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¿Deschavetada?

Los correos electrónicos desconocidos entre las Farc y Piedad Córdoba son bastante escandalosos.

7 de junio de 2008
PIEDAD CÓRDOBA

Ante unos 600 estudiantes, y a sabiendas de que la estaban filmando, la senadora Piedad Córdoba hizo lo que nadie se atrevería a hacer en este país: elogiar al colombiano más odiado e insultar al más popular. En un discurso con vibrato de plaza pública exaltó a 'Tirofijo' y, a renglón seguido, se le fue a la yugular al presidente Uribe, tildándolo de jefe del paramilitarismo. Un acto casi suicida en una sociedad donde la inmensa mayoría ve a 'Tirofijo' como la encarnación del mal y al presidente Uribe como un mesías.

No es gratuito que Piedad sea hoy, dentro de la legalidad, el personaje público que más rechazo genera entre los colombianos. Para muchos, ya cruzó la raya. No sólo por la beligerancia verbal de su micrófono, sino por los correos electrónicos que intercambió con la cúpula de las Farc y que hoy la tienen en la picota pública.

SEMANA tuvo acceso a varios de estos correos -en algunos firma con el alias de 'Teodora'- donde la senadora quedaría comprometida o, al menos, tendría que dar varias explicaciones. En uno de los correos más delicados, un miembro de la comisión internacional de las Farc, que se identifica como 'César', relata en detalle a Raúl Reyes su reunión con Piedad el 11 de diciembre de 2007. Para ese momento, y desde el 12 de octubre, el presidente Uribe ya le había levantado a la senadora su condición de facilitadora del intercambio humanitario.

En el citado mensaje, el guerrillero dice que Piedad le comentó cosas como ésta: "que Íngrid está flaca pero siempre fue flaca y que no se va morir de eso. Que ella cree que hay que soltar algo y entregárselo a Chávez en el frontera y que no sea Ingrid, ya que el resto les importa un carajo". El correo recoge varios hechos coyunturales que luego Piedad misma hizo públicos. Por ejemplo, anticipa que hará un escándalo por la captura de las mujeres que llevaban pruebas de supervivencia y que se pospuso la sentencia de 'Simón Trinidad'.

Son más de 900 correos en los cuales aparece su nombre y algunos ponen en entredicho su rol de facilitadora imparcial. La senadora niega todos los correos (ver entrevista), a pesar de que coinciden en tiempo, modo y lugar con hechos reales y que ella misma ha reconocido, como en el que le pidió a Chávez 100 millones de pesos para el acueducto de Quibdó, dinero que aparentemente nunca llegó.

En otro mensaje del 27 de octubre, Piedad -o'Teodora de Bolívar' en ese correo- se explaya en elogios al presidente Chávez -en la misma línea que lo ha hecho en público- y les ruega que "le den un empujón al comandante Chávez antes del 2 de diciembre" (fecha del referendo de reforma constitucional en Venezuela). Y agrega que es necesario que le entreguen las pruebas de vida de los secuestrados para que "mi comandante Chávez se las muestre a todo mundo para que la gente nos crea" (Ver recuadros).

A Piedad la han acusado públicamente de todo: traición a la patria, apología del delito, rebelión, sedición, etcétera. Muchos no entienden cómo algunos de los 'para-políticos' están en la cárcel por reunirse con jefes paramilitares, y la senadora Piedad Córdoba -que se reunió con un jefe de las Farc como Raúl Reyes- está pavoneándose por los auditorios echándole pétalos de rosa a la muerte de 'Tirofijo', cuando su sombra ha dejado una estela de sangre y sufrimiento que todavía baña gran parte del territorio.

La respuesta es menos evidente de lo que parece. En primer lugar, es claro que sus salidas en público han sido desatinadas e irresponsables. Por ejemplo, cuando habló en un foro en México en marzo de 2007 pidiéndoles a los gobiernos latinoamericanos romper relaciones con Colombia, o cuando aplaudía a Chávez en un discurso en Nicaragua mientras se despachaba contra el país, o cuando hizo lobby contra el TLC en Washington, tildando a Uribe de paramilitar.

Son actos que merecen ser condenados, que mancillan la dignidad nacional, y que, con razón, enfurecen a la mayoría de los colombianos. Pero sus opiniones no son un delito. Piedad, como todos los ciudadanos, es libre de pensar, opinar y decir lo que quiera. Y, con la investidura de congresista, no pierde ese derecho. Si ella quiere seguir insultando al Presidente, criticando el establecimiento, elogiando a Chávez o coqueteando ideológicamente con las Farc, podrá seguir haciéndolo sin que por ello le tengan que dictar orden de captura. Porque en el derecho a la libertad de expresión y opinión radica uno de los pilares fundamentales de la democracia. Y más aun si esa opinión no le agrada a la mayoría. Que Piedad vocifere aleluyas a la guerrilla o diga cosas que muchos no quieren oír no la convierte en una delincuente, sino en una disidente.

