POLÍTICA

El proceso de paz en ‘Contraescape’

En su libro ‘Así empezó todo’ Enrique Santos Calderón cuenta cómo se gestaron las negociaciones de paz de La Habana.

22 de noviembre de 2014
| Foto: Ilustración: Jorge Restrepo - Semana

El exdirector de ‘El Tiempo’ incluye también algunas reflexiones sobre lo que ha pasado en estos dos años. ¿Qué opina quien fuera el columnista más influyente del país sobre el estado actual del proceso con las Farc?

Problemas de comunicación


“El reto no es solo llegar a un acuerdo final conjunto con las Farc y el ELN sino lograr que el pueblo colombiano lo apruebe en una refrendación ciudadana cuya forma y texto están aún por definirse. Reto paralelo es el de convertir la paz en una verdadera política de Estado, que involucre a todos los poderes y no solo a determinadas esferas del Ejecutivo. Frente a ese desafío hay que decir que hasta ahora ha faltado compromiso de la sociