VENEZUELA
Venezuela, una confrontación inevitable
La oposición apuesta por sacar a Maduro y el chavismo busca anular la nueva Asamblea. Signada por la escasez de alimentos, Venezuela es un hervidero de pasiones políticas que no augura nada bueno.
Ya lo decía Diosdado Cabello el 23 de diciembre en la víspera de Navidad: “La confrontación es inevitable”. Aun cuando le quedaban horas para entregar la presidencia del Parlamento venezolano, el número dos del chavismo advertía que iban a la carga y este año solo cambió el orden de sus palabras. “Es inevitable la confrontación”, declaró ya no desde el podio de la Asamblea Nacional de Venezuela, sino a los periodistas de los mismos medios de comunicación a los que prohibió la entrada durante el tiempo que se mantuvo al frente del organismo.
La oposición –ahora con mayoría parlamentaria– busca destronar a Nicolás Maduro antes de que termine su gobierno, y el chavismo, entretanto, apela por anular sus decisiones a través del Tribunal Supremo de Justicia. El juego está trancado. “Estamos en un círculo vicioso”, lamenta desde Caracas Luis Salamanca, experto en Ciencias Políticas y profesor de la Universidad Central de Venezuela. “Si no se respeta a la Asamblea Nacional pudiéramos estar en una situación de facto”.
El chavismo ha amenazado incluso con no publicar en Gaceta Oficial los decretos y leyes que dicte el Parlamento, al que desconocen desde el momento en que juramentaron a tres diputados proclamados primero por el Consejo Nacional Electoral pero luego suspendidos por el Tribunal Supremo de Justicia.
Si bien se cuidó de no sumar sus votos, la fracción opositora incorporó a sus tres diputados por el estado Amazonas, ubicado al sur de Venezuela, en la frontera con el departamento del Vichada. A efectos prácticos cuentan con 109 de sus 112 representantes, pero enviaron así un mensaje de desafío a los magistrados electos –por la vieja Asamblea Nacional a escasos días de terminar 2015– en un intento de última hora por garantizar al chavismo el control de los poderes del Estado.
La calle será un actor en medio de esta crisis de gobernabilidad. A falta de indicadores oficiales sobre los índices de inflación y los niveles de escasez, las colas por comida y medicina advirtieron, incluso durante el receso decembrino, sobre una crisis sin precedentes. Venezuela es hoy un gran laboratorio para los científicos sociales y en medio de ese panorama, el politólogo Nicmer Evans critica que en lugar de apelar al diálogo, los dirigentes políticos han empezado el año buscando repolarizar. “Los factores políticos están tratando de incidir para que esa situación económica juegue a favor de cada uno de sus bandos”, concluye Evans, quien formó parte de la militancia chavista y ahora se mantiene crítico junto a un grupo de disidentes que se replegaron fuera del gobierno venezolano bajo el nombre de Marea Socialista.
“Sáquenme esa vaina”
El discurso de la oposición ha sonado más confrontador que el que mostró hace un mes en campaña electoral. Apenas llegó, en un gesto desafiante, el nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, mandó a eliminar la iconografía chavista del Parlamento. Incluso, fue ofensivo cuando dijo al personal de mantenimiento “sáquenme toda esa vaina de aquí”, en un episodio que pronto se viralizó en una Venezuela donde la figura del Comandante reposa sobre todas las instituciones de la República.
“Estése tranquilo, que aquí cambiaron las cosas”, le espetó al jefe de la bancada chavista, Héctor Rodríguez, en el primer round de una Asamblea Nacional en la que el chavismo es minoría por primera vez en 15 años. Pero más allá del mensaje y la anécdota, el nuevo presidente de la Asamblea Nacional –zorro viejo en la política– asomó ese día la carta que ahora quiere jugarse la oposición venezolana: sacar a Nicolás Maduro del Palacio de Miraflores antes de 2019.
“Ofrecemos que en un lapso de seis meses contados a partir de la instalación de la Asamblea Nacional propusiéramos un método, un sistema para cambiar el gobierno por vía constitucional”, anunció en su primer discurso como presidente del Poder Legislativo. “Eso lo haremos”.
Hablar del tema públicamente ya muestra un cambio, aprecia desde Caracas el politólogo John Magdaleno. “Hoy se considera ese debate, antes no y creo que a medida que la crisis económica avance se va a ir definiendo si ese es el camino de la oposición”, dice. “Me temo que el malestar de la gente se va a incrementar y eso puede estimular el debate de la salida”.
Los militares por allí
No es que esta sea la primera vez que en la República Bolivariana de Venezuela haya quien enarbole las banderas de un nuevo gobierno. Hace rato que buena parte de la oposición plantea la idea de destronar a Maduro antes de que termine su periodo. Sin embargo, precisamente ese tema los dividió, hace dos años, a partir de las protestas que sacudieron al país en febrero de 2014.
Fraccionada, la frágil unidad de los opositores pospuso el debate sobre la estrategia a seguir, para después de las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre.
La semana pasada volvieron a mencionar la idea de buscar una salida, a través de Ramos Allup, que dirige el partido socialdemócrata Acción Democrática, el mismo que gobernó a Venezuela en buena parte de los períodos anteriores a la revolución bolivariana y del que el propio Chávez juró lo que se ha mantenido como una consigna entre sus seguidores: “No volverán”.
Pero volvieron. Al menos al Parlamento, y el 5 de enero en la sesión inaugural, Ramos Allup, de 72 años, anunció desde la tribuna de oradores, que iban por Maduro. Se trata, explica Magdaleno, de un camino que solo admite tres mecanismos legales: activar un referendo revocatorio o cambiar la Constitución para recortar el mandato presidencial bien sea a través de una reforma o una enmienda.
Cualquiera de esos mecanismos pasa por una votación y, aun antes, el referendo revocatorio obligaría a recoger casi 4 millones de firmas equivalentes a 20 por ciento del total de los electores.
Sería un proceso similar al que la oposición transitó hace más de 10 años para activar el referendo revocatorio, que perdió contra Chávez en 2004, y que luego llevó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos denunciando un “‘apartheid’ político”, por el despido y acoso laboral de los empleados públicos que firmaron entonces.
Ese mecanismo solo funcionaría precisamente este año. De allí la premura de la oposición, como explica Salamanca: “La ley establece que pueden destituir al presidente al cumplir la mitad del periodo, pero que al cuarto año asumiría el vicepresidente”.
Sea cual fuere la estrategia, Salamanca cree que la oposición debe estudiar sus cartas. “Lo que ha ganado es una ‘cabeza de playa’”, dice. “Digamos, en términos militares, que entró a un territorio pero no lo tiene todo bajo control; la Asamblea Nacional es necesaria más no suficiente para dar un cambio”.
La lógica llama al diálogo pero en este momento el juego está bloqueado o, peor aún, en manos de los militares, lamenta Evans. “Vamos a entrar en un estado de crisis de gobernabilidad entre poderes, lo que pone en alerta a la Fuerza Armada Nacional que lamentablemente otra vez va a tener que volver a tomar partido en nuestra historia”.