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Cautiverio interminable
Sólo una de las víctimas del secuestro de El Torno no ha regresado a casa. A su padre, el ex concejal de Barranquilla Orlando Rodríguez, le cambió la vida.
Para Orlando ‘El Cachaco’ Rodríguez lo que comenzó como un paseo familiar en lancha por la Ciénaga de El Torno, el domingo 6 de junio de 1999, va en una transformación radical de su vida personal y política. Porque el mundo no puede ser el mismo después de permanecer 20 meses retenido junto con su hijo por un grupo guerrillero, ser liberado y tener que dejar al hijo en poder de los secuestradores. Y porque después de 20 cómodos años en su curul del Concejo de Barranquilla ahora, a los 53 años, decide dar el salto al Congreso para denunciar todo lo malo que la clase política —esa a la cual él dice pertenecer todavía— le ha hecho a Barranquilla y al país.
Pero la vida no sólo cambió para Orlando Rodríguez Saavedra sino también para su hijo Boris Fabricio Ernesto Rodríguez Martínez, ingeniero civil de 31 años, quien lo acompañaba aquel domingo y que este mes completa dos años en poder del Ejército de Liberación Nacional, siendo el único de los civiles retenidos en ese secuestro masivo que aún sigue con sus captores.
Boris nació en 1970, año en que el escritor ruso Boris Pasternak ganó el Nobel de Literatura, de ahí su primer nombre. Fabricio por el dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) de Venezuela, Fabricio Ojeda, que en ese mismo año fue hecho prisionero y asesinado por las fuerzas de seguridad de su país, y Ernesto por el Che, por supuesto. El hermano de Boris, quien estaría haciéndole compañía en su cautiverio si se hubiese apuntado al paseo en lancha, se llama Camilo. Sobra decir por quién.
¿Cómo es que un concejal que comenzó su carrera política en Barranquilla con el grupo del liberal Emilio Lébolo, y que se hizo reelegir por tantos períodos —los cinco últimos como candidato independiente— tiene tal devoción por los líderes revolucionarios? ¿Y cómo es que ese político cae en poder de un grupo insurgente?
Todo empezó porque el inquieto bachiller del Colegio de Boyacá (“el más antiguo del país”), nacido en la fría Tunja, ingresó a las filas del MIR y éste le asignó la tarea de crear una célula y formar cuadros políticos en la ardiente Arenosa. Así llegó a la Universidad del Atlántico (“también pública, como el colegio”), estudió economía, presidió durante toda la carrera el consejo estudiantil, viajó (“varias veces”) a Cuba y cumplió la misión encomendada.
Sin embargo, al terminar los estudios, se dedicó al ejercicio profesional, conoció a la ‘seño’ Julia Martínez, connotada educadora barranquillera, se casó con ella y tuvieron a Camilo y a Boris. Cuando éste tenía 6 años Orlando salió elegido por primera vez al Concejo y luego volvió a salir, una y otra vez, hasta el año pasado, cuando, debido a su secuestro, no pudo participar en las elecciones.
El pais de antes y despues
De seguro hubiera resultado elegido para un nuevo período pero él dice que su historia, y la del país, se divide en dos a partir de los secuestros masivos. Aunque el entonces concejal no estaba siendo perseguido por el ELN y su plagio fue producto del azar, al caer en una de las llamadas ‘pescas milagrosas’, Rodríguez analiza de esta forma el hecho:
“Nosotros hacemos parte de un proceso histórico, porque una cosa era Colombia antes de los secuestros masivos de la iglesia de La María, del Fokker de Avianca y de El Torno, y otra cosa es lo que será después de esto. Estamos seguros de que la paz con el ELN va a venir muy pronto”. Lo dice con el mismo convencimiento que tiene de que Boris será liberado en cualquier momento “porque el ELN es una organización seria, y así como a mí me exigieron unos compromisos que yo cumplí, ellos también van a cumplir”.
Esos compromisos a los que se refiere Rodríguez son las condiciones que su familia acordó con el ELN a cambio de su liberación, tras un ‘juicio político’ que este grupo le hizo por ser representante de la clase política, y que conoció todo el país: la pavimentación de vías en los barrios Santo Domingo y San Luis, la dotación de bibliotecas públicas, la sistematización de los 60 núcleos escolares de Barranquilla (ya ha conseguido los recursos para 57 de los 60) y la gestión de ayuda para las asociaciones de desplazados que hay en la ciudad.
