TRANSPORTE

¿Por qué se caen las avionetas?

Los accidentes de aeronaves pequeñas se están volviendo parte del paisaje y tienen aterrada a la opinión. Las autoridades deben tomar medidas urgentes.

21 de noviembre de 2015
En 2015, 17 avionetas se han accidentado. Las más recientes, la semana pasada en Chocó y hace un mes en Bogotá. | Foto: A.F.P.

Dos accidentes en un mes. La trágica cuota tiene preocupadas a las autoridades aeronáuticas del país. A mediados de octubre, una panadería del barrio Luján de Bogotá quedó destruida en medio de las llamas cuando le cayó encima un Beechcraft B60 con cuatro personas a bordo. El martes, la historia se repitió. Una pequeña aeronave en la que viajaba el equipo de béisbol de Indeportes Antioquia luego de participar en los Juegos Nacionales en Acandí, Chocó, se estrelló contra una iglesia. Murió la joven promesa del béisbol Jordan Gálvez Ortiz y Darío Agudelo, piloto de la aeronave.

En lo corrido de 2015, según la Aeronáutica Civil, de un total aproximado de 1.100.000 operaciones aéreas en Colombia, se han registrado 17 accidentes. Aunque el porcentaje es mínimo en relación con el número de vuelos, es alarmante que todos hayan involucrado avionetas. Esto permite una primera conclusión. Viajar en avión de línea se ha vuelto muy seguro en Colombia pues, aunque el país se ha convertido en el segundo con más operaciones aéreas en América Latina después de Brasil, desde 2010 no ha habido un solo accidente. En cambio, hacerlo en avioneta implica una pequeña, pero real probabilidad de terminar en una emergencia.

Expertos consultados por SEMANA reconocen varios problemas. El primero, según la Asociación Colombiana de Aviadores civiles (Acdac), tiene que ver con el entrenamiento de los pilotos. Mientras que estos necesitan un mínimo de 200 horas de vuelo para pilotear un avión comercial, para una avioneta solo deben hacer la mitad de horas y no deben pasar por simulador. Esto explicaría, en parte, por qué los viajes en estas últimas resultan menos seguros.

Otro problema tiene que ver con que el país solo cuenta con 35 inspectores de operaciones. Estos especialistas deben velar por la seguridad de los vuelos en Colombia. Pero un estudio contratado en 2014 por la Aerocivil concluyó que se necesita contratar más personas con estas funciones. Como resultado, un decreto de noviembre de ese mismo año ordenó vincular 45 inspectores más. Un año después, sin embargo, la entidad todavía no cuenta con ellos. La Acdac considera, incluso, que el país necesita un mínimo de 100 inspectores.

Una tercera razón tiene que ver con los estándares de seguridad de las avionetas, en especial las privadas. Siete de las 17 que se han accidentado este año son de servicio particular, y los siniestros se han debido, según la Aerocivil, a “factores humanos”: errores de maniobra, cansancio o incumplimiento de los lineamentos básicos de seguridad. En Colombia se ha vuelto común que los dueños de avionetas privadas lleven más pasajeros de los permitidos, lo cual implica enormes riesgos. Sobre el accidente de la semana pasada en Chocó, el propio director de la Aerocivil, Gustavo Lenis, dijo: “Yo creo que el avión estaba un poco pesado”.

A todo esto se suma que personas que no tienen permiso para volar hacen el 17 por ciento de los vuelos. Un representante de la Acdac le dijo a SEMANA que “hay una guerra del centavo en la aviación” y que “los pilotos de aviones pequeños ponen en riesgo su vida para asegurar su puesto de trabajo”. Agregó que “el Estado ha renunciado a sus responsabilidades y dejó todo en manos de las empresas”.

El capitán Freddy Bonilla, secretario de seguridad aérea de Aerocivil, dice que no se le puede achacar todo al Estado. “La mayoría de los accidentes resultan de un factor humano. Puede ser por culpa del piloto o por incapacidad de maniobra”, dice. A eso se suma que en la modalidad privada hay más flexibilidad para operar. Además, recuerda que solo 0,01 por ciento de los vuelos terminan en accidente, tasa, según él, que representa una disminución respecto al pasado. Los accidentes, no obstante, por pocos que sean, no se pueden volver costumbre.