Más enredada es su situación con los correos electrónicos, cuyos alcances hay que dividirlos en tres paquetes. El primero es el de los mensajes amistosos. En este paquete, que son la mayoría, hay muchos correos cuyo tono es muy familiar con las Farc y donde se palpa una clara empatía con el ideario revolucionario de la guerrilla. Por ejemplo, en una carta del 27 de octubre, ella le dice a Reyes que "yo soy PATRIA O MUERTE - VENCEREMOS (la frase de combate que utiliza las Farc)".

Aunque su lectura pueda irritar, hay que entender estos mensajes en su contexto. Piedad había sido nombrada por el gobierno mediadora para el intercambio humanitario y es apenas lógico que, para granjearse la confianza de las Farc, tenga que utilizar un lenguaje amistoso y complaciente. Nadie que quiera entrar a mediar algo con las Farc puede entrar pateando la puerta. Desde esa óptica táctica para la negociación, se puede entender su 'entrega epistolar' a la causa revolucionaria. Como también se entiende su reunión con Raúl Reyes en la selva. Era la mediadora oficial para liberar a los secuestrados y estaba autorizaba por el gobierno. En esa circunstancia, clara y conocida, es perfectamente natural que haya reuniones con la cúpula de las Farc. Cosa muy distinta a las reuniones clandestinas de los políticos con los jefes paramilitares donde pactaron acuerdos que los beneficiaron electoralmente. Por eso están en la cárcel.

El segundo paquete de correos es menos inofensivo. En un mensaje Piedad se ufana en decirle a Raúl Reyes: "Ustedes empiezan hoy a recibir la recompensa por una lucha digna de toda una vida y esa recompensa se llama Chávez". Reiteró ese sentimiento de admiración el martes pasado en Medellín cuando habló de 'Tirofijo'. Aunque esa empatía ante la insurgencia armada era entendible en su labor de conquistar a las Farc para lograr la liberación de los secuestrados, los correos de los guerrilleros indicarían algo más. En un mensaje de Iván Márquez y Rodrigo Granda al Secretariado del 23 de enero de este año, dicen lo siguiente: "definitivamente la candidata de Ángel (Hugo Chávez) es Piedad. Esta reitera que comparte Manifiesto y Plataforma de las Farc. La inteligencia colombiana tiene en marcha un plan para asesinarla. La quieren sacar de la contienda política, en ese propósito se inscribe la reciente citación que le ha hecho la Corte Suprema de Justicia para que responda por traición a la patria. Piedad viene a conversar con nosotros la próxima semana". Nuevamente, este correo sorprende por su coincidencia en fechas con noticias de esa época: el llamado de la Corte y las presuntas amenazas de muerte.

Que las Farc han comenzado a ver a Piedad como algo más que una facilitadora desinteresada queda también al descubierto en el correo de Reyes a Márquez del 18 de enero de 2008. Allí comentan la reciente petición de Chávez de reconocerle la beligerancia a las Farc: "El debate sobre la beligerancia de las Farc liquidó al Polo Democrático Alternativo (PDA) como oposición al gobierno de Uribe. Hecho que administrado catapulta a Piedad". Ahora, Piedad no tiene la culpa de que las Farc hayan simpatizado con ella. Y que la vean como una aliada en sus planes futuros. Pero deja un mal sabor.

Para muchos colombianos, la cercanía de la senadora con Chávez es igual de escandalosa a la de las Farc. En los correos queda claro que Piedad está deslumbrada con el Presidente venezolano. Se refiere a él con frases como "la suerte de América depende de este hombre tan grande, la suerte de los desposeídos del mundo, que hoy vemos una esperanza puesta en él. Yo pienso que casi nadie entiende que este hombre parece un enviado. Él me devolvió la esperanza, me permite soñar en una patria libre. Me la juego toda por él. Este hombre me volvió a hacer creer en el cristianismo".

Piedad no ha ocultado su relación y su admiración por Chávez, pero ofende que una senadora colombiana tenga esa cercanía y esa afinidad con un presidente que ha sido hostil a Colombia y que está cuestionado de colaborar con las Farc. Aquí, nuevamente, no se configura ningún delito y tampoco se puede considerar traición a la Patria. Puede haber, sí, indignación, frente a lo que representa la posible relación Farc-Chávez para la seguridad nacional de Colombia y que la senadora viaje en las comitivas oficiales del gobierno venezolano.

El tema pasa de castaño a oscuro -y ese es el tercer paquete- cuando en ciertos correos la senadora empieza a hacerles recomendaciones a las Farc no en aras del intercambio humanitario solamente, sino por razones políticas o estratégicas. Es en el correo ya mencionado en que 'César', de la Comisión Internacional de las Farc, le informa a Raúl Reyes de la reunión que tuvo con Piedad el 11 de diciembre de 2007. Decirles a los jefes de la Farc que no se preocuparan por la salud de Íngrid, que en ese momento era noticia mundial por las pruebas de supervivencia, raya por lo menos con lo antiético. Que además la senadora minimizara la solicitud pública del presidente Nicolas Sarkozy para que liberaran a Íngrid antes de Navidad ("la propuesta de Sarkozy le importa una güeva") causará sin duda extrañeza en Francia. Y lo más grave: su recomendación a las Farc de que a Íngrid no había que liberarla de primeras.

Cuando alguien hace ese tipo de recomendaciones a un grupo armado y catalogado como terrorista ¿en qué momento es una opinión y cuándo se convierte en un delito? Cualquier colombiano puede hoy decir o escribir, por ejemplo, que la lucha armada de las Farc se justifica. Esa creencia hace parte la libertad de expresión. Se vuelve delito cuando lo que se dice o escribe es una incitación directa a delinquir. Por ejemplo, cuando hay un llamamiento a la acción, como la instigación a matar indigentes o policías. Pero esa línea entre lo legítimo y lo ilegal a veces no es fácil de trazar y depende mucho del contexto y la intencionalidad. ¿Qué lo hace pertenecer a un grupo armado? ¿Tener la misma ideología? ¿Repartir sus volantes? ¿Escribirse opinando y haciendo recomendaciones? ¿Recibir plata del grupo armado?

Estos interrogantes, que sólo se pueden analizar caso por caso, se resuelven entendiendo el contexto de la situación y la intencionalidad final. Es muy importante, por ejemplo, saber si las recomendaciones que se le hacen al grupo armado tienen un propósito noble como lograr la paz o liberar secuestrados, o si, por el contrario, buscan fortalecer el proyecto político-militar de una organización armada ilegal.

La senadora siempre ha insistido en que todas sus gestiones eran públicas y humanitarias y que su propósito no era otro -y sigue siendo- que el de lograr el intercambio humanitario. Por eso llama la atención que utilizara el alias de 'Teodora de Bolívar'. Si todo era encima de la mesa, ¿por qué tanto secreto? ¿Por qué utiliza el seudónimo? ¿Acaso esconde algo? Aunque es posible que sea una práctica común en los contactos con la guerrilla, Piedad Córdoba no es cualquier persona: era senadora de la República y facilitadora oficial del gobierno colombiano.

Que las Farc la consideran parte de su movimiento político, no es deleznable. ¿Qué pasaría si en una comunicación de terroristas de Al Qaeda o de la ETA hablaran en esos términos de un congresista gringo o español? Seguro que no estarían exaltando a Osama Ben Laden. Es que no hay que olvidar que el objetivo de la guerrilla es derrocar el Estado. Y tampoco se puede olvidar la cruenta dialéctica de las Farc de dinamita y plomo que ha dejado tantos muertos, huérfanos y mutilados. Y, como senadora, Piedad representa el Estado que las Farc quiere tumbar a sangre y fuego.

Pero una cosa es el derecho constitucional que tiene a opinar o el riesgo que esté transitando en la ilegalidad, y otra muy distinta, las consecuencias políticas de lo que se dice. El jefe del Partido Liberal, César Gaviria, tuvo que salir a marcar distancia frente a la posición de Piedad, quien pertenece a su colectividad: "Esa actitud les hace daño a la democracia y al liberalismo", dijo el ex presidente.

A pesar de que está en el ojo del huracán y que tiene que aclararle a la justicia muchas cosas, a Piedad hay que reconocerle ciertas cosas. Primero que es valiente. Se ha destacado como una mujer frentera en un país en donde muchas cosas se hacen por debajo de la mesa. Para la muestra, los más de 30 congresistas que están en la cárcel por hacer pactos clandestinos con los paramilitares para ganar las elecciones y que siempre engañaron al país. A Piedad también hay que reconocerle que gracias a ella se logró la liberación de siete de los secuestrados por las Farc.

E incluso, hay quienes le permitirán el beneficio de la duda y podrán también interpretar, tras oír sus explicaciones, que Piedad simplemente está defendiéndose de un 'establecimiento' -como ella lo llama- que la tiene arrinconada. Y transitando ese camino no se ha dado cuenta de que ya está pisando terreno con explosivos.

Pero será la justicia la que tendrá la última palabra sobre el caso de Piedad Córdoba. La investigación la está adelantando la Corte Suprema y hasta ahora no ha encontrado mérito para llamarla a indagatoria. Pero más allá del fallo, el Estado tiene una gran responsabilidad en protegerle la vida. Con las pasiones que despierta en un país de maniqueísmos y gatillo fácil, lo peor que puede pasar es que muera un personaje al que, como ella, por ahora, sólo se le puede acusar de pensar diferente. Pero si la Justicia encuentra que cruzó la línea debe ir inmediatamente a la cárcel.