CONFLICTO
ELN: En busca de la 'paz completa'
Si Santos logra desmovilizar también a los elenos habrá conseguido moñona, algo que representaría el verdadero fin del conflicto.
El miércoles pasado, al final de la tarde, varias personalidades acudieron a la Casa de Nariño para una reunión reservada con el presidente Juan Manuel Santos. El mandatario quería escuchar ideas y puntos de vista útiles para jugar de la mejor forma sus cartas en el relanzado proceso de paz con el ELN. Así que mientras que la plaza de Bolívar se iba colmando de miles de indígenas, víctimas y campesinos que gritaban al unísono ¡No más guerra!, en palacio avanzaba un encuentro con miras a encontrar la ruta cierta hacia lo que el gobierno ha llamado la “paz completa”, es decir, un acuerdo que incluya a toda la guerrilla.
En la reunión estaban el senador Horacio Serpa, los académicos Alejo Vargas y Carlos Medina, el arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, el abogado Jaime Bernal Cuéllar, el excomandante del ELN Carlos Velandia y los funcionarios de Presidencia Frank Pearl, Luis Eduardo Garzón y José Noé Ríos. Todos, de una u otra forma, profundos conocedores del Ejército de Liberación Nacional. Al presidente le preocupa evitar que en esta oportunidad –a dos años de concluir su mandato– el proceso con esa guerrilla fracase, como ha ocurrido una y otra vez con los gobiernos de turno en los últimos 23 años.
El propio gobierno ya asimiló la dificultad de avanzar en un diálogo con el ELN. Al fin y al cabo, fueron necesarios dos años de discusiones secretas para concertar una agenda. Y el 30 de marzo pasado, en Caracas, los representantes de ambas partes anunciaron el comienzo de una mesa de negociaciones en torno al Acuerdo de Diálogos para la Paz de Colombia entre el Gobierno y el ELN, una agenda de seis puntos. Pero en la rueda de prensa que siguió salió a flote el problema del secuestro y con ello el arranque de la mesa se trabó por seis meses. Esta semana, nuevamente desde la capital venezolana, se relanzó con el anuncio de que la fase pública de negociación empezará en Quito, Ecuador, el próximo 27 de octubre.
Destrabar la mesa no fue nada fácil, y en ello la Iglesia católica jugó un papel clave. El padre Darío Echeverri, secretario de la Comisión de Conciliación Nacional, y el arzobispo Monsalve realizaron encuentros con el ELN en inmediaciones de Arauca y en Caracas para tratar de remover los obstáculos. Por su parte, el gobierno mes a mes envió emisarios a varias cárceles y a la capital venezolana para adelantar reuniones con los elenos. Mientras Santos exigía la liberación de todos los secuestrados, el ELN sostenía que ese era un punto de la agenda y percibía la exigencia como una jugada de “debilitamiento estratégico”. El obstáculo se superó con actos de lado y lado. La guerrilla ha liberado a varios secuestrados y se compromete a entregar a dos personas más antes del 27, probablemente una de estas será el excongresista Odín Sánchez Montes de Oca. Además, recabará entre sus frentes información sobre otras personas que estarían en su poder. El gobierno, entre tanto, excarcelará a varios cuadros del ELN, algunos para que se sumen a la mesa, y revisará las condiciones de reclusión de otros.
Tratándose del ELN, no son avances menores lograr las liberaciones y otros gestos como la tregua temporal que decretó por el plebiscito. Aunque el grupo guerrillero no tiene más de 2.000 hombres en armas distribuidos en seis estructuras, y tiene presencia en unos 100 municipios (de 1.100 que tiene el país) su poder destructivo es innegable y concretar un acuerdo es más que complejo. A diferencia de las Farc, unificadas bajo una estricta línea de mando vertical, el ELN se distingue por su estructura federal con fuertes mandos regionales o frentes de guerra. “La dirección nacional y el comando central garantizan la unidad de la organización, pero al no ser tan determinantes tienen que tener muy en cuenta la opinión de los jefes regionales. De ahí también que las decisiones del ELN sean tan lentas y que una voz disidente pueda ser una piedra en el zapato”, explica Mario Aguilera, investigador del Grupo de Memoria Histórica. Los elenos, surgidos en 1964, tienen una fuerte carga ideológica guevarista-leninista-marxista, y una profunda influencia cristiana proveniente de la llamada teología de la liberación. Por ello son muy radicales y maximalistas a la hora de negociar, por lo que esta nueva flexibilidad en su postura resulta esperanzadora para un proceso de paz.
