ENTREVISTA
“Aquí, para defender a un niño, se mira de quién es hijo”
José Crisanto Gómez habló con Semana.com sobre los sucesos que dieron origen a 'Operación E'.
Desde que los guerrilleros de las FARC le entregaron un bebé enfermo al campesino José Crisanto Gómez y le encargaron su cuidado, su vida tomó tintes cinematográficos.
Semana.com: ¿Piensa mostrarle ‘Operación E’ a sus hijos?
José Crisanto Gómez: Ellos están muy ansiosos por verla. Aún recuerdan palpablemente cómo ese niño hambriento y maltratado llegó esa tarde y nos cambió la vida.
Semana.com: ¿Qué opina del intento de censura que sufrió la película?
J. C. G.: Yo creo que en nuestro país tenemos suficiente con los derechos que los grupos ilegales nos vulneran como para que nos vulneren uno más, el de la libertad de expresión.
Semana.com: Tras pasar cuatro años en la cárcel, ¿se arrepiente de algo?
J. C. G.: Nunca. A pesar de todo lo que me ha tocado vivir a mí y a mis hijos, sigo convencido de que hice lo que debía. Sabía que yo era la única esperanza de vida para Emmanuel.
Semana.com: Desde que quedó en libertad, ¿qué ha estado haciendo?
J. C. G.: He continuado luchando, pero he tenido muchos problemas de seguridad. Por eso no he podido trabajar públicamente. Vivo con mis siete hijos y quiero seguir escribiendo. Es lo que más me gusta, lo que me apasiona.
Semana.com: ¿Y sobre qué escribe?
J. C. G. : Tengo mucho que contar sobre la realidad nacional, lo que se vive diariamente lejos de lo que se llama la civilización. Donde se vive la crudeza de este conflicto es a la orilla de los ríos.
Semana.com: Usted dice tener problemas de seguridad, ¿cuáles?
J. C. G.: Salvar la vida de Emmanuel me trajo muchas amenazas. Cuando se descubrió que este niño era el hijo de la señora Rojas, las FARC me declararon objetivo militar. Luego, en la cárcel tuve muchas amenazas directas de miembros de esa guerrilla y últimamente he tenido llamadas intimidantes. Todo esto ha afectado mucho a mis hijos: siete niños que hoy tienen un miedo insuperable. Temen por mi vida y temen por ellos.
Semana.com: Alguna vez sus hijos le han dicho qué opinan de su decisión de no entregar a Emmanuel a las FARC.
J. C. G.: Ellos me dicen: 'Pá, usted haber hecho tanto por ese niño sin saber quién era y por eso tener que ir a la cárcel'. Me reclaman porque lo perdimos todo y ahora no pueden ser niños normales. Les tocó sufrir mucho mientras yo estuve privado de la libertad.
Semana.com: ¿Cómo fue ese difícil proceso para sus hijos?
J. C. G.: Cuando la Fiscalía los saca del programa de protección, los lleva a una parte lejana y los deja en un lote de tierra como si fueran conejos. A mis niños les tocó aguantar hambre y desnudez y ese era el mayor tormento que yo tenía. No me cabe la menor duda de que en este país hasta el derecho de los niños está estratificado, para defenderlos se mira de quién son hijos, los pobres no tienen derecho a nada.
Semana.com: Se dijo que Emmanuel fue retirado de su custodia por maltrato, ¿podría aclarar eso?
J. C. G.: El comandante guerrillero ‘Martín Sombra’ narró cómo al bebé se le fracturó el brazo al nacer y cómo contrajo lesmaniasis. Incluso, él mismo fue el partero. El maltrato viene desde ahí. Yo lo único que hice fue brindarle afecto y cariño a Emmanuel. Yo tenía cinco hijos y ninguno ha sufrido maltrato.
Semana.com: Usted niega el maltrato pero también fue acusado de secuestro...
J. C. G.: ¿Secuestro?, ¿para qué iba a secuestrar a un niño si tenía cinco y dos más que venían en camino? Es algo que no he podido entender. Tratan de culparme por algo que no hice, ¿qué secuestrador va a poner en custodia a su víctima en una institución del Estado? Es absurdo. En Colombia aprendí que se es culpable hasta que no se demuestre la inocencia.
Semana.com: ¿Qué recuerda de Emmanuel?
J. C. G.: Recuerdo tantas cosas pero quizás lo que más me impactó fue su llegada. Cuando me lo entregaron, el pequeño estaba muy cansado y yo le dije a la mamá de mis hijos: “Dale colada de plátano con un poco de leche”. Se tomó un biberonado en un minuto, le dimos otro y ese también se lo tomó todito. Tenía mucha hambre y durmió hasta el otro día. Era muy entendido, muy lindo, bastante activo.
Semana.com: ¿Cómo se enteró de que el niño que usted cuidó era el hijo de Clara Rojas?
J. C. G.: Yo ya estaba en la parte urbana, había sido desplazado, trabajaba en una empresa de construcción y debuté en la política como representante de los desplazados. Cuando escuchamos la noticia del niño de Clara, polemizábamos entre amigos. “Debe estar en Ecuador, no, eso lo tienen en Venezuela”, decíamos, pero nunca imaginé que era el mismo niño que yo había sacado de la selva. Nada más al recordar las condiciones en que lo llevaron me parece absurdo, llegamos a pensar que era de una persona que tal vez habían matado o el hijo de algún comandante. Cuando un defensor regional me dijo que era el hijo de Clara Rojas yo no podía creerlo.
Semana.com: Una vez confirmada la noticia, ¿cuál fue su reacción?
J. C. G.: Ya era tarde en la noche y veía las noticias todavía confundido, pero lo más impactante fue cuando Álvaro Uribe, en su afán de meterle un golazo a las FARC y a Chávez, ni siquiera omitió mi nombre, lo dijo públicamente, hasta el número de la cédula.
Semana.com: Así como conocer a Emmanuel lo transformó, ¿podría decirse que la película cambió su vida?
C. J. G. : El solo hecho de estar aquí, frente a los medios, ya es algo muy novedoso. Es bonito. Pero lo que más quiero no es que la película cambie mi vida sino que transforme la forma de pensar de millones de personas. Que tengamos otro concepto del desplazado, no creamos que el campesino es indeseable, guerrillero o aliado de ellos. En esa zona se vive en una total opresión. Veo esta película como un homenaje a la población desplazada.
Semana.com: ¿Se considera un héroe?
J. C. G.: La verdad no. Me considero una persona con muy buenos principios, con un sentido de la solidaridad y con un profundo amor y respeto por la vida. Quizás hay muchos héroes en este absurdo conflicto, en el que hablamos de más de cinco millones de desplazados y yo sigo siendo uno de ellos.