La política ha impregnado de tal manera todas las esferas de la vida en Barranquilla que hasta la elección de la reina del Carnaval se ha convertido en un pulso de poder entre las familias de tradición política en la ciudad. Así ha ocurrido en los tres últimos años, cuando han sido escogidas niñas de las familias Char (2012), del senador Efraín Cepeda (2013) y del senador Roberto Gerlein (para 2014).
Desde 1918, cuando se eligió la primera, ser reina del Carnaval ha sido una ilusión de casi todas las barranquilleras. A tal punto que, como dicen en la ciudad, primero aprenden a bailar y después a caminar. Es extraño encontrar alguna que no participe en las comparsas de los clubes sociales y en los más de 500 grupos folclóricos y de danza que desfilan durante los cuatro días que duran las fiestas.
Este año el inconformismo con la elección de la reina salió a flote cuando Laura García Caballero, una de las aspirantes, envió una carta a los miembros de la Fundación Carnaval pidiendo que no tuvieran en cuenta su nombre porque no tenía las garantías necesarias y que en la elección iban a prevalecer intereses políticos.
Las tres candidatas para reina del Carnaval de 2014 curiosamente son hijas de tres exreinas y de personas con el poder político y económico de la ciudad. Laura García Caballero es hija de la exreina Mireya Caballero (1983) y del hoy gerente de Cormagdalena, Augusto García, quien además ha sido cónsul en Madrid y senador.
Cristina Felfle Fernández de Castro es hija de la exreina Maribel Fernández (1987) y de Antonio Felfle, presidente de Asoportuaria, la asociación que agrupa a todos los puertos de Barranquilla. Y María Margarita Díazgranados Gerlein es hija de la exreina Margarita Gerlein (1988) y nieta del empresario Julio Gerlein, hermano del senador Roberto Gerlein.
María Margarita fue la elegida el lunes 9 de septiembre en la tarde. Y ese mismo día, en la mañana, se conoció la carta de Laura, hija del gerente de Cormagdalena. Si bien no fue explícita en decir cuáles eran los intereses políticos detrás del reinado, en círculos políticos se tenía claro que la elección ha estado matizada por la polémica del manejo de la carga portuaria.
El gobierno nacional está contemplando la posibilidad de darles ventajas en materia aduanera a exportadores e importadores que carguen en fondeo, es decir sin tocar los puertos. El tema ha causado gran malestar en La Arenosa.
Y en el centro de la polémica han estado Augusto García, padre de Laura, quien está de acuerdo con el cargue y descargue en fondeo como una modalidad que revitalizaría la navegación por el Magdalena e implicaría menores costos para los exportadores. Así mismo, Antonio Felfle, padre de Cristina, se opone a ese procedimiento porque sería una ventaja para empresas que no han invertido en infraestructura portuaria y afectaría los ingresos de la ciudad.
En la ciudad, en general, cae mal la idea porque la ilusión de los barranquilleros es convertirse en la capital del TLC y si la carga que viene del interior del país por el río Magdalena no toca los puertos, no serán tan estratégicas las inversiones en infraestructura.
Por eso cuando se conoció la posición favorable de Augusto García a una medida que es considerada lesiva para La Arenosa, se comenzó a decir que “se había tirado el reinado de su hija”, que Laura no sería la reina del Carnaval aunque se sabía que era la más opcionada porque fue capitana, reina infantil y pertenece a una familia carnavalera.
La carta de Laura sorprendió porque en Barranquilla saben que quien aspira debe someterse a las reglas. Carla Celia, directora de la Fundación Carnaval, dice que el reinado es intocable y la escogencia de la reina no tiene nada que ver con intereses políticos, que es una tradición escoger candidatas de los clubes y de las familias pudientes económicamente porque deben financiar todos los gastos que incluyen vestidos, disfraces, viajes, la comitiva y más de 40 presentaciones.
La directora de la Fundación concluye que la reina es un ícono, simboliza a las clases pudientes, la elegancia, el buen gusto y la educación. Y la contraparte de ella es el Rey Momo, su acompañante, que es de origen popular y simboliza las tradiciones culturales con mucho arraigo. En ellos están simbolizados los sectores sociales.
Un personaje reconocido de la ciudad ha sido crítico de esta tradición y dice que la verdadera reina del Carnaval debía ser “una reina de placeres, exuberante, que simbolizara la lujuria de los cuatro días de desenfreno y entrega a los placeres carnales antes del miércoles santo y no una niñita elegante, acompañada por el obispo, el comandante de Policía y las autoridades civiles, porque el Carnaval simboliza la transgresión”.
Otro estudioso del Carnaval, Mariano Candela, agrega que este tiene en sus raíces un sentido subversivo que busca trastocar la cotidianidad, y por eso es una paradoja que se cierna un halo político alrededor de la elección.
La historia de las reinas del carvanal ha dejado huella: lo han sido, entre otras, la diseñadora de moda Silvia Tcherassi, la actual directora de la Cámara de Comercio María José Vengoechea, Katia Nule (esposa del exalcalde Alex Char), María Cecilia Donado, exviceministra de Turismo, Daniela Donado, presentadora y actriz, y Gisele Lacouture, cantante.
Es tan arraigada la costumbre de nombrar reinas de familias influyentes o económicamente pudientes, que ni el cura Bernardo Hoyos, el más iconoclasta de los alcaldes se atrevió a cambiar esa tradición centenaria. Pero como dice el popular Joselito: “Carnaval sin bololó, no es Carnaval”.