Y otro rasgo que caracteriza al ELN es su arraigo popular. “Su base social puede ser más sólida y amplia que la de las Farc”, considera un asesor del gobierno en la materia. Por eso, es posible deducir que en la decisión del grupo de ir a la mesa influye que el proceso de paz arranque cuando la sociedad se está tomando las calles y plazas del país, por cuenta de la conmoción por el fracaso del Sí en el plebiscito y el pavor de que se diluya el acuerdo con las Farc.
La agenda para tratar con el ELN, de seis puntos, parece breve. Pero por su generalidad encierra el peligro de tornarse en una discusión sin fin. Los tres últimos (Víctimas, Fin del conflicto e Implementación) ya fueron desarrollados en el acuerdo de La Habana, incluso con el mismo título. El quid, por consiguiente, está en los tres primeros:
1. Participación de la sociedad, 2. Democracia para la paz, y 3. Transformaciones para la paz. Aunque con otras palabras, los tres también fueron abordados en el acuerdo con las Farc. Ahí también habría un terreno abonado.
Por todo ello, surge la posibilidad de que ambos procesos se complementen en beneficio mutuo. Dos mesas y un solo proceso, dicen varios analistas. De hecho, un subpunto de la agenda de Quito habla de establecer mecanismos de coordinación y sincronía con la mesa de La Habana. “El ELN tiene una desconfianza radical hacia el establecimiento, pero si el presidente salva el acuerdo de La Habana y cumple la palabra, el proceso de Quito avanzará.”, dice monseñor Monsalve. Esto porque una de las críticas más reiteradas a La Habana es que fue un diálogo aislado y a puerta cerrada, y el ELN está planteando una discusión abierta y con amplia participación de la sociedad.
Para lograrlo el presidente necesita, por un lado, continuar recogiendo las propuestas del No, pero también conformar una delegación tan destacada como la de La Habana para que negocie con el ELN. Santos la está diseñando con estas consideraciones: que sea pequeña, pero de muy alto nivel, que haya allí una mujer y también un militar.
La mesa de Quito funcionará en un recinto que prepara el gobierno de Rafael Correa a las afueras de la capital ecuatoriana, pero el proceso, como lo dicta la agenda, estará volcado en el país. A más tardar el martes el ELN definirá quiénes integrarán su delegación (muy probablemente entre estos estará Juan Carlos Cuéllar, hoy preso en la cárcel de Bellavista, en Medellín). El gobierno conformará su equipo también en los próximos días. “Este llega a la mesa con especial entusiasmo: percibe voluntad política en el ELN, la agenda es posible, el mensaje claro de la sociedad es que la guerra no va más. Hay un camino cierto hacia la reconciliación y pienso que la guerrilla ha incorporado esa lectura. Por supuesto, la negociación va a ser difícil, pero se puede lograr mediante la unión de voluntades que tienen un mismo interés, en este caso: la paz”, dice José Noé Ríos, exministro de Trabajo y uno de los emisarios del gobierno que trabajó destrabando el proceso.
Algunas voces, como la del senador Antonio Navarro, piden, para lograr un ambiente que la impulse y posicione, que la mesa de Quito arranque por el final: por un cese al fuego concertado que se sume al bilateral de gobierno y Farc, para poner al país por primera vez frente a una ventana de paz multilateral. El paso concreto e inequívoco hacia la reconciliación completa.