POLÍTICA
Elecciones 2018: ¿Por qué nadie quiere decir que es candidato?
Hablar con evasivas se ha convertido en el discurso de moda de los precandidatos a la Presidencia. La ambigüedad es una fórmula de defensa contra la incertidumbre política.
Las declaraciones de los aspirantes a la Presidencia, por estos días, se han vuelto predecibles. Frases como “aún no soy candidato(a)”, “espero que la gente sea la que defina mi aspiración”, “estoy listo(a) para servirle a la patria” y “no me interesan los temas de mecánica electoral” hacen parte de casi todas las entrevistas.
Uno de los lugares comunes más frecuentes es el que usó el exembajador Juan Carlos Pinzón con María Isabel Rueda hace una semana, cuando respondió: “Yo he estado pensando en ser candidato a la Presidencia, pero aún no he tomado esa decisión”. De manera similar y a pesar de que lleva meses recorriendo el país, Sergio Fajardo asegura que solo hasta después de mitad de año concretará si se lanza al ruedo o no. Y Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo, liberales, aseguran que están evaluando desde dónde podrían servirle más a Colombia y a la defensa de la paz, sin concretar definiciones sobre su aspiración presidencial.
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Una segunda respuesta recurrente es la que tiene que ver con la descalificación de los partidos tradicionales. La idea de las coaliciones entre vertientes diversas ha tomado fuerza, sobre todo después del plebiscito del año pasado. En últimas, la mitad del país respaldó en las urnas los planteamientos de la coalición del No y la otra mitad acogió la invitación a votar que hizo la coalición del Sí. Defender las alianzas ha implicado que muchos decidan no casarse con el aval de un partido. La exministra Clara López se refiere a una coalición de fuerzas alternativas como su plataforma. Humberto de la Calle, a una coalición de quienes apoyaron la paz. El exprocurador Alejandro Ordóñez asegura que busca el respaldo de una coalición que vaya “más allá del uribismo y el conservatismo”. Y Claudia López, Jorge Robledo y Antonio Navarro defienden una alianza independiente, en la que la propuesta central sea la lucha contra la corrupción.
Detrás de esas afirmaciones se encuentra también el deseo estratégico de desmarcarse de los partidos políticos y de los personalismos en un contexto en el que tan solo uno de cada diez colombianos se siente identificado con una colectividad y en el que los académicos coinciden en que el enfrentamiento entre ‘santismo’ y ‘uribismo’ es una de las causas por las cuales, en los últimos años, ha disminuido el apoyo de los colombianos a la democracia.
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Las divisiones que evidenció el plebiscito también generaron temor entre los candidatos a hablar sobre el tema de la paz, que había estado presente en la agenda política en los últimos años y que, en otro contexto, habría sido considerado el mayor logro en la historia política del país. Excepto aspirantes muy vinculados al proceso, como Humberto de la Calle, la exministra Clara López y la derecha representada en el uribismo, el resto de los que están en el sonajero no quieren asumir posiciones concretas sobre el tema. Antonio Navarro, de la Alianza Verde, asegura que “la paz ya se firmó y ahora el país debe pasar a otras prioridades”. Con él coinciden Robledo, Claudia López y Fajardo, para quienes la lucha contra la corrupción debe ser el proyecto prioritario. Pinzón, por su parte, asegura que la situación económica, la sensación de zozobra y la educación son los asuntos sobre los que hay que hablar, “porque son los grandes temas”. Lo paradójico de esas posiciones es que se refieren a la paz como una página que habría pasado el país con la firma del acuerdo, y ni siquiera hacen referencia a la implementación que –en buena medida– le corresponderá al gobierno entrante, gane quien gane.
