URBANISMO
Cambio de ‘look’ para la capital
Bogotá llevaba años sin renovarse. Varios proyectos están hoy en marcha para darle una nueva cara a la ciudad. ¿Por qué es importante?
Que Bogotá no tiene vías. Que le falta espacio público. Que no tiene hacia dónde crecer. Pero no se habla de que no se renueva, y allí puede estar una posible solución transversal a esos problemas. En efecto, a la capital solo le queda 2 por ciento de área de expansión, lo que ha llevado a muchos bogotanos a mudarse a los municipios vecinos. Por eso sorprende que la renovación urbana se haya quedado tan corta en la ciudad, sobre todo si se considera la cantidad de beneficios que podría traer.
Las cifras son desconcertantes. El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) vigente habilitó 2.912 hectáreas para renovar la ciudad, una extensión equivalente a la localidad de Engativá. Sin embargo, en los últimos 12 años las sucesivas Alcaldías solo aprobaron 67 hectáreas en planes parciales de renovación, es decir, 2,3 por ciento de lo establecido en 2004.
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Afortunadamente, los aires empezaron a cambiar. En año y medio el Distrito ha aprobado 190 hectáreas y adoptado tres planes parciales: el Triángulo Bavaria, la Ciudadela Nuevo Salitre y la Fábrica Bavaria. El del Centro Administrativo Nacional (CAN) ya tiene viabilidad y hay tres proyectos en formulación: el Voto Nacional, San Bernardo y la Alameda Entreparques. Este último megaproyecto es especialmente interesante, pues le apunta a conectar el espacio público del parque El Virrey con el de Los Novios y el Simón Bolívar, lo que incluiría también al barrio Polo Club. Además, hace pocos días el presidente Juan Manuel Santos y el alcalde Enrique Peñalosa lanzaron la estrategia de renovación urbana, económica y social del Bronx, que busca impulsar la seguridad, el comercio y la calidad de vida de la zona más deprimida de la capital.
Y es que la renovación es esencial para el adecuado desarrollo urbano. Como le dijo a SEMANA el secretario de Planeación, Andrés Ortiz, “no renovar la ciudad genera deseconomías, las zonas abandonadas se deterioran e incentivan la delincuencia y se desperdicia la inversión histórica en servicios públicos y malla vial”. Por eso, con vistas a densificar, la capital debe regenerarse sobre la base de que haya suficiente infraestructura pública, servicios de acueducto y alcantarillado y espacio público disponible o potencial. “Es deseable renovar las zonas en desuso por la migración de las industrias y las zonas cercanas a ejes de transporte público masivo, pues esto desestimula el uso del automóvil y contribuye a mejorar la movilidad”, explica Ortiz.
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Pero para avanzar en renovación urbana, el POT debe ir en la misma línea. No es suficiente aprobar los planes parciales sino que su ejecución debe concretarse, pues lo que más dificulta renovar sectores de Bogotá es la incertidumbre. La gente no quiere vender su predio para proyectos urbanísticos si no sabe exactamente cuánto tardará el proyecto o cuánto deberá esperar para tener su nueva vivienda. Planeación insiste en que la Empresa de Renovación Urbana (ERU) debe disponer de más recursos para socializar los planes con los habitantes y para gestionar los suelos. Por eso es fundamental que el nuevo POT plantee una ciudad multiusos, que integre la vivienda con el comercio y que permita las alianzas con diferentes actores para sacar adelante los proyectos.
Renovar una ciudad no es fácil. Pero hay casos exitosos que sirven de ejemplo, como el Plan Haussmann, que repensó a la desordenada París medieval, y el regenerado barrio Potsdamer Platz, que renació como centro de Berlín tras la caída del muro. No hay duda de que la tarea es compleja, requiere voluntad política, paciencia de la ciudadanía, proyección urbanística y músculo financiero, pero sus beneficios son enormes. Y tras una década estancada, Bogotá debe aprender la lección.