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Un hombre magnánimo
Nicholas Kristof, columnista del diario ‘The New York Times’, hace una semblanza del legado de Mandela.
Mi dato favorito de Nelson Mandela es que invitó a los celadores blancos que lo encarcelaron durante 27 años a su posesión como presidente de Sudáfrica. Fue una muestra de la magnanimidad, la calidez y la falta total de resentimiento que siempre lo caracterizaron.
Durante el transcurso de la historia ha habido muchos disidentes políticos y rebeldes famosos, pero pocos lograron convertirse en grandes líderes nacionales. Las principales cualidades de un rebelde –su coraje absoluto, su terquedad, hasta su irracionalidad– por lo general no son las de un gran presidente. Cuando Mandela llegó al poder, muchos lo presionaron para que humillara a aquellos que lo habían humillado y que habían asesinado a sus amigos. Pero Mandela no les hizo caso. Es el hombre más grande que he visto.
En términos más generales, Mandela simbolizó el servicio público y el sacrificio mejor que cualquiera de su generación. Un abogado con una carrera prometedora que pudo haber trabajado para el sistema, pero que en cambio escogió pelear por los derechos de sus compatriotas. Durante su juicio, frente a la posibilidad de ser ejecutado, fue tan desafiante como siempre. Y después, durante los 27 años en prisión, le ofrecieron salir antes de cumplir su condena en más de una ocasión. El gobierno le rogó que aceptara la libertad condicional para librarse de la vergüenza de tenerlo encarcelado. Pero él nunca cedió ante la presión y se negó a salir bajo cualquier acuerdo que no fuera la libertad absoluta e incondicional. Y lo logró.
Haberle dado prioridad a su país lo llevó a tener problemas familiares, incluido su divorcio con Winnie, su primera esposa, después de salir de la cárcel. También lo llevó a confrontar a sus antiguos aliados, quienes creían que le estaba cediendo el poder a la oposición en temas raciales y económicos. Y también lo llevó a aceptar solo un periodo en la Presidencia, para mostrar que Sudáfrica podía existir de acorde a las leyes y no como una dictadura. Esa decisión fue un ejemplo que más adelante tuvo eco en toda la región.
Cuando los expertos debaten las razones por las que África fracasó en el periodo de la posindependencia, una de las principales conclusiones apunta a los malos gobiernos y al mal liderazgo (en parte por el pésimo sistema educativo y por los conflictos entre tribus que generaron los colonizadores). Sin contar Botsuana, hubo pocos ejemplos de grandes líderes. Sin embargo, Mandela terminó siendo tan buen presidente como disidente político y su ejemplo fue contagioso e inspirador. Gracias a su servicio público y a su capacidad de liderazgo, se convirtió en una fuente de inspiración para África y el mundo. Mandela subió el nivel y quizá no sea una coincidencia que en la época postMandela los líderes africanos hayan sido mejores.
También hay un mensaje para el resto de los países: cuando Mandela estuvo en la cárcel –en el momento en el que más ayuda necesitaba– el mundo permaneció callado. Dick Cheney votó incluso en contra de la petición que le hizo la Casa Blanca a Sudáfrica en 1986 para que lo liberaran. Y todos somos culpables de esa misma falta de visión cuando no ayudamos a los disidentes políticos de China y Bahréin. Eventualmente la libertad prevalecerá en esos dos países de la misma forma como lo hizo en Sudáfrica.
Aunque las contribuciones de Mandela a la conciliación entre blancos y negros son conocidas, pocos conocen sus infatigables esfuerzos para luchar contra del sida, para reconciliar naciones en guerra y para promover los derechos de la comunidad LGBTI. En un continente que ha reprimido severamente a los homosexuales en más de una ocasión, Mandela abogó por la igualdad y por el matrimonio gay. Gracias a su influencia Sudáfrica se convirtió en el quinto país en legalizar los matrimonios entre las personas del mismo sexo. No solo fue un líder para Sudáfrica, sino para el mundo entero.
Pues sí, una figura monumental ha muerto a los 95 años. Pero viaje usted alrededor de África y del mundo y ahí verá la huella, el legado y el espíritu del gran hombre. Mandela vive.
© The New York Times Syndicate.