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El adiós de Daniel Samper
Después de 50 años en el periódico ‘El Tiempo’, Daniel Samper anuncia su retiro de esa casa editorial.
MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Se imaginó que el anuncio de su retiro de ‘El Tiempo’ iba a suscitar tantas emociones?
DANIEL SAMPER PIZANO: Le confieso que me siento como si estuviera recibiendo un homenaje pos mortem pero vivo. Me llaman maestro en las emisoras y muchos periodistas que admiro se declaran discípulos míos.
M. J. D.: ¿A quién quisiera ver usted reemplazándolo como columnista los domingos?
D. S. P.: Si algo me ha sorprendido es la carrera de galgos que se ha desatado para apoderarse de ese espacio. En las emisoras ya le están haciendo la nueva alineación a Roberto Pombo de cómo podría quedar la página editorial de los domingos. Yo no me atrevo a decirle un nombre, lo que sí le recomendaría, después de haber estado 50 años en El Tiempo, es que no se altere el equilibrio entre la derecha y la izquierda. Roberto es un periodista progresista, yo también lo soy y aspiraría a que esa columna la ocupe una persona que tenga también un punto de vista progresista. Al fin y al cabo ya hay tres columnistas de derecha.
M. J. D.: ¿Qué opina de que ‘El Tiempo’ haya sido comprado por el Grupo Aval?
D. S. P.: Como lo manifesté en la primera columna que escribí luego de que el Grupo Aval compró El Tiempo, yo me sentía mucho más cómodo en un periódico de propiedad de una familia que de propiedad de un grupo económico. Las empresas tienen muchos intereses, de toda índole, y se necesita tener mucha voluntad y hacer un gran esfuerzo para que el periódico no se deje contaminar por esos intereses. Yo siempre dije que en el momento en que sintiera que me estaban presionando, de una u otra forma, en ese momento me iba dando un portazo. Y eso nunca sucedió. Yo me voy porque he querido irme. El secreto al final, no es tanto la propiedad como la credibilidad.
M. J. D.: Y usted cree que ‘El Tiempo’ ha mantenido la credibilidad?
D. S. P.: …¿Y usted cree que no?
M. J. D.: ¿Alguna vez se le cruzó la idea de ser director de ‘El Tiempo’?
D. S. P.: Ya me queda difícil. Pero sí le voy a decir que a mí todos las formas de este oficio me gustan: la de reportero, la de editor, la de columnista…y sí, claro, también la de director.
M. J. D.: ¿Y por qué nunca clasificó, si trabajó en ‘El Tiempo’ toda una vida?
D. S. P.: Porque no tenía las condiciones para ello o porque mis ideas tal vez no son las más cómodas para el periódico. Yo me sitúo mucho más a la izquierda de lo que piensa El Tiempo y seguramente por eso no era el más indicado. Además creo que el periódico ha tenido muy buenos directores y no ha sido necesario ver qué había en el gallinero. He tenido la fortuna de haber aprendido muchas cosas de los directores de El Tiempo.
