En la imputación de cargos, en mayo, al concejal José Juan Rodríguez se le vio desencajado cuando el juez lo mandó a La Picota. La concejal Angélica Lozano dejó este mensaje en su curul. El miércoles comienza la audiencia de acusación. | Foto: Cortesía de El Espectador

DENUNCIA

El cerebro del descalabro de la 26

La historia de cómo el concejal José Juan Rodríguez, puso la cuota inicial del desangre de Bogotá.

7 de septiembre de 2013

La estrategia funcionó casi a la perfección. En el mismo instante en que el juez ordenó que llevaran a José Juan Rodríguez a la cárcel La Picota, de manera automática una de las asistentes de Rodríguez emprendió carrera a la sede del Concejo para radicar una carta en la que se pedía una licencia no remunerada para él. Así, nadie podía disponer de la curul y quedaba intacto su equipo de asesores que devenga en total cerca de 30 millones de pesos. Eso ocurrió el pasado 23 de mayo. Hoy, el lío de la curul no se ha resuelto.

Esa triquiñuela retrata parte de su carácter: su cabeza siempre está maquinando para ver cómo exprime al erario. José Juan, que a los 20 años era considerado el hijo calavera del senador Gustavo Rodríguez Vargas y se rebuscaba la vida en Acacías, Meta, tuvo un cambio significativo. Hoy, a sus 39, se da lujos de multimillonario como ser el dueño de un criadero de caballos andaluces y haber construido un rancho que supera en lujos a la hacienda de cualquier nuevo rico. 

“En esta región, el valle de Tenza, ha vivido gente como el esmeraldero Víctor Carranza o el narcotraficante Julio Lozano, el que era jefe del Loco Barrera, y ninguno de ellos construyó un rancho como el que se hizo José Juan”, dice un habitante de Somondoco, el pueblo en donde queda la finca, en Boyacá.

¿Cómo logró dar ese salto? A los 25 años ‘sentó cabeza’ y siguió el ejemplo de su papá. Le dieron, primero, dos palomitas en el Concejo de Bogotá, y luego, en 2004, se ganó el puesto de titular. Solo necesitó tres años allí para convertirse –según le confesaron a la Fiscalía varios testigos clave del carrusel de la contratación– en el cerebro del saqueo del TransMilenio de la 26. 

Así como los primos Nule, gracias a su incompetencia, dejaron al descubierto el cartel, y luego el contratista Emilio Tapia sacudió la ciudad al contar cómo se movió esa máquina de corrupción, el caso de José Juan Rodríguez ahora revela secretos sorprendentes de cómo empezó el saqueo y el papel que, tal vez sin saberlo, desempeñó el entonces alcalde Luis Eduardo Garzón.

José Juan, a diferencia de otros implicados, no ha querido aceptar su culpa. Y quienes más saben de su vida se callan por miedo. “Él es ahijado de Víctor Carranza”, le dijo a SEMANA una persona cercana a él. Eso es lo que creen muchos,  pero en realidad, Carranza era padrino del hermano de José Juan. 

Sin embargo, los nexos entre las dos familias son tan fuertes que el concejal también era protegido del legendario esmeraldero. El temor no parece infundado. Inocencio Meléndez, uno de los testigos estrella del búnker, denunció ante un juez que él y su familia estaban siendo hostigados. “En mayo, José Juan Rodríguez le hizo saber a mi esposa que agotaría todos sus esfuerzos hasta acabarme por haber contado”.

Cuando José Juan nació en 1974, su papá, Gustavo Rodríguez Vargas, ya era congresista. Había sido ayudante de Bertha Hernández de Ospina, esposa del expresidente Mariano Ospina, y de la mano de ella hizo política en los barrios de Bogotá hasta que creó su propio partido Movimiento Nacional Conservador que llegó a ser el tercero en las elecciones parlamentarias de 1998. 

Los archivos de prensa no guardan las mejores referencias de Gustavo Rodríguez: doña Bertha pagó avisos en periódicos pidiendo que no votaran por él, viejos conocedores de la política lo acusan de estar detrás del descalabro de la Edis y su nombre aparece como uno de los beneficiados de las megapensiones.

