VENEZUELA
Las patronas divinas de Maduro y Capriles
Políticos venezolanos encomendaron sus destinos y los de su país a la Virgen. ¿Devoción o demagogia?
Venezuela es un país mariano. Millones de devotos rezan a las múltiples advocaciones que hay de la Virgen por todo el país: la de Coromoto, la del Valle, la del Rosario, la Divina Pastora, entre otras. A ellas encomiendan su destino y también el de la patria, una palabra invocada muy a menudo por los políticos nacionales, que a diferencia de lo que se acostumbra en otros países, no sólo expresan su fe públicamente, sino que la mezclan con la política que profesan, aunque digan lo contrario.
El mismo presidente, Nicolás Maduro, dijo hace unos días que no asistiría a la celebración del día de la Virgen del Valle, el pasado domingo, en la isla de Margarita, a la que asiste el líder de la oposición, Henrique Capriles Radonski, porque él no practica la demagogia religiosa. “Siempre vienen los politiqueros a meterse en la misa. La Virgen es del pueblo, y el pueblo es de la Virgen. Si los politiqueros vienen a politiquear el día de la Virgen, díganle: váyase de aquí”, le dijo a los margariteños días antes.
Sin embargo, durante el fin de semana, hubo rumores en la isla que Maduro podía aparecerse. Los isleños temían que, por diferencias políticas, se dañara la misa de celebración en honor a la Virgen, que no solo es la patrona de la isla, de los pescadores y de la Armada Nacional, sino también de todo el oriente venezolano. Por eso cada 8 de septiembre viajan hasta Margarita desde otros rincones del país quienes sienten una especial devoción por “Vallita”.
Para los margariteños, esta Virgen es la reina y la tratan como tal. Cada 8 de septiembre, en sus casas, le hacen un altar especial, decorado con bombas y flores, la engalanan con un vestido nuevo, y en su honor hacen una torta y una fiesta, como si fuera una hija más de la familia que está cumpliendo años. La rumba, con bailada y mucho licor, puede durar hasta la madrugada.
Es una celebración de vida, pues muchos pescadores dicen que ella los ha salvado de morir ahogados, y los ‘navegaos’, como les dicen en la isla a los que no nacieron en Margarita, pero llegaron para quedarse, han ido adoptando la costumbre de adorar a la patrona. Los locales aseguran que ella, por encima de las fuerzas armadas, el gobernador o los alcaldes, es la verdadera autoridad, porque decide quién se queda y quién se va de Margarita.
Quizás por eso el gobierno bautizó en honor a ella un nuevo ferry que conecta la isla con el resto de Venezuela. La embarcación ‘Virgen el Valle II’, se chocó en su viaje inaugural, hace dos semanas, al llegar al puerto de Punta Piedras a recoger a sus primeros pasajeros, según denunciaron los medios locales, y así lo aseguraron también varios pescadores.
El gobierno negó que eso hubiera sucedido y Maduro acusó a los medios de comunicación de haber emprendido una “brutal campaña de desprestigio” contra el ferry. Añadió, como ya es costumbre en sus anuncios, que seguramente detrás de eso estaba la oposición, que no descansa en sus planes de sabotaje contra lo que hace el gobierno.
Evidentes divisiones
Al que casi le sabotean su asistencia a la misa de celebración de la Virgen, fue a Henrique Capriles. Algunos chavistas le gritaban todo tipo de insultos, hasta lo tildaron de “asesino”, cuando llegó al Campo Eucarístico, una enorme explanada en las faldas de una montaña, donde se celebra la misa a la que asistieron más de 60.000 personas. Los obispos advirtieron que no querían divisiones políticas en la misa pero, según el padre Reinaldo Trejo, de la diócesis de Margarita, las autoridades políticas decidieron que para evitar problemas, se iba a dividir en dos el territorio.
A la derecha se ubicaron los chavistas y a la izquierda la oposición. La línea divisoria era el tapete de honor rojo por donde caminaron los curas, y por donde pasó la virgen, alzada en hombros, cubierta por un manto de encaje y rodeada de flores blancas y azules.