M. J. D.: ¿Y de subdirectores de ‘El Tiempo’ como Juan Manuel Santos, también aprendió?
D. S. P.: Con Juan Manuel hubo un problema complicado, de donde nace el hecho de que hubiéramos apartado nuestros caminos. Fui buen amigo de él porque estudiamos juntos en Kansas y en Harvard. Siempre nos llevamos muy bien y lo consideré un hombre muy inteligente y preparado. Desde ese momento empecé a decirle que se fuera a trabajar a El Tiempo. Él me decía que le sonaba la idea pero que creía que de pronto allí había reticencias frente a su nombre. Yo le dije que podía hacerle ese trabajo, pero que lo único que necesitaba era su garantía de que le interesaba el periódico y no la política y que no iba a utilizar el diario como un trampolín para llegar a ella. Con esa promesa me fui a hablar con Hernando Santos. A mí, paradójicamente, me quedaba más fácil vender a Juan Manuel Santos que a Enrique Santos Castillo, su padre, ya que yo siempre fui muy independiente en el periódico. Le dije a Hernando que sería bueno nombrar a Juan Manuel de subdirector y Hernando me dijo: “Mijito, a Juan Manuel le gusta la política”. Le dije que él me había prometido que se iba a dedicar al periodismo –al fin y al cabo el periodismo es una forma noble de hacer política–. Obviamente o me equivoqué o me engañaron. Juan Manuel se dejó tentar por la política, al cabo de un tiempo ya había armado un grupito político y en el periódico salían ciertas informaciones que no valían por su importancia noticiosa, sino porque Juan Manuel las metía. Y finalmente, cuando lo nombran ministro de Comercio Exterior en el gobierno de Gaviria –me acuerdo de ese día como si fuera ayer–, Hernando Santos me llama y me dice: “Viste que yo tenía razón”. “Te la concedo enterita”, le dije.
M. J. D.: ¿Usted pensó que Juan Manuel Santos llegaría a ser presidente?
D. S. P.: No, nunca. No tenía acogida popular. Nunca fue congresista, nunca pasó por el tamiz de una elección. Pensé que por eso, porque le faltaban votos, se comprometía a veces en semigolpes de Estado para llegar al poder por esa vía.
M. J. D.: ¿A qué semigolpe se refiere?
D. S. P.: Nunca se me olvidará cuando hizo la treta del doble enganche entre Gabo, Felipe González y él. Aparecieron los tres en una foto. Juan Manuel, al lado de ellos como el espíritu santo de la trinidad, pidiéndole al presidente, que en ese momento era Ernesto Samper, que se hiciera a un lado, porque él tenía el remedio para el problema. Entiendo que Felipe González varias veces se preguntó a qué horas había quedado en semejante papel de injerencia en el gobierno de un país que no era el suyo.
M. J. D.: Y fíjese cómo es la política: ahora Ernesto Samper apoya a Juan Manuel Santos y están de aliados…
D. S. P.: Los ingleses siempre han dicho que la política hace curiosos compañeros de lecho. Afortunadamente en este caso, el lecho es un proyecto de paz.
M. J. D.: ¿Y como presidente cómo le ha parecido Juan Manuel Santos?
D. S. P.: Ha hecho cosas buenas. Ha sido dubitativo y poco afirmativo en muchas otras, pero se ha comprometido a fondo con la paz. Y en eso yo lo apoyo.
M. J. D.: ¿Cree que va a ganar las elecciones?
D. S. P.: Creo que en las encuestas Santos está por lo menos varado, ya que en ninguna pasa del 30 por ciento, lo cual confirma que él no es un hombre carismático. En ese sentido creo que se equivocan sus asesores de imagen cuando lo ponen sentado en una mica o en pijama en una casa popular para tratar de conquistar votos. La gente no traga entero y de esa manera no logran venderlo sino hacer el ridículo.
M. J. D.: ¿Y sí piensa que Peñalosa es la gran revelación de esta campaña tan aburrida?
D. S. P.: Este país es de polvos de gallos muy rápidos. De repente, ha salido Peñalosa y de un momento a otro todo el mundo habla de él. Rojas Pinilla fue uno de los políticos que más cauda popular tuvo, al punto de que tuvieron que birlarle unas elecciones en 1970. Sin embargo, dos años después perdía hasta en Villa de Leyva, que era la sede de su movimiento. Colombia es un país de efervescencia y las efervescencias no duran demasiado.
M. J. D.: ¿O sea que usted cree que Peñalosa es una efervescencia?
D. S. P.: Sí lo creo. El éxito que tuvo en las encuestas no necesariamente refleja que lo vaya a tener en las elecciones. Evidentemente hay muchos obstáculos para que Santos salga reelegido en la primera vuelta, pero creo que ganará en la segunda.
