María Ángela Holguín, Juan Carlos Pinzón, Gonzalo Restrepo y Luis Carlos Villegas.

GABINETE

El nuevo ritmo de Santos para los diálogos de paz

Con los cambios en su equipo, el presidente Santos busca oxígeno para el proceso en su momento más crítico. ¿Será suficiente?

23 de mayo de 2015

El proceso de paz con las FARC se juega en tres escenarios: la Mesa de Negociaciones de La Habana, el enfrentamiento militar en Colombia y la opinión pública. Los dos primeros han tenido sube y bajas propios de una montaña rusa, y el de la guerra cayó a su punto más bajo con la muerte de 11 soldados a manos de las FARC y la de 26 guerrilleros por un bombardeo de las Fuerzas Armadas, ambos en el Cauca. El de la política viene en caída: ha bajado el respaldo al diálogo, y los enemigos del proceso están envalentonados. Los anuncios de enroques, cambios y relevos en el equipo del alto gobierno buscan alinear las fuerzas para mejorar el ambiente político frente a los diálogos. Un oxígeno que hace mucha falta.

El presidente Santos se jugó sus cartas más valiosas. El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, será embajador en Washington y el enviado ante la Casa Blanca, Luis Carlos Villegas, regresará al país como ministro de Defensa. La canciller, María Ángela Holguín, ratificada en su cargo, se incorporará el equipo negociador en La Habana y a la misma delegación se sumará el empresario Gonzalo Restrepo, expresidente del Éxito. Carambola a tres bandas.

Pinzón, en Defensa, se estaba desgastando. Su papel de ‘policía malo’, que ejercía con convicción y naturalidad, se podría volver en una piedra en el zapato para las negociaciones, cuando llegue la hora final de las grandes decisiones. Convienen los nuevos aires en ese despacho. Por otra parte, en la capital estadounidense puede jugar un papel clave y constructivo. El de hablar de halcón a halcón con los republicanos que dominan el Congreso y con las cabezas de los organismos de seguridad con los que ha trabajado en los últimos cuatro años. El nuevo embajador tiene un capital para invertir en defensa de las negociaciones con las FARC. Eso sí, en la medida en que entienda, y se tome en serio, que pasó a la diplomacia y ya no es vocero de las Fuerzas Armadas. Hay ciertos términos, que ha utilizado contra la guerrilla, que debería dejar archivados en su exdespacho del Ministerio de Defensa.

Villegas, en el Ministerio de Defensa, también tiene un capital acumulado por aportar. Alguien tan cercano al sector privado puede contribuir con buenas prácticas administrativas, que es algo que le ha faltado a un sector que maneja un presupuesto millonario. Sus contactos en Washington le serán útiles en los programas de cooperación que tienen Colombia y Estados Unidos en materia de seguridad. La llave Pinzón-Villegas, ahora enrocados, es un equipo de peso para lidiar con el arisco Congreso estadounidense y buscar la continuidad de la ayuda que se inició hace década y media con el Plan Colombia.

Pero el nuevo ministro es, además, un líder empresarial que ha jugado un papel activo en el proceso de paz. Estuvo en el Caguán, fue víctima del secuestro en cabeza de su propia hija, y formó parte de los diálogos de La Habana en su primera fase. Para el sector privado, donde se incuba un núcleo de escepticismo por las implicaciones que el ingreso de las FARC a la institucionalidad podría tener sobre la propiedad privada y sobre el modelo de desarrollo, Villegas será un factor de tranquilidad. Algo parecido a lo que es el general Jorge Enrique Mora para los militares.

Villegas no estará solo. La llegada de Gonzalo Restrepo le facilitará la tarea de socializar la paz entre el empresariado. El expresidente del Éxito está por encima del bien y del mal y es admirado por su gestión en los supermercados, que pasaron de Medellín a la esfera nacional, y de allí a otros países. Su figura está asociada al llamado Sindicato Antioqueño. A la tierra donde reina el líder de la oposición al proceso de paz, el expresidente Álvaro Uribe. Gonzalo Restrepo en La Habana podría -y debería- ser un puente contra la polarización entre el uribismo y el santismo. Una defensa suya de los diálogos en Cuba dejaría sin piso cualquier inquietud, sobre si lo que allí se está cocinando es la importación del castro-chavismo a Colombia.

El equipo negociador del gobierno fue fortalecido, también, con María Ángela Holguín, quien seguirá además como canciller. Desde el retiro de Nigeria Rentería a finales del año pasado –para entrar en el juego electoral con miras a Octubre- se había planteado la necesidad del ingreso de otra mujer. El presidente Santos se la jugó con su canciller, que es uno de los miembros de su entorno con quien tiene mayor cercanía. La llegada de Holguín, más allá de su función como negociadora plenipotenciaria, es un reconocimiento del hecho de que el proceso de paz tiene dimensiones internacionales.

El propio presidente Santos ha dicho que la paz de Colombia es un asunto regional. Los países de América Latina tienen la mira puesta en La Habana, hasta el punto de que el expresidente de Uruguay Pepe Mujica se ha entrevistado con la delegación de las FARC. Venezuela, Cuba y Chile tienen roles formales en las negociaciones (junto con Noruega). La canciller Holguín ha sido la arquitecta de la construcción de lazos fuertes con América Latina y con los países del Alba. Esa condición le permitirá llevar a Cuba el mensaje de la comunidad hemisférica: un respaldo decidido pero, también, una preocupación por la demora en las negociaciones. El propio enviado especial del presidente Barack Obama –Bernard Aronson– en una reciente visita a La Habana les transmitió ese mensaje a los jefes guerrilleros.

María Ángela Holguín podrá, en consecuencia, servir de canal de comunicación en dos vías. Por una parte, hacer pedagogía ante la comunidad internacional para explicar el alcance de las negociaciones en temas que son sensibles como el de la justicia transicional y el cumplimiento de obligaciones que tiene el Estado colombiano en materia de cooperación judicial. Y en el sentido inverso, presionar a la Mesa –y concretamente a las FARC– explicándoles los parámetros que son aceptables desde el punto de vista de la política y las normas vigentes en el mundo.

Hasta el momento, el proceso de La Habana ha tenido poca presencia internacional. Con el fin de evitar los errores del Caguán, donde hubo una participación muy significativa de organizaciones y países, el presidente Santos limitó la presencia de jugadores a dos garantes –Noruega y Cuba– y dos acompañantes –Venezuela y Chile–. Con el avance de los diálogos ha quedado claro que se necesitan otros mecanismos. Ya hay, de hecho, un delegado estadounidense.

Y, si se supera la crisis actual, es previsible que el proceso requerirá de un rediseño de su estrategia internacional. Entidades multilaterales como la ONU han estado presentes en los acuerdos de paz en Centroamérica. ¿Tendría un papel en el llamado posconflicto? Y si hay pactos de cese al fuego, entrega de armas, o localización de los miembros de las FARC en zonas específicas se requerirán instancias internacionales en funciones como canalización de fondos, verificación de acuerdos y mediación. La canciller Holguín puede desempeñar allí una tarea.

Los diálogos en La Habana se encuentran en su peor momento. A las acciones militares y a la prolongación de las negociaciones se agregan los síntomas de desgaste dentro del equipo del gobierno. El remozamiento anunciado por el presidente Santos era necesario y se veía venir. Lo que nadie sabe es si será suficiente para contrarrestar la falta de confianza en Colombia y la parálisis en los resultados en La Habana. El nuevo equipo trae un oxígeno muy bienvenido, pero nadie sabe si será suficiente.