El líder opositor va a la isla de Margarita a rezarle a la patrona con frecuencia, no solo los 8 de septiembre. Él dice que se volvió devoto de ella cuando estuvo en la cárcel, esperando un juicio por haber ingresado en circunstancias confusas a la embajada de Cuba, durante el golpe a Hugo Chávez en abril de 2002. Estando tras las rejas, una margariteña fue a verlo a la cárcel y le regaló una estatua de la Virgen del Valle.
Es difícil saber qué tanto pudo rezarle Capriles a la Virgen durante la misa en el Campo Eucarístico. Los fotógrafos y periodistas lo asediaron tanto que varias veces los curas y organizadores de la iglesia tuvieron que pedirle a la prensa que respetara la misa. “Esto no es un evento”, les dijo el padre Trejo. Aunque Capriles estaba ubicado en la parte de adelante y custodiado por una cadena humana de voluntarios, niños y adultos lograron colarse para ir a darle un beso, entregarle una carta o saludarlo.
Entre los que logró darle “la paz” al líder de la oposición estaba Rafael Peña, un hombre de cabellos largos y blancos de la isla, que se considera un enviado de Dios, y que estuvo toda la misa de rodillas. En el momento en que el obispo consagraba las hostias y el vino, Rafael gritó a viva voz: “Señor Jesús Cristo, sálvanos del demonio que está en Miraflores”. Sonaron las campanas, y luego, unas estrofas del himno nacional de Venezuela, que habla de un bravo pueblo que alguna vez luchó unido contra la opresión.
Por ese pueblo, hoy dividido políticamente, pidió el obispo Jorge Aníbal Quintero a la Virgen del Valle, antes de terminar la misa. “Que estos rayos de sol nos iluminen la mente y el corazón. Que esta bendición llegue no sólo a Margarita y al Oriente, sino a todo Venezuela y el mundo” dijo. Las palomas blancas volaron hacia el cielo azul inmaculado, los cohetes estallaron y la gente aplaudió a la Virgen, mientras era coronada por la corte de obispos, quienes sacaban de sus sotanas sus propias cámaras y celulares para tomarle fotos a la reina.
“Es una falta de respeto”
Pero el momento culminante de la Virgen fue opacado. Una multitud de fans y periodistas se abalanzó sobre Capriles, quien no esperó a que se terminara la celebración, para dar declaraciones a los medios, repartir saludos, besos, y posar para las fotos.
Algunos curas, estupefactos, observaban cómo los feligreses, en vez de ir a rodear a la virgen, cuando la bajaron del altar y la llevaron por el tapete rojo de honor, querían acercarse más a la celebridad política, gritándole “presidente, presidente”, mientras declaraba con un tinte mesiánico, ante los micrófonos: “A nosotros nadie nos va a sacar del camino que tenemos para cumplir nuestra misión y es por eso que hoy ratificamos nuestra fe en la Virgen del Valle, quien además ha sido una de mis principales motivaciones para no abandonar la lucha que tenemos porque en Venezuela reine la paz y la reconciliación”.
“Es una falta de respeto”, comentaba molesta, mientras observaba la escena, Irene Aspite, cuya familia donó los recursos para construir el altar que hoy hay en el Campo Eucarístico. Del otro lado de la barrera, el gobernador Mata Figueroa, daba unas breves declaraciones al canal estatal, antes de salir sin pena ni gloria, y con cara de puño, de la explanada que quedó tapizada de bolsas plásticas de agua que donó Pdvsa para evitar los desmayos por deshidratación.
Ese domingo Maduro estuvo más concentrado en las comunas socialistas que en profesar su fe públicamente, pero tres días después, el 11 de septiembre, apareció encomendándose a la Virgen de Coromoto. A esa misma virgen acudió el presidente Chávez antes de morir, pues según él, era la virgen “criollita”, “india”, porque se le apareció al cacique Coromoto, el 8 de septiembre de 1652. Ella es hoy la patrona oficial de toda Venezuela.
“Pido a la Virgen de Coromoto por los que odian, por los que reniegan de la Patria, por La Paz de nuestra Venezuela”, puso Maduro en su cuenta de Twitter. Pidió también sabiduría y amor para construir “la patria nueva”.
Una Venezuela unida, donde haya paz y amor, es la que le han pedido Maduro y Capriles a la Virgen. Sus plegarias son como un milagro que esperan les sea otorgado por gracia divina, y en recompensa al sacrificio y la lucha que cada uno ha elegido, como si gobernar fuera, ante todo, un acto de fe.