La salida de Consuelo Caldas de la Cámara de Comercio de Bogotá ha sido en los últimos días la comidilla de los medios de comunicación y los círculos empresariales capitalinos. Por lo intempestivo de la noticia se han tejido muchas versiones sobre cuáles fueron las causas que motivaron el retiro de Caldas, una destacada abogada de trayectoria en el sector público y privado, y que llegó en 2010 a la dirección de la Cámara de Comercio más importante del país.
Aunque según la junta directiva de la entidad su renuncia se debió a compromisos personales y familiares, fuentes cercanas a la Cámara aseguran que en la Casa de Nariño se había llegado a la conclusión de que era el momento de hacer un relevo. Para muchos fue sorpresivo, pues Caldas ha sido una persona muy cercana y apreciada por el presidente Santos desde hace muchos años.
Sin embargo, la abogada se había venido quedado sin el apoyo de varios miembros de la junta, quienes desde su llegada la habían visto como una imposición presidencial. A esto se sumaba que ella es una persona de carácter y el manejo de una junta tan complicada como la de la Cámara requiere un grado alto de flexibilidad y negociación.
Todas estas quejas le llegaban al presidente, quien le hizo saber a través de Juan Hernández, miembro suplente de la junta directiva, que había llegado la hora de pensar en su retiro. Según fuentes bien informadas, en la residencia de Enrique Vargas Lleras –representante del presidente de la República en la junta– se le dio el mensaje a Caldas, quien finalmente, la semana pasada, después de hablar privadamente con Santos, presentó su carta.
Aunque Caldas había perdido el apoyo mayoritario de la junta, a algunos de sus miembros les cayó mal la forma como se manejó su salida. Independiente de su gestión, sacarla de esa manera tenía algo de descortés.
Pero, ¿por qué cayó en desgracia Consuelo Caldas? La verdad es que no hay una sola respuesta, sino varios hechos.
Uno de los asuntos que contribuyó a su salida es la necesidad de un contrapeso, que tanto el gobierno como algunos miembros de la Cámara de Comercio consideran se requiere frente a la Alcaldía de Gustavo Petro. Ante las múltiples críticas que existen por la gestión del controvertido alcalde, se concluyó que es urgente un mayor protagonismo de esa entidad.
Otro episodio que afectó la imagen de Caldas fue el conflicto que se presentó alrededor de ArtBo –la exitosa feria de arte de la Cámara de Comercio– que dirige María Paz, la hija del expresidente César Gaviria. Pocos días antes de que comenzara el evento, Caldas no permitió la participación de la galería del expresidente, aduciendo conflicto de intereses. En su momento muchos dijeron que, con ese incidente, la directora de la Cámara había casado una pelea política de marca mayor, que tendría consecuencias futuras.
A todo lo anterior se sumó un laudo arbitral –en un negocio de la familia Caldas– que concluyó que hubo irregularidades en una venta que hicieron y por la que terminaron condenados a pagar una suma. Esto, que no tenía nada que ver con su gestión al frente de la entidad, generó ruido negativo hacia la ejecutiva.
Ahora, tras la salida de Caldas, la expectativa se traslada a la búsqueda de su sucesor. Este es uno de los puestos más apetecidos en el sector privado y hay demasiados intereses. Algunos miembros de la junta han expresado su preocupación porque el gobierno les imponga nuevamente la persona. “El gobierno se tomó la Cámara de Comercio desde hace mucho tiempo, y si no, mire quién ha puesto los anteriores directores desde Mario Suárez Melo”, dijo uno de ellos.
Y es que, si bien el gobierno solo tiene cuatro puestos de los 12 que integran la junta, este número ha sido suficiente –de tiempo atrás– para decidir quién entra y quién sale de la dirección ejecutiva.
Esta semana habrá reunión de la junta y seguramente el gobierno les enviará una señal sobre el nombre que quisiera ver en ese cargo. Se sabe que la candidata de la Casa de Nariño es la expresidente de la Empresa de Energía de Bogotá, Mónica de Greiff, cuyos resultados al frente de esa entidad son su mejor credencial. Al sonajero han entrado María Isabel Patiño, exdirector del IDU; Luis Manuel Neira, secretario general del Ministerio de Defensa; Andrés López, director de Corferias; y a último momento María Enriqueta Velásquez. Este abanico de candidatos no cambia una realidad: no puede haber un nuevo nombramiento sin el visto bueno del presidente de la República.
El asunto es que dada la trascendencia del momento político y las circunstancias de la capital del país, el presidente Santos deberá estar moviendo muy bien sus alfiles.