RELIGIÓN

Beatificarán a monseñor Jaramillo y al “Mártir de Armero”

El papa Francisco aprobó la beatificación de los sacerdotes colombianos reconociendo su “martirio” al morir por "odio a la fe". Monseñor Jaramillo fue asesinado por el ELN, mientras que el padre Pedro María Ramírez fue víctima de la violencia después de la muerte de Gaitán. Estas son sus historias.

7 de julio de 2017
Mons. Jesús Emilio Jaramillo nació el 14 de febrero de 1916 en Santo Domingo, Antioquia. Mientras que el padre Pedro María Ramírez era oriundo de La Plata, nació el 23 de octubre de 1899. | Foto: Conferencia Episcopal

Han pasado décadas desde que los asesinatos de dos sacerdotes quedaron como rastro de la violencia en Colombia. Todavía se recuerda la sanguinaria muerte del sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, que ha sido llamado como el “Mártir de Armero”, y de monseñor Jesús Emilio Jaramillo, asesinado por el ELN. Precisamente después de estudiar sus casos y de un largo proceso el papa Francisco aprobó la beatificación de los sacerdotes colombianos.

Ellos fueron considerados por la iglesia católica como mártires, lo cual es suficiente para beatificarlos, no hay necesidad de comprobar milagros. Esto quiere decir que ellos murieron por "odio a la fe".

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La decisión está tomada por el Sumo Pontífice, solo resta decidir la fecha y quién lo hará. La visita del papa Francisco a Colombia se acerca y existe la posibilidad de que sea él mismo quien beatifique a los sacerdotes en su tierra.

Mons. Jesús Emilio Jaramillo nació el 14 de febrero de 1916 en Santo Domingo, Antioquia. Mientras que el padre Pedro María Ramírez era oriundo de La Plata, Huila, nació el 23 de octubre de 1899.

Las historias de los dos sacerdotes trascurrieron en periodos distintos de violencia en el país, a manos de asesinos distintos. El párroco de la iglesia San Lorenzo de Armero Pedro María Ramírez murió el 10 de abril de 1948 cuando Colombia ardía tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, las revueltas alcanzaron al padre Ramírez. Los asesinos, quienes estaban tomando la justicia por su propia mano, lo mataron con machetes por negarse a abandonar la ciudad.

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“En la asonada, un grupo de inconformes ingresó a la casa cural de la iglesia San Lorenzo de Armero y con machete y garrote destruyó imágenes de santos, mueblería y otros objetos con el pretexto de buscar unas armas que el padre Ramírez, párroco de esta iglesia, guardaba en el templo para contener la revolución. Las armas no aparecieron, pero esto no calmó a la multitud, varios hombres amenazaron de muerte al padre y a unas religiosas que lo acompañaban, algunos blandieron machetes y juraron usarlos. El día siguiente, 10 de abril por la tarde, al frente de la iglesia sonaron varias detonaciones, algunas de explosivos y otras de armas de fuego. Todo se hizo un remolino de gritos y humo, la gente se agolpó en un costado del parque principal, reclamaron que las bombas fueron activadas desde la iglesia y pidieron la presencia del padre. Un hombre apodado Mano de Ñeque, de nombre Camilo Leal, llegó al parque con el padre Ramírez atado a sus brazos. Leal le entregó el padre a la multitud, y esta lo atacó con machete y garrote hasta asesinarlo”, cuenta Andrés Felipe Ospina en su trabajo ‘El sacrilegio sagrado: narrativa, muerte y ritual en las tragedias de Armero‘.

Esta fue una de las primeras novenas del padre Pedro María, fue publicada por el vaticanólogo Hernán Olano en su cuenta de Twitter.

El asesinato de monseñor Jaramillo se dio más de 40 años después de la del párroco de Armero. En su momento SEMANA contó la historia de su muerte el 2 de octubre de 1989*.

"Cuando se conoció la noticia sobre el asesinato en Arauca de monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve a manos de un comando de guerrilieros del Ejército de Liberación Nacional, ELN, grupo liderado por el cura español Manuel Pérez, algunos pusieron en duda la afirmación. La duda no duró mucho. El testimonio que dieron las personas que acompañaban al obispo, así como las amanazas que le habían hecho llegar y el predominio indiscutible de este grupo en la región, se encargaron de darle total fundamento a la información .