“Antes del secuestro yo no tenía ni idea de la cantidad de desplazados que había ni de las necesidades que pasaban. Ahora estoy dedicado en cuerpo y alma a ayudar a esta gente”.
Pero ¿qué relación hay entre el cumplimiento de estos compromisos y la liberación de Boris?
“El está a la espera de que los altos mandos tengan en consideración las actuaciones mías luego de haber sido liberado y yo creo, conociendo como conozco a esas directivas, que en pocos días Boris estará gozando de la libertad”.
No critica al ELN, pues dice que “están en su lucha” y acepta que vigilen si cumple sus compromisos. Para hacerlo Rodríguez ha tenido que tocar muchas puertas.
“Ha sido bastante difícil porque los políticos tenemos influencia mientras tengamos curul pero yo ahora soy un ex concejal. Afortunadamente la administración de la ciudad ha sido consecuente y ha colaborado para que se hagan estas obras, pero mientras uno no tenga tribuna ni micrófono no le paran bolas. Incluso de pronto un día de estos me ven encadenado a las puertas de la Defensoría del Pueblo pidiendo algo, porque esa es la salida que tienen los ciudadanos comunes y corrientes aquí y en cualquier parte del país para protestar y hacerse sentir”.
¿Y sus compañeros de la clase política cómo se han portado?
“Esos compañeros son como San José. Dicen que San José era buena persona pero mal carpintero, entonces estos muchachos de la política, sobre todo en el Atlántico y en Barranquilla, son buenas personas pero malos amigos”.
El ex concejal cuenta lo que hicieron sus ex compañeros del Concejo mientras él estuvo secuestrado: “Hubo presiones a mis amigos políticos para que se salieran de mi grupo. Les decían que ‘El Cachaco’ estaba secuestrado y seguramente no iba a volver porque lo iban a matar. Hicieron toda clase de patrañas para quitarme el electorado, pero yo tengo una trayectoria de más de 20 años y la gente me sigue respaldando”.
Por algo comenzó a bautizar ‘pelaítos’ desde los años 70 y hoy son 460 los ahijados y ahijadas, muchos de ellos mayores de edad, ya votantes, a los que Orlando Rodríguez y su esposa Julia han tratado siempre de ayudar.
Por ser un hombre público, Rodríguez considera que su secuestro perjudicó a muchas más personas que su familia y amigos, y para compensar ese daño los Rodríguez están impulsando la creación de una organización no gubernamental que llamarán ‘Perjudicados por el secuestro y la violencia’.
“Yo voy a seguir participando en la vida política, pero desde otra óptica. Ya no en la política del contubernio, del ‘arreglo’, del codazo, sino haciendo un alto en el camino y recapacitando sobre las cosas malas que hemos hecho, con la seguridad de que no las volveremos a hacer. Voy a criticar y a denunciar la cantidad de cosas malas que se hacen en la política, no sólo de Barranquilla sino del país”.
Pero eso tiene sus riesgos...
“Todo en la vida tiene un riesgo y yo voy a correr el riesgo más grande que se pueda correr y es poder alzar mi voz en el Parlamento de Colombia con la experiencia que tuve, con la reconsideración que hice, para gritar a los cuatro vientos qué es lo que yo sé que está pasando en mi país, y quiero dar ejemplo para que así como yo estoy recapacitando, todos los dirigentes del país lo hagan y cambien el derrotero político que han llevado hasta ahora”.
Va entonces para el Congreso. Si el ex concejal Rodríguez lo logra o no, y si la historia del país ha cambiado o no a partir de los secuestros masivos del ELN, lo dirá el tiempo. Lo cierto es que la vida de Boris Fabricio Ernesto Rodríguez y la de sus hijos ya cambió. Juliano, de 11, estaba con él el día que se lo llevaron junto con su abuelo, y Gabriela, de 2 años y medio, se enterará algún día de que en esos dos años en que su papá no apareció en las fotos familiares, realmente no estaba de viaje.