OBITUARIO

Fidel Castro, ¿el buen tirano?

Con una voluntad de hierro, el jefe de la revolución cubana alteró la ecuación mundial de la posguerra implantando el comunismo a 150 kilómetros de los Estados Unidos. 11 presidentes gringos trataron de tumbarlo y ninguno pudo.

26 de noviembre de 2016
Fidel Castro, el comandante en jefe de la Revolución, falleció el 25 de noviembre a las 10:29 de la noche. | Foto: Charles Tasnadi / AP

Hay dos tipos de tiranos en el mundo. Por un lado están los déspotas, corruptos y asesinos que pasan a la historia como simples opresores sedientos de poder. Por el otro están los que aunque tengan algunas de esas mismas características quedan inmortalizados como liberadores de sus pueblos y símbolos del nacionalismo de sus países. En la primera categoría están personajes como Trujillo, los Somoza y como ejemplo más reciente, Saddam Hussein. En la segunda estarían Mao Zedong, Ho Chi Minh y Lenin. Fidel Castro definitivamente está en este último grupo.

Que fue un tirano, no hay la menor duda. Tan es así que es uno de los pocos hombres de la historia reciente que se mantuvo medio siglo en el poder. Muertos sin duda tiene muchos encima. Sin embargo, sería injusto llamarlo asesino. La revolución cubana fusiló arbitrariamente en sus inicios a los torturadores de Batista en la época del “paredón”, pero de ahí en adelante las pocas ejecuciones del régimen correspondieron a sentencia de pena de muerte dentro del sistema judicial. Opresor sin duda sí fue. En los regímenes revolucionarios el que se opone a la causa languidece en la cárcel. Centenares de cubanos por el simple hecho de no estar de acuerdo con el comunismo que se implantó en la isla fueron condenados a 10, 20 o hasta 30 años de prisión.

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Pero aún con esos excesos la vida de Fidel Castro tuvo una dimensión heroica. Su toma del poder a los 32 años al derrocar con una tropa de barbudos al ejército de Fulgencio Batista fue una hazaña militar. Su desafío a los Estados Unidos desde un pequeño país ubicado apenas a 100 millas de este es como de David y Goliat. Su permanencia en el gobierno frente a los intentos de 11 presidentes norteamericanos de tumbarlo es casi inverosímil. Y los logros de su revolución, a pesar de sus lunares, son evidentes y hasta irrefutables.

¿Cuáles son estos logros? Principalmente éxitos enormes en el campo tanto de la salud como la educación. Los niveles a que ha llegado Cuba en estas dos áreas son comparables o incluso superiores a la mayoría de países del primer mundo.

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La salud y la educación en la isla no solo están entre las mejores del planeta sino que son totalmente gratis. El costo de estos beneficios ha sido no solo la eliminación de la propiedad privada, sino la pérdida casi absoluta de todas las libertades. En Cuba no hay miseria y todo el mundo tiene un mínimo, pero las restricciones impuestas en la vida diaria por el sistema después de medio siglo se han vuelto intolerables para buena parte de la población. Ya nadie se acuerda de que antes de Fidel Castro la isla era un patio de recreo de los Estados Unidos, que explotaba a su antojo a una población paupérrima y analfabeta. Los gobiernos eran entregados al Tío Sam y mientras los presidentes y ministros se enriquecían robando, la suerte de los siete millones de habitantes de la isla en ese momento no le importaba a nadie.

Hoy Cuba tiene más de 11 millones de habitantes que tienen una dignidad y un orgullo patriótico que muchos pueblos de Latinoamérica envidiarían. Pero igualmente así como consideran que la etapa del colonialismo quedó atrás, también quieren doblar la página del comunismo. Raúl Castro ha dado los primeros pasos hacia una apertura, pero él no ha dejado de ser un marxista ortodoxo. Aunque en algunas pocas actividades se ha permitido la propiedad privada, las condiciones de vida siguen siendo duras. La vida es espartana, regimentada y controlada. Las casas son minúsculas y con frecuencia tienen que ser compartidas, los electrodomésticos son un lujo para la elite del régimen, los viajes están prohibidos, la libertad de prensa no existe, los sueldos son iguales para un neurocirujano que para un obrero. La igualdad que se buscaba se obtuvo pero resultó menos paradisiaca de lo que se soñaba. Se niveló pero por lo bajo.

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Cuba dependía de los Estados Unidos antes de la revolución y después del bloqueo por parte de ese país se volvió un apéndice económico de la Unión Soviética. Castro cometió errores monumentales en materia económica tratando desindustrializar el país en los primeros años de la revolución y esa catástrofe solo pudo ser superada por el apoyo económico del bloque comunista que tenía que mantener a toda costa una punta de lanza en el continente americano. Por eso, parecía imposible que después del colapso del comunismo en la Unión Soviética y en Europa Oriental, el régimen castrista pudiera mantenerse sin la financiación de estos países en una minúscula isla vecina de Estados Unidos.

Y sin embargo, lo logró. Con la denominación de “periodo especial” Fidel le impuso al pueblo cubano más privaciones de las que tenía mientras se hacía un intento de liberalizar un poco la economía de la isla. Fue un tiempo de crisis que coincidió con el recrudecimiento del bloqueo norteamericano que hizo pensar al gobierno de ese país de que había llegado el momento del colapso cubano. Castro resistió contra viento y marea en medio de una depresión económica tan severa que el PIB se contrajo en un 36 por ciento entre 1990 y 1993. A partir de 1994 se inició una recuperación lenta de tal suerte que en el año 2007 se alcanzaron los niveles de 1990.

Superado ese periodo, Cuba se convirtió con Corea del Norte en los últimos sobrevivientes de unas dictaduras comunistas familiares con regímenes económicos de corte stalinista. Hasta China, que en teoría no ha renunciado a la ideología de su revolución maoísta, ha abierto las puertas a nuevas corrientes económicas que le han permitido crecimientos en el PIB hasta del 10 por ciento anual. En 2006 Fidel se retiró del poder y se lo entregó a su hermano Raúl, quien desde el inicio de la revolución había sido el número dos del régimen.

Raúl ha dado unos primeros pasos en materia de apertura económica. Por primera vez los habitantes de la isla pudieron tener celulares y computadores, tener acceso a los lugares turísticos que antes eran exclusivamente para extranjeros, comprar casas y carros, y hasta tener algunos pequeños negocios propios como restaurantes y pequeñas tiendas. Sin embargo, la mayoría de esos nuevos derechos son teóricos pues con sueldos promedio de 25 dólares al mes casi todos esos productos son inalcanzables.

Raúl Castro es definitivamente más progresista que su hermano, pero mientras este estuviera vivo ninguna transformación sustancial del régimen cubano era posible. Ahora con el fallecimiento del héroe de la revolución hay una expectativa mundial y una ilusión del pueblo cubano de que finalmente se podría estar ad portas de una transición democrática. Nada de esto es seguro pues todos los pronósticos que se han hecho sobre Cuba hasta el momento han fallado. En poco tiempo el futuro de la isla estará en manos de una burocracia más joven pero creada y formada a la sombra de los hermanos Castro. ¿Cómo van a adaptarse a las realidades del siglo XXI, es el gran interrogante?

*Con la colaboración de Juan Jacobo Muñoz