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La senadora liberal Viviane Morales renunció hace pocos días a la codirección de su partido y hace unas semanas Carlos Fernando Galán hizo lo mismo en Cambio Radical. La razón de ambos fue la entrega de avales a personajes cuestionados. | Foto: Guillermo Torres

POLÍTICA

Avales, todo un chicharrón

El apetecido poder de entregar avales se convirtió en el ‘coco’ de los directores de los partidos. Entregarlos y quitarlos es un problema.

4 de julio de 2015

En vísperas del cierre del plazo para inscribir candidaturas a las elecciones de octubre, la feria de los avales está en furor. Esa figura es un gran activo para los partidos políticos. Definir quién va y quién no, en las listas y tarjetones, es una función que les da un gran poder a los directores de los partidos. Se supone que esa figura fortalece el espíritu colectivo y es un antídoto contra los caudillos, los candidatos de chequera abultada y de dudosa procedencia, y las aventuras personalistas. Un antídoto contra la politiquería.

Pero también son una papa caliente. Los directores ya no saben qué hacer para disfrutar de su poder y, a la vez, controlar tanto candidato cuestionado que busca la bendición de sus partidos. Es tal el desgaste, que algunos prefieren renunciar a la dirección.

Eso fue lo que hizo hace pocos días la senadora liberal Viviane Morales y que desató una crisis en la dirección del partido. “Sin duda el otorgamiento de avales no puede reducirse a una pura mecánica electoral”, escribió la senadora en su carta de renuncia a Horacio Serpa. “Muchos de los avales que se están otorgando por el partido responden a otro tipo de razones que no se avienen precisamente con el alto interés público” agregó. La incomodidad de la senadora viene desde que el partido le dio el aval a Luis Pérez para la Gobernación de Antioquia y a Didier Tavera para Santander. Aunque Serpa le contestó y señaló que todos los avales se han otorgado con criterios éticos. Pero de acuerdo con un informe de la Fundación Paz y Reconciliación, hay 17 aspirantes cuestionados con aval liberal.

Lo grave es que no es la primera renuncia por cuenta de lo mismo. Carlos Fernando Galán dejó el cargo de director de Cambio Radical hace unas semanas cuando el partido le entregó el aval a Oneida Pinto para la Gobernación de La Guajira. El senador dijo que no podía estar a la cabeza de un partido que no respeta los trámites para entregar avales. En su lugar llegó el representante Rodrigo Lara.

Que dos directores de partidos que forman parte de la Unidad Nacional decidan dar un paso al costado reafirma que el mecanismo de los avales tiene sus bemoles. ¿Aceptar a todo el que tiene votos, para ganar por ganar? ¿Renunciar a quien los tiene, aunque no tenga una condena, porque hay denuncias en su contra? Con frecuencia hay diferencias entre la percepción de los medios y lo que se percibe en las regiones, donde se les ejerce a los directores de los partidos una gran presión para que incorporen a los caciques locales. Y con frecuencia esas dos perspectivas caen en conflicto.

Eso le pasó a David Barguil, director del Partido Conservador, cuando intentó oponerse a la candidatura de Arnulfo Gasca para la Gobernación de Caquetá. El ‘patrón de patrones’, como conocen a Gasca por un video en el que aparece rodeado de armas y escoltas, ha tenido acusaciones por presuntos nexos con el narcotráfico, pero hasta ahora nada ha sido demostrado. Cuando en 2011 intentó conseguir el aval de los azules, se lo negaron y ahora volvió a pedir pista y el partido, casi por unanimidad, lo avaló. El único que dijo que no fue Barguil. “Desde el principio he dicho que debemos alejarnos de esas candidaturas pero esta vez perdí la pelea”, señaló.

La trampa de los avales no es la única en la que se están tropezando los partidos.  A los candidatos que se presentan por firmas también los están poniendo contra la pared. El mecanismo que se inventó en la Constitución del 91 para evitar el imperio del bolígrafo y de las maquinarias y permitir que un ciudadano cualquiera pudiera aspirar a un cargo público aunque no tenga un aval, se ha convertido en atajo para eludir normas creadas para fortalecer los partidos. Se ahorran el lío de la doble militancia, empiezan a hacer sonar su nombre en las calles mientras recogen las firmas –y en tiempos en los que la ley no permite todavía las campañas proselitistas– y tienen la ventaja de presentarse como candidatos frescos, aun en casos en los que lo que hay detrás son políticos experimentados.

La gran pregunta es si las normas y las reformas de todo tipo bastan para cambiar el comportamiento de los partidos en lo que se refiere a diseñar listas de candidatos idóneos y sin tacha. O si, en cambio, se necesitan figuras como Viviane Morales y Carlos Fernando Galán para hacer valer sus criterios. Por lo pronto, la feria de los avales para las elecciones de octubre no ofrece muchas posibilidades hacia el optimismo.