También son temerosos al hablar del contenido de los acuerdos y en algunos casos plantean hacerles “ajustes”. Mientras pronunciarse en contra de la paz es políticamente incorrecto, defender el acuerdo con las Farc parece no ser electoralmente rentable. “Esa ambigüedad frente a la paz demuestra el interés de los aspirantes de no casarse con ninguno de los dos sectores que se conformaron en el plebiscito. En un momento de definiciones políticas, buscan pescar votos en ambas orillas y no perderlos en ninguna”, asegura el politólogo Francisco Gutiérrez.
Ese mismo interés en apuntarles a votos en diferentes nichos es la causa por la cual los candidatos prefieren las coaliciones y se refieren a los partidos como apoyos, más que como aval de sus candidaturas. Al anunciar que se lanzará por firmas, Alejandro Ordóñez aseguró que busca representar al Centro Democrático y al Partido Conservador, cuyo aval –que cualquier candidato de derecha se habría rapado en otro momento– no quiso aceptar. Fajardo tampoco quiso entrar a los verdes, partido del cual hizo parte en 2010, y prefirió construir el suyo propio. De La Calle tiene las puertas abiertas en su casa, la liberal, pero está considerando inscribirse por firmas. El vocero de Cambio Radical, Jorge Enrique Vélez, le dijo a SEMANA que la candidatura de su jefe, Germán Vargas Lleras, busca estar respaldada por listas al Congreso en las que –esperan– estén políticos del Partido Liberal, La U y otros sectores. El exembajador Pinzón dice que le gustaría tener el aval de La U, pero que la suya no es una aspiración partidista. Y Clara López prefirió salirse del Polo Democrático, a dar las peleas internas para competir con Robledo por la candidatura de las toldas amarillas. También recogerá firmas.
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Junto con el desdén partidista, la mayoría de candidatos asegura que son de centro. Pinzón, Clara López, los verdes y Fajardo insisten en que su propuesta se ubica en ese lugar del espectro. Para eso, son más los que evitan hablar bien o mal de cualquier gobierno. “La suma de estos tres presidentes, de Pastrana, de Uribe y de Santos, es lo que llevó a Colombia a salir de ser un Estado fallido, un país totalmente postrado. Pero no podemos tapar el sol con las manos. Aquí hay un momento difícil”, asegura el exembajador Pinzón mientras Fajardo reitera que la política “va más allá de las confrontaciones personales”.
Esas posiciones pueden tener que ver con planteamientos estratégicos, puesto que la mayoría de colombianos no se definen como de izquierda o de derecha. Sin embargo, lo paradójico es que el centro como propuesta ideológica no existe. “El votante de centro es el votante no ideológico, es una persona que, según las investigaciones en opinión pública, tiene menos interés e información sobre política que aquellos que se ubican en los extremos”, asegura Miguel García, director del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, para quien los candidatos que se presentan como de centro buscan no comprometerse con debates de coyuntura. Por eso, excepto la derecha que después de su triunfo en el No comenzó a reconocerse como tal, también caen en el lugar común de decir que no quieren enmarcarse en la polarización. En términos electorales la polarización izquierda-derecha no es clara: las cifras del observatorio evidencian que mientras en 2004, en una escala de 1 a 10 donde 1 es la izquierda y 10 la derecha, los electores se ubicaban en un valor de 6,6, hoy se ubican en un valor intermedio de 5,4. Y en términos políticos, asegura Francisco Gutiérrez, el proceso de paz permitió que sectores de izquierda se acercaran al centro al apoyar la reelección de un presidente liberal como Juan Manuel Santos. “No hay polarización, la izquierda es hoy más reformista y menos sectaria. Lo que hay es una radicalización de la derecha”.
Un último lugar común de la mayoría de los candidatos es asegurar que su mirada está más puesta en el futuro que en el pasado. Sin embargo, esa frase ha sido recurrente en la historia de las campañas en Colombia y el mundo. Por ahora lo único claro es que, a un año de las elecciones, el número de candidatos es tan alto y la incertidumbre política es tal, que la ambigüedad se mantendrá un buen rato.