M. J. D.: ¿Usted por quién va a votar?
D. S. P.: Por Clara López en la primera vuelta. Y en la segunda, si Santos se enfrenta con la extrema derecha uribista, como creo que va a pasar porque ya dije que Peñalosa es una efervescencia, votaré por Santos. Me mandaré a amarrar el hígado y votaré por él. Ahí estaría votando por la paz y por el plan que ha trazado en ese sentido. En el caso de que Santos se enfrente con Peñalosa este recibiría el apoyo de Uribe y yo jamás votaré por un candidato de Uribe, como no voté por Peñalosa cuando fue candidato a la Alcaldía con el aval del uribismo. Pero además, nadie que haya bailado Aserejé con Uribe, merece mi voto.
M. J. D.: ¿Usted siempre ha votado por los candidatos de izquierda?
D. S. P.: Siempre. Yo siempre me he considerado como un hombre de izquierda. Por eso cuando Enrique Santos Calderón se volvió de extremo centro me pareció absurdo. Mire, con Enrique, tenemos vidas paralelas. Los dos entramos el mismo día a El Tiempo, somos periodistas y a los dos nos ha tocado tener hermanos presidentes. Lo único que nos diferencia es que él se ha casado más veces que yo, y le va mejor con las mujeres que a mí.
M. J. D.: ¿Esa experiencia de haber tenido que sacrificar su profesión por tener un hermano presidente, le hizo replantear la manera como ejerce hasta hoy el periodismo?
D. S. P.: Creo que solo escribí dos veces mientras Ernesto estuvo de presidente. Una fue en SEMANA, que di una entrevista, y la otra, a raíz de que El Tiempo publicó la indagatoria de Medina y el abogado comprometió el periódico a que les daba la chiva, pero sin que tuvieran derecho a contextualizar ni a matizarla ni a contrastarla. Allí en esa pieza judicial se decía que a mí me había secuestrado Pablo Escobar y que me habían rescatado los señores Rodríguez Orejuela y que por eso el gobierno de mi hermano estaba muy agradecido con los Rodríguez Orejuela. A mí me pareció que al no haber contrastado la noticia, estaban renunciando a la esencia del periodismo que era la verdad. Me emberraqué y Hernando me pidió que le enviara un memorando, el cual fue publicado en El Tiempo. La experiencia fue mortal para mí y para Ernesto. Él se ha ganado enemigos que yo ya tenía. Cuando uno hace un trabajo honrado de investigación en el periodismo se echa enemigos. Y yo valoro tanto los enemigos que uno se echa en esta profesión como los amigos que tengo. Naturalmente yo también tengo enemigos que heredé por el hecho de tener un hermano político. Y tengo una frase que solo es famosa en mi casa: “Cuando Dios quiere joder a un periodista hace a uno de sus hermanos un político destacado”. Ahora, esto no es extraño que nos pase. Somos parte de una oligarquía que manda el país.
M. J. D.: ¿Y cómo funciona esa oligarquía?
D. S. P.: No es extraño que Enrique Santos Calderón sea hermano del presidente, y este sea primo hermano doble, de su mayor enemigo que es Francisco Santos. Ni que él sea cuñado del director de El Tiempo y así sucesivamente. Eso pasa siempre en las familias nobles cuando se empiezan a reproducir entre ellas. Y luego se sorprenden que una mujer tuvo un perro en lugar de tener a un niño. O que el niño que engendró tiene dos cabezas. La oligarquía colombiana, para que lo sepan, ya está engendrando niños con dos cabezas.
