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Sánchez no solo realizó labores médicas en Sierra Leona. También dictó conferencias sobre la forma de evitar contagiarse con el mortal virus.

ENTREVISTA

“Conocí el drama del ébola”

Wbeimar Sánchez hizo lo que ningún otro colombiano se ha atrevido: ofrecerse como voluntario para viajar a Sierra Leona y atender a pacientes enfermos de ébola. Este médico paisa acaba de regresar al país y habló con SEMANA sobre su experiencia.

20 de septiembre de 2014

SEMANA: ¿Qué sintió cuando vio por primera vez a una persona con ébola?

Wbeimar Sánchez:
Fue muy complicado porque a uno se le vienen muchas cosas a la cabeza. Un enfermo grave tiene fiebre muy alta y hemorragias, vomita y sufre de diarrea, anda desorientado, convulsiona y no puede moverse. Además, está preocupado por su vida. Cuando estás ahí lo primero que sientes es responsabilidad porque sabes que eres el único apoyo que tiene. A la vez, sabes que tus pacientes portan algo que te puede afectar. Sin embargo, al final te sobrepones y terminas haciéndolo como si fuera un trabajo normal.

SEMANA: Usted viajó en agosto a Sierra Leona, cuando todo el mundo quería escapar de ese y otros países africanos. ¿Por qué decidió hacerlo?

W. S.:
Yo tengo experiencia en la Cruz Roja y sé trabajar en contextos difíciles. No soy un médico de consultorio, sino de terreno. Lo del ébola es una situación muy complicada, pero decidí asumirla como un reto.

SEMANA: Muchos médicos han terminado infectados. ¿No le dio miedo?

W. S.:
Algunos hospitales estaban muy afectados. Muchos médicos habían contraído el virus, algunos murieron, y los que sobrevivieron se fueron. Incluso, uno de los que más sabía de ébola falleció antes de que yo llegara. Eso fue impactante. Yo era consciente de que si no tomaba medidas estaba saltando al vacío. Pero debo confesar que, así y todo, siempre anduve con susto. Al caminar por las calles de Sierra Leona es inevitable pensar en el contagio.

SEMANA: ¿Cómo se protegió?

W. S.:
Haciendo lo mismo que le enseñábamos a la comunidad. Una regla , don’t touch, significa ‘no tocar’ y quiere decir que no puede haber contacto físico con los demás. Además, teníamos que lavarnos las manos todo el tiempo y por eso andábamos con cubetas llenas de agua. Cuando llegábamos a los hospitales o a zonas de alto riesgo usábamos un traje como en una emergencia química.

SEMANA: ¿Cómo es el traje?

W. S.:
Botas de caucho, dos o tres capas de guantes y un tapabocas, dos máscaras y unas gafas de protección. Lo más importante es no dejar la piel expuesta al medioambiente. Hay que ponerse ese traje en medio del calor y la humedad, uno suda mucho y se estresa.

SEMANA: ¿Nunca les pasó nada?

W. S.:
Una vez a un médico que estaba conmigo se le corrieron las gafas un milímetro. Tuvimos que salir , ir a la zona de bajo riesgo, descansar, hidratarnos y limpiarnos. Luego volvimos a vestirnos y regresamos.

SEMANA: ¿Recuerda un caso especial?

W. S.:
Como se mueren tantas personas, hay una alta rotación de pacientes. Pero recuerdo a muchos niños, los más afectados y, aunque suene crudo, los que más mueren. Un día tuve que atender a dos hermanitos gemelos. Tenían alrededor de 5 años y dormían en camas contiguas. Uno estaba muy grave y pensamos que no iba a pasar de esa noche. Pero al otro día el otro estaba muerto. El primero duró un día más, pero también murió. Sus papás no pudieron acompañarlos porque al no tener síntomas debían mantenerse aislados.

SEMANA: La Casa Blanca acaba de mandar 3.000 soldados a África para apoyar la lucha contra la epidemia. ¿Se está perdiendo la batalla?

W. S.:
Decir eso es muy prematuro. Es un tema que va para largo. Hoy las fronteras están cerradas y en las zonas más afectadas la gente no se puede mover. Sin embargo, no creo que lleguemos a un punto en que tengamos que tirar la toalla porque no se pudo.

SEMANA: ¿No le dio dolor tener que dejar un país que, a pesar de toda la ayuda de gente como usted, sigue siendo duramente golpeado por el ébola?

W. S.:
Me hubiera gustado quedarme, pero tengo compromisos en Colombia. Mi objetivo no era acabar con la epidemia, por eso no me siento tan mal. Yo sabía que eso no se iba a lograr.

SEMANA: ¿Valió la pena ir?

W. S.:
Ese viaje fue una aventura. Tuve un gran aprendizaje técnico, pues para cualquier médico el ébola es un tema interesante. Pero lo más importante es lo que me quedó para la vida. Allá entendí y conocí la magnitud del dolor humano. Solo es posible entenderlo al verlo de frente, al palparlo y sentirlo.

SEMANA: ¿Qué le dejó el viaje?

W. S.:
Aprendí que la gente allá no tiene las comodidades a las que uno está acostumbrado. Y sin embargo, tiene una gran capacidad de sobreponerse a los momentos adversos, de poder sonreír. Aunque todo se vea mal, ellos guardan una gran nobleza y saben luchar a pesar de las condiciones tan complicadas en las que viven.