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Santos le pone orden a la casa

El presidente reestructuró la Casa de Nariño para conducir al nuevo gabinete, alinear los esfuerzos por la paz y mejorar la deteriorada imagen del gobierno.

30 de abril de 2016
El nuevo sanedrín de altos consejeros presidenciales: Eduardo Díaz, para la Lucha Antidrogas; Paula Gaviria, Derechos Humanos; Carolina Soto, Competitividad; Luis Guillermo Vélez, secretario general; Rafael Pardo, posconflicto; Camilo Granada, Comunicaciones, y Juan Carlos Restrepo, Seguridad. | Foto: César Carrión

El reajuste en el gabinete ministerial no llegó solo. El presidente Juan Manuel Santos también hizo cambios en el grupo de sus más cercanos colaboradores, e incluso modificó la nomenclatura y la estructura de la Presidencia. Aunque en una primera impresión pareció un simple rebautizo de los cargos, con una dimensión más semántica que de fondo, al final quedó claro que se trató de una jugada complementaria a la del nombramiento de nuevos ministros.

A diferencia de las designaciones en el gabinete, las del equipo de la Casa de Nariño no tuvieron una motivación partidista, sino técnica. Un grupo de expertos de confianza que imponen un cierto equilibrio con los funcionarios de talante político que se sentarán en los despachos ministeriales. Santos regresó al concepto de lo que en otros países llaman un ‘gabinete de cocina’: asesores que le facilitan el trabajo de coordinar y vigilar la labor de los ministros.

La nueva estructura es más cercana a la que tradicionalmente había existido en la Presidencia. En primer lugar, por el cambio en la cabeza: ya no se llamará ministro de la Presidencia sino, otra vez, será secretario general. Y hacia el futuro no habrá ministros consejeros sino regresarán a la nomenclatura tradicional de altos consejeros. Esta figura asegura un menor perfil público, menos riesgos de repetición de funciones con las de los ministros, y mayor grado de control por parte del presidente.

El nuevo sanedrín estará encabezado por Luis Guillermo Vélez, exsuperintendente de sociedades. Uno de los más santistas entre los santistas, pues ha estado cerca del primer mandatario –en términos políticos– desde los inicios de su carrera. Su padre, el fallecido exsenador del mismo nombre, fue siempre un leal alfil de Santos en el Congreso. El nuevo secretario general tiene conocimiento de temas en diversos frentes, que van desde la economía hasta la paz. Pero el rasgo de su carácter que más influyó para su designación es su reconocido talento para el manejo político. Mientras el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, seguirá templando las riendas en el Capitolio, Vélez deberá mantener en cintura, con tino pero con rienda corta, al nuevo gabinete variopinto. Se le reconocen sus lazos no solo con las fuerzas de la Unidad Nacional, sino incluso con el expresidente Álvaro Uribe. Esta comunicación va a ser útil en el manejo de temas espinosos de la agenda futura, como la reforma tributaria que presentará el ministro Mauricio Cárdenas.

El equipo de Palacio es particularmente fuerte en el tema de la paz. Basta analizar los nombres para reiterar que los dos años y tres meses que le quedan a Santos en el despacho presidencial se concentrarán en finalizar las negociaciones con las Farc, ponerlas en práctica, e iniciar los diálogos formales con el ELN. Sergio Jaramillo, en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz; Rafael Pardo, con el mismo rango, para el Posconflicto; Paula Gaviria, en la de Derechos Humanos, y Alan Jara, en la de Víctimas, serán los encargados de sacar adelante el programa bandera de la Presidencia de Juan Manuel Santos.

En la nueva nómina, finalmente, hay un remezón en el campo de las comunicaciones, que se ha considerado una de las áreas de gestión más débiles del gobierno. Camilo Granada será el alto consejero. El nuevo consejero tiene perfil de estratega con amplia experiencia en el sector privado en consultoría sobre estas materias. Granada llega en un momento crítico de la imagen presidencial, que a la vez es decisivo para el legado de la gestión de Santos. Si no se modifica el adverso clima de opinión que hoy rodea al presidente, se podría llegar a poner en tela de juicio, incluso, la culminación del proceso de paz. En especial, si Santos insiste en llevar los acuerdos a un plebiscito o referendo que, hoy por hoy, no sería fácil de ganar.

La tarea para el equipo de relevo, posiblemente el último de la era Santos en la Casa de Nariño, no es nada fácil. Pero, al menos en el corto plazo, los nuevos rostros llevarán a la Presidencia una paz laboral que se había alterado por los múltiples conflictos de los últimos meses.