José Juan dio sus primeros pasos en la política bajo el paraguas del partido de su papá haciendo reemplazos de dos concejales de Bogotá. Cuando se lanzó al agua, en 2003, lo hizo en la lista de Alas Equipo Colombia porque el partido de su familia ya había desaparecido. En 2007, repitió, pero ya con La U. Y en 2010 volvió a ganar, esta vez por el Partido Verde, siguiendo a quien se había convertido en su amigo, el alcalde Lucho Garzón.

“José Juan dice que es mejor ser concejal de Bogotá que senador o representante a la Cámara. Él fue el primero en decir eso y después lo comenzaron a repetir todos”, aseguró a SEMANA una persona que trabaja con él. Y es que Rodríguez tiene claro cómo es el ‘negocio’ de la política. Durante el gobierno de Samuel Moreno logró poner cuotas suyas en la alcaldía local de San Cristóbal y en la gerencia del Hospital de Kennedy y se inventaba todo tipo de maniobras para quedarse con los recursos públicos. 

SEMANA recogió más de diez testimonios que hablan de posibles anomalías. “En la alcaldía de San Cristóbal entregaron ‘kits’ de construcción que no valían más de 50.000 pesos pero el valor girado fue de más de 5 millones por cada uno. Con las ganancias todos compraron apartamento y carro”, explica una mujer, que conoce de cerca a José Juan y dice estar cansada de sus atropellos. 

“Lo del Hospital de Kennedy era terrible –anota otra fuente–. Como José Juan figuraba como el ‘dueño’, todo el que era contratado por él tenía que entregar parte de su sueldo o del servicio contratado. Hasta una botella de jabón desinfectante la hacían rendir con agua para que salieran cuatro”. 

Y, para citar un último ejemplo, también creó fundaciones para sacarles jugo a los presupuestos de las localidades, a través de contratos. Fundesa es una de ellas y se gana contratos tipo ‘taller a madres cabeza de familia’ o ‘cupo de educación por estudiante’ que dejan alta rentabilidad. Solo en 2010, firmó 11 convenios por 3.500 millones de pesos.

Pero el cuarto de hora de José Juan fue en el gobierno de Lucho Garzón, cuando entró a jugar en las grandes ligas de las mordidas. El concejal hizo clic con el alcalde. Entre otras cosas porque dio la casualidad de que la asistente de Garzón era de Somondoco y eso facilitó el contacto. Se hicieron lo suficientemente amigos como para salir a parrandear a Café y Libro y para que Lucho pasara varios días, incluso en fechas simbólicas como Año Nuevo, en la finca de José Juan. 

De manera que, cuando el concejal quiso poner a Liliana Pardo como directora del IDU, el alcalde Lucho Garzón no fue ningún obstáculo. Garzón, quien es hoy consejero presidencial, ha dicho que cuando la nombró las referencias que tenía de ella eran de una “mujer honesta y gran gestora”.

El alcalde la nombró en enero de 2007, es decir cuando solo quedaba un año de gobierno, y desde ese momento José Juan se convirtió en el cerebro del contrato de la fase III de TransMilenio, tal y como lo reveló la Fiscalía en la imputación de cargos. 

El fiscal Luis Alonso Zetien explicó con lujo de detalles cómo Liliana Pardo, cuando llegó al IDU, hizo dos cosas que cambiaron el rumbo de Bogotá: uno, revocó la licitación que se estaba adelantando para elegir por méritos a quienes iban a estructurar el contrato de TransMilenio. 

Y dos, puso a la cabeza del IDU las fichas que necesitaba para manejar el contrato a su acomodo. José Juan, según las evidencias, tuvo mucho que ver con los cambios. Tanto es así, que como mano derecha de Liliana Pardo quedó quien para entonces era la novia (y hoy es esposa) del hermano del concejal. Según varios testimonios que presentó la Fiscalía, a pesar de que no era una funcionaria de planta, era ella la que supervisaba y daba el visto bueno a cualquier contrato que hacía Liliana Pardo.
Una vez la dupla Pardo-Rodríguez tuvo el control del IDU la fase siguiente fue definir a quién se le daban los cinco tramos. Según el testimonio de Inocencio Meléndez, que para la fecha era subdirector jurídico del IDU, José Juan puso al contratista Julio Gómez a que sirviera de intermediario para conseguir los constructores que se le iban a medir. 

