá el dúo proteger a Europa de la debacle?
Durante los últimos años, nadie ha pasado por alto la particular relación entre los dos políticos. Todo comenzó en 2007 con la llegada de Sarkozy a la Presidencia. Entró rompiendo tabúes, tuteando y besando en las mejillas a una fría protestante alemana. Merkel accedió a las maneras del francés, pero aprovechó para fijar las reglas del juego: transparencia y ética. "Oye, Angela, nosotros estamos de luna de miel, ¿cierto?", le dijo en voz alta durante una cumbre en 2007. La alemana respondió: "No, nosotros cooperamos, eso es todo". Ya entonces, un comentarista divisó lo que vendría a ser la fórmula 'Merkozy': "Forma francesa y contenido alemán".
Pero cuando comenzaba el romance, vino la crisis mundial. Desde entonces la pareja se asemeja más a un matrimonio. Merkel y Sarkozy han recorrido el continente y han tapado las goteras que ha ido dejando la tormenta de los mercados. En el último año, han ofrecido a los pesos pluma de Europa garantías por 370.000 millones de euros, pero la palabra "crisis" no abandona los titulares y el escepticismo crece. "Sonríen demasiado", critica The Guardian. "Ver para creer", comenta El País. "Cautela exagerada", opina Le Temps. Y todos se preguntan: ¿Conducirá la crisis al fin de la Unión Europea?
El dueto 'Merkozy' no solo enfrenta el desafío de restablecer la confianza inversionista, sino que ha tenido que convertirse en el presidente ad hoc de una Europa que había decidido prescindir de líderes fuertes. Y no le ha ido mal. El dúo ha mostrado el carisma que le falta al pálido presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy. Ha construido un poderoso eje bilateral, ha lanzado por la borda el tabú de un "gobierno económico" para la Unión Europea y se ha convertido en un Directorio con facultades que, en la práctica, no se distingue mucho de un Ejecutivo.
El éxito no ha sido gratuito. Fueron necesarias guerras mundiales para que los tiempos en que las crisis se solucionaban con cañones hayan quedado en el pasado. Además, la armonía requiere una locomotora burocrática marchando a todo vapor detrás de bambalinas. Los únicos que se ven más a menudo que Merkel y Sarkozy son los funcionarios franceses y alemanes que han hecho posible el fenómeno 'Merkozy'. "¡Claro que discuten! Pero nuestra tarea es evitar que se contradigan ante la opinión pública", le dijo uno al diario Handelsblatt.
Sobre esa base, los dos han lidiado con el problema de satisfacer los intereses de la gente, sin por ello afectar la cooperación política. Así, han mantenido a Europa en pie. Pero también han debido ser duros. Al ahora ex primer ministro griego Yorgos Papandréu lo dejaron caer hace dos semanas, sin el menor comentario. Y al también caído Silvio Berlusconi no le dieron mejor trato: antes de su renuncia, reporteros les preguntaron a Merkel y a Sarkozy qué opinaban de la confiabilidad del italiano. Intercambiaron miradas, sonrieron y pasaron a la siguiente pregunta. Los métodos de 'Merkozy' recuerdan un reciente comentario del diario griego Naftemporiki: "No hay solución sin dolor".