M. J. D.: Usted no solo tiene los enemigos heredados de su hermano Ernesto, sino los de su hijo Daniel Samper Ospina.
D. S. P.: En un trabajo como el que hacemos es imposible no tener enemigos. Y nunca he aspirado a no tenerlos. Pero le repito, al mismo tiempo me doy cuenta de que formamos parte de un grupo que maneja casi todo en este país. Ahora, es evidente que hay diferencias. No es lo mismo el delfín que sigue los pasos de su papá en el sector privado y el delfín que hereda posiciones políticas. Si Misael Pastrana hubiera sido un gran industrial, Andrés Pastrana quiebra la fábrica y al país ni le va ni le viene. ¡Pero nos tocó de presidente por cuenta de su delfinazgo, con todas sus oquedades! Ahora bien, no todos los hijos de la oligarquía tienen dos cabezas. Hay unos bastante decentes, pero la verdad es que cada vez son más los primeros que los segundos. Tenemos un problema genético-político muy grave en este país. A esta oligarquía centralista, hay que sumarle las focalizadas. Ahora estamos viendo lo que yo he llamado ‘los caimanes’, que son mucho más peligrosos que los delfines. Los caimanes funcionan a dentelladas y son los hijos de los padres presos que anuncian que se lanzan a la política a revindicar el nombre de su padre y los eligen. Todo eso demuestra las serias limitaciones de nuestra democracia.
M. J. D.: ¿Y usted qué opina de Álvaro Uribe y su afán por retomar las riendas de este país?
D. S. P.: Álvaro Uribe, después de haber hecho una labor importante en cuanto a la contención de las guerrillas, se convirtió en una especie de monstruo que está resuelto a llegar como sea a las metas que se propone. Desde descalificar esfuerzos honestos como el de la paz que está haciendo Santos, hasta chuzadas, hasta considerar próceres a quienes han cometido atrocidades. Uribe encarna la derecha pura, esa que uno ha visto en Francia representada por Le Pen o la que representó Blas Piñar en España. Es una derecha pura y que está muy cerca ideológicamente del procurador, que es el epítome de la derecha, un personaje que nadie entiende cómo es que puede ser el encargado de proteger nuestros derechos.
M. J. D.: Usted es un hombre de izquierda. ¿Cuáles son los errores que se han cometido en esa orilla?
D. S. P.: Se han cometido errores. Uno de ellos haber elegido a los Moreno. Rojas Pero sin duda el más grande fue el de haber abrazado la lucha armada. Yo nunca voté por esa izquierda. Creo que a la lucha armada le debemos muchas décadas de retraso en este país y por eso soy amigo de la paz. Santos ha avanzado mucho en ese camino, se ha tragado bastantes sapos y pienso que es mejor apoyarlo para evitar desbaratar todo y tener que volver a empezar, porque eso significa volver a matar. Soy un hombre de 68 años, he pasado desde la muerte de Gaitán que fue por los cachiporros, luego por los chulavitas, luego los bandoleros, la guerrilla, los paramilitares, los narcos. Siempre ha habido una razón para matarnos. Ya es hora de que nos desarmemos.
M. J. D.: Usted logró recomponer su carrera periodística luego de haber tenido a su hermano de presidente. Se va, siendo uno de los columnistas más leídos. Le confieso que nunca me imaginé que lo vería reencauchado…
D. S. P.: Yo no me engaño: sé que no me recuperé totalmente y que es imposible hacerlo. Quedan cicatrices. Y siempre hay gente que me escribe diciéndome: “usted a qué viene hablar si su hermano es un tal por cual...” ¿Si sabe que tengo un programa en mi computador que automáticamente me borra esos insultos? Yo tuve el cuidado de hacer lo que me pareció más prudente y ético que es marginarme y no volví a comentar ni durante la campaña ni durante el gobierno, ni después. Solo cuando El Tiempo me llamó en el 99, volví al periódico.
M. J. D.: ¿Y qué opina de Germán Vargas Lleras?
D. S. P.: A mí me parece un tipo querido, así muchos digan que es un ogro. En cambio lo que no me gusta de él, es que está mucho a la derecha. Es muy eficiente, pero la eficiencia es una cualidad que debe estar al servicio de los intereses nobles y no estoy muy seguro de que él esté por una causa social y solidaria.
M. J. D.: ¿Qué es peor el neoliberalismo o el pornovallenato?
D. S. P.: Me espantan por igual el pornoliberalismo y el neovallenato.