Ellos podían manejar la licitación a su amaño, anotó Méndez, porque cambiaron el método de selección: dejaron a un lado la balota, que le pone una variable de azar a la elección del componente financiero, e impusieron la selección por vía media geométrica que puede ser manipulable. Además, a diferencia de las otras fases de TransMilenio, cuando se dio un anticipo del 10 por ciento, en este caso dieron por adelantado el 30 por ciento para poder pagar la comisión, concluye la investigación.

El fiscal demostró que José Juan Rodríguez entró al IDU por lo menos 42 veces en 2007. Eso sin contar las veces que no se registró y los encuentros que tenía con la directora del IDU en su apartamento de Rosales, en el norte de la ciudad. La Cava del Puro, un lugar público a media cuadra del centro comercial Andino en Bogotá, se convirtió en una especie de centro de operaciones. “El concejal pagaba facturas de 14 o 15 millones de pesos mensuales. Pero no salían a su nombre”, le dijo una fuente a esta revista.

Todo iba a pedir de boca para ellos. Pero hay un dato que muchos no conocen y es que los Nule no eran los señalados para ganar el tramo cuatro (eran cinco tramos). Sin embargo, por errores cometidos en la estructuración, ese tramo no daba el cierre financiero. Eso lo sabían todos los constructores y por eso solo se inscribió una empresa china y los Nule que, urgidos de liquidez, se lanzaron como niños hambrientos al contrato.

A partir de entonces, comenzaron para José Juan Rodríguez el derroche y los viajes. En un lapso de 40 días, entre marzo y abril de ese año, 2007, viajó tres veces a Panamá. ¿Para hablar de inversiones tal vez? Y entre 2009 y 2010 hizo ocho viajes a Europa, en particular a París y a Madrid, y también a Sudáfrica porque no quería perderse el Mundial de Fútbol, en el cual estuvo desde el pitazo inaugural hasta la celebración de la final, con todo pago para algunos familiares y amigos. 

En Madrid aprovechó para comprar caballos andaluces –que pueden costar hasta 750.000 euros– y para llevar a personas de Somondoco para que aprendieran cómo se cuidan. Sin embargo, la joya de la corona de su criadero es Villano 1, un hermoso caballo blanco que, según una persona que conoció la transacción, compró en 2010 en las caballerizas de los mexicanos Alejandro y Vicente Fernández por 450.000 dólares.

El rancho que construyó, entre 2008 y 2010, es otra de las razones de asombro. Hay apuestas en el pueblo de si es verdad que le invirtió 5.000 millones de pesos. Hablan del sauna construido con materiales italianos, del túnel o refugio secreto que construyó “porque una vez se les metieron a la finca y les robaron” y hay quienes aseguran que le construyó “habitación individual a cada caballo”, haciendo referencia a las caballerizas y pista para exposición equina. Allí también guarda parte de su colección más preciada: seis motos BMW de alto cilindraje en las que le gusta montar con su gallada.

Las personas que trabajan con José Juan Rodríguez lo quieren porque él ha sido generoso. “Si gana 3.000 millones, les reparte 100 a su gente”, dijo una fuente. A la hora de la Navidad no le importa si tiene que comprar regalos de 1 o 2 millones de pesos para todos. Y en 2011, en una fiesta en la plaza de toros de Somondoco, se le vio repartiendo botellas de whisky a muchos de los que entraban.

SEMANA habló con cinco personas que conocen bien su círculo cercano y aseguran que José Juan Rodríguez no tiene nada a su nombre. Víctor Manuel Vargas Gaitán, a quien conocen en Somondoco como Guerrilla, era un campesino con el que José Juan jugaba fútbol en su infancia y ahora anda con cadenas de oro, en una camioneta Fortuner y aparece como representante legal de Fundesa, la fundación mencionada atrás. “Yo tengo una universidad y muchas cosas más”, le han oído decir en el pueblo al referirse tal vez a la Fundación Politécnico Tequendama.

Al leer todo esto se entiende por qué José Juan Rodríguez en las evaluaciones que hace Concejo cómo Vamos aparece como el concejal más ausente. En esa época se mantenía, en promedio, apenas en el 27 por ciento de las sesiones. Muy por debajo de los demás. De verdad es que no le alcanzaba el tiempo.

El miércoles de esta semana comienza la audiencia de acusación de José Juan Rodríguez.