"El lunes 2 de octubre, contó el padre Elmer Muñoz, viajábamos con el obispo en un campero por la carretera Fortul-Tame, en compañía del párroco de Cravo Norte, León Sarabanda; del párroco del Fortul, José Lubin Rodríguez; del seminarista Germán Iracoca y de la. secretaria Claudia Patricia Rodríguez cuando tres hombres vestidos de civil y que se identificaron como miembros del ELN nos pidieron a todos la identificación". Luego, retuvieron al obispo y al sacerdote Muñoz y dejaron en libertad a los demás miembros de la comitiva. A los tres guerrilleros se les unieron ocho que le reclamaban al obispo sus buenas relaciones con los militares. Después de esto le dijeron al sacerdote Muñoz que se podía marchar, porque ellos querían charlar con el obispo y enviar por su intermedio un mensaje al gobierno. El padre Muñoz no pensó que la amistad de monseñor con los militares le fuera a costar la vida. Así que se fue tranquilo. Sin embargo, le extrañó que monseñor Jaramillo le pidiera que antes de despedirse se confesaran mutuamente. Después de la absolución el padre Muñoz se marchó y ya no volvería a ver vivo al obispo. Al otro día, en compañía de unos campesinos, regresó al lugar donde habían estado el día anterior y se encontró, en medio de la hojarasca, con el cuerpo del obispo de Arauca que presentaba siete heridas de proyectil de fusil y que había sido despojado de su anillo y de su cadena.

La amistad del obispo con los militares no era gratuita. Jesús Emilio Jaramillo estudió en el Seminario de Misioneros Javerianos Extranjeros de Yarumales. Esta orden fue fundada en el país en 1927 por monseñor Miguel Angel Huiles y su patrono es Francisco Javier, un jesuita español que se fue como misionero al Japón.

La formación que se da en este seminario es esencialmente inclinada hacia la labor de las misiones. Por eso, cuando el obispo Jaramillo fue nombrado en Arauca, consideró que la única forma posible de neutralizar el trabajo de la guerrilla en la zona era haciendo un apostolado social. Al contrario de los curas modernos que prefieren hacer apostolado social inscribiéndose dentro de la "Teología de la Liberación", monseñor Jaramillo hizo el suyo de la mano de los militares.

Esta actitud irritaba a los del ELN que, en varias ocasiones, le habían mandado razones de que tenía que cuidarse porque lo iban a matar. El obispo no le paró muchas bolas.

Creía, como casi todo el mundo, que la única obsesión del ELN era la de la renegociación de los contratos de asociación. El hecho de que este grupo se la pasara volando tramos del oleoducto Caño Limón - Coveñas y secuestrando alcaldes, periodistas y políticos, para mandar siempre la misma razón: el gobierno colombiano tiene que renegociar la política petrolera parecía confirmarlo. En días pasados la realización del Foro Petrolero en el propio Congreso de la República, era ni más ni menos que un round a favor del ELN, por lo que muchos apostaron a que con esta actitud el gobierno haría entrar a los elenos en cintura y a replantear su posición frente al proceso de paz. Y otros más optimistas confiaban en que la actitud demencial. de los seguidores del cura Pérez se convertiría en una posición más sensata.

Unos y otros se equivocaron. A pesar de que los "ajusticiamientos", desde el de Jaime Arenas, han sido puntos en su contra, los elenos parecen no aprender la lección y no bajan la guardia. Así lo indicó el de Ricardo Lara Parada, en noviembre de 1985, y ahora el de monseñor Jaramillo.

En medio de la obsesión por las bombas de los mafiosos, la trascendencia de este crimen no alcanzó a ser registrada en su dimensión real. Pero la verdad es que pocas veces en la historia de la izquierda colombiana se había visto un crimen más injusto y horripilante.

Lo paradójico de todo este episodio es que el ELN ha estado toda la vida muy orgulloso de ser el grupo guerrillero que ha contado con más sacerdotes en sus filas. La figura y el pensamiento de Camilo Torres Restrepo en el ELN traspasó las fronteras nacionales. Pero, como dijera Antonio Caballero, en el epílogo al libro "El Cura Guerrillero", escrito por Walter J. Broderick, "es quizás en el movimiento guerrillero donde la acción y las ideas de Camilo Torres resultaron más espectacularmente inútiles"".

*Texto publicado originalmente el 6 de noviembre de 1989.