Los expertos en Medicina Forense suelen decir que la prueba reina en un homicidio es el cuerpo. Por esa razón en todas las versiones de la muerte de Escobar al menos hay un factor común e irrefutable: el jefe del Cartel de Medellín recibió tres disparos: uno en la pierna; otro en el tórax, proveniente de una pistola, y uno más que le perforó el oído, accionado desde un fusil R-15.
Pero ¿quién disparó? ¿Cuál fue el tiro que le causó la muerte? ¿Quién ayudó a ubicar a Escobar en aquella casa el 2 de diciembre de 1993? Esas son las preguntas que continúan gravitando en medio de un amplio menú de respuestas.
La versión de Gilberto Rodríguez
La exreina Aura Rocío Restrepo, quien compartió ocho años de su vida con Gilberto Rodríguez Orejuela, trae la más reciente versión. Ella dice en un nuevo libro que el jefe del Cartel de Cali ayudó a financiar la muerte de su archienemigo. Según ella, Gilberto, Pacho Herrera y Chepe Santacruz aportaron 1.200 millones de pesos cada uno, para que se los repartieran entre los policías del Bloque de Búsqueda que participaron en el operativo. Sin embargo, lo inédito de esta versión es que, según lo habría dicho varias veces Rodríguez Orejuela, fue Gustavito Gaviria –hijo de Gustavo Gaviria, el socio de Pablo– quien le señaló a la Policía el lugar exacto donde se encontraba Escobar.
Esto habría sido posible ya que Gustavito alcanzó a visitar la casa donde se escondía Pablo, luego de lo cual fue raptado por los Pepes. Estos, dice ella en el libro, que empezó a circular esta semana, que allí en esa casa lo torturaron y, después, lo asesinaron.
“Don Berna”, su hermano y el supuesto fusil M-16
Si de ser protagonista de la historia se trata, el paramilitar Diego Murillo Bejarano, alias Berna, sorprendió hace poco con un relato que plasmó en un libro en el que también se abroga el asesinato. Según la narración, un hermano suyo, Rodolfo Murillo, apodado Semilla, fue quien hizo el disparo que le quitó la vida a Escobar. Don Berna asegura que el arma utilizada fue un fusil M-16 calibre 5,56. De acuerdo con esta versión, el entonces mayor Hugo Aguilar llegó minutos después de que Pablo yaciera ensangrentado sobre el tejado. “Me pidió que me retirara, pues venía la prensa y no era conveniente que me vieran allí”, dice Don Berna.
La historia oficial
El mayor Hugo Aguilar, hoy condenado por la Corte Suprema de Justicia por nexos con grupos paramilitares, se convirtió en héroe nacional esa tarde del 2 diciembre de 1993. Una imagen suya, hincado de rodillas y sonriente al lado del cuerpo de Escobar, le dio la vuelta al mundo. El Bloque de Búsqueda, gracias a interceptaciones de llamadas, logró rodear a un Escobar escoltado apenas por un hombre apodado Limón. “El tiro de mi pistola fue el que perforó el corazón de Pablo. Y el tiro del R-15 fue el que le traspasó una de las orejas. Cuando pararon el fuego yo me asomé, miré y lo vi tirado sobre el techo, cogí el radio y dije, ¡Viva Colombia, Pablo Escobar está muerto!”, le dijo Aguilar a la prensa mundial.
El complot de los gringos
A comienzos del año 2000, el periodista de investigación Mark Bowden publicó un explosivo libro llamado Killing Pablo, en el que revela por primera vez la decidida cooperación de los gringos en la cacería al entonces hombre más buscado del mundo. El texto está lleno de documentos y cables de inteligencia que circularon entre el Ejército de Estados Unidos, la Marina, la CIA, la DEA y el FBI.
Años después, Bowden diría ante una cámara de History Channel: “Algunos afirman que hubo un tiro de gracia. En la Fuerza Delta existe una especie de leyenda que dice que ellos fueron los que lo mataron. Se presume que Delta conoció la ubicación general de Pablo, al mismo tiempo que el Bloque de Búsqueda, y que tuvo la oportunidad de enviar francotiradores cuando Pablo salió al techo. Dado el modo como opera uno de estos hombres, también podemos creer que un estadounidense haya puesto la bala en su oído”.
La teoría del suicidio
La idea del suicidio de Pablo Escobar nació de las entrañas de su propia familia. Primero fue Sebastián Marroquín, hijo del capo, quien sugirió que fue el mismo Escobar quien, al querer morir en su lucha, se expuso más de lo suficiente al llamar reiteradamente por teléfono a su familia. “Mi padre siempre nos dijo que el teléfono era sinónimo de muerte porque nos podían rastrear fácilmente y el día que murió nos llamó tanto, que me hace pensar que él quería que la Policía llegara. Es una manera también de suicidarse”, le dijo Marroquín al periódico Primera Hora. Aquella idea también ha sido sostenida por Alba Marina Escobar, hermana de Pablo, y por varios miembros de su familia.
La aparente bala de Carlos Castaño
José Antonio Hernández Villamizar, alias John, es un paramilitar que dice haber sido entrenado por el mercenario israelí Yair Klein. En una de las versiones libres que rindió ante un fiscal de Justicia y Paz, John aseguró que oyó de boca de Carlos Castaño una historia distinta a las anteriormente relatadas. Pero como todo alrededor del clan Castaño, esta será una versión que no podrá ser contrastada, pues su protagonista hoy habita bajo una tumba. “Oí decir de Carlos Castaño que él lo había matado y se lo entregaron al coronel Aguilar para darle el positivo al Bloque de Búsqueda. El que intercepta la comunicación es un equipo de los Castaño traído de Israel. Por eso es que Carlos entra y lo mata. El positivo era un convenio que ellos tenían porque Escobar era un enemigo común”, relató John en Justicia y Paz.