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¿Qué se puede hacer con el ELN?
Además de una ofensiva militar se requerirán diálogos regionales y una mayor colaboración del gobierno de Venezuela.
Hasta ahora la manera de combatir al ELN ha sido una combinación de contención militar –con las limitaciones que tiene– y una ofensiva judicial de capturas que está en curso. Sin embargo, en ese terreno se han cometido errores, y se han presentado como peligrosos terroristas a estudiantes que a lo sumo actúan como simpatizantes y contra los que, en todo caso, no ha habido pruebas contundentes. Muchos de estos casos han terminado más en estigmatización que en verdaderos golpes a estructuras armadas.
Por eso, tanto el gobierno como los ‘pazólogos’ vienen buscando otras alternativas. Algunos expertos hablan de la necesidad de buscar una “asfixia democrática” del ELN. Es decir, que la implementación de los acuerdos con las Farc genere una dinámica de cambio social de tal magnitud que las propias bases sociales de los elenos los empujen a decidir dejar las armas. En últimas, convertirlos en un fenómeno tan marginal que los obligue en pocos años a sentarse en una mesa. En eso podrían jugar un papel muy importante las organizaciones sociales que ellos mismos dicen defender.
La otra estrategia posible es admitir que este nuevo intento de paz con el ELN fracasó e intentar un camino completamente diferente: el de los diálogos regionales. Dado que se trata de una organización muy federada, y cada vez hay más dudas de que sus jefes históricos realmente tengan liderazgo sobre sus frentes y sobre unos mandos medios empoderados por las finanzas ilegales, se podría abrir paso ese tipo de diálogos. Al fin y al cabo, el temido Pablito, jefe del frente Domingo Laín, el más activo, poderoso y rico del ELN, tiene sus ojos puestos solo en su región y no en un proyecto de poder nacional.
Si bien la idea de negociar la paz por parcelas nunca le ha gustado al Estado colombiano, en un contexto de posconflicto, cuyo enfoque es territorial –y para el caso específico de los elenos–, valdría la pena explorar esta alternativa.
El peor escenario
De todos modos, que se haga la paz con las Farc y no con el ELN es un mal escenario. Pero como cualquier situación por mala que sea es susceptible de empeorar, dos factores pueden convertir el problema de los elenos en una tragedia. El primero es un eventual fracaso en la implementación de los acuerdos con las Farc. Se sabe que por lo menos la mitad de los procesos de paz fracasan luego de la firma del armisticio. Un fracaso en esta etapa le daría la razón al ELN y sin duda le imprimiría un nuevo aliento.
El segundo riesgo, el peor de todos, es que termine por envolverse en la vorágine que vive Venezuela. Información de inteligencia, pero también producida por varios estudios en el terreno, afirma que muchos cuadros, militantes y bases sociales del ELN se refugiaron en el vecino país para escapar de la ofensiva de los paramilitares.
Hay pruebas de inteligencia de que los elenos han servido de soporte a cuerpos de civiles armados venezolanos e, incluso, han entrenado grupos ‘paramilitares’ cercanos al gobierno, como las Fuerzas Bolivarianas de Liberación. También se cree que existe una relación de doble vía: sectores del chavismo protegen a los elenos, mientras estos ayudan a “defender la revolución bolivariana” por las armas. Eso, en un contexto tan explosivo y delicado como el que vive el gobierno de ese país, es el peor de los mundos. Podría significar no solo el fortalecimiento del ELN sino un nuevo conflicto binacional. En este punto, es crucial el papel del presidente Nicolás Maduro, y, sobre todo, de los militares que lo rodean.
Por ahora, muchos sectores presagian que sin el ELN no habrá fin de la guerra. Sin embargo, aún es tiempo de que ellos entiendan que esta es la última oportunidad para una salida realmente política al conflicto armado en Colombia. Un proceso con la expectativa nacional y extranjera como el que ha tenido el de La Habana, con una simbología tan profunda como significar el fin de medio siglo de insurgencia, será seguramente irrepetible. Si algún día, en el futuro, se abre una nueva posibilidad para negociar con los elenos, está no llegará por la puerta grande de la paz, que hoy permanece abierta, sino por una entrada trasera. Con su intransigencia, el ELN se está suicidando políticamente, y condenándose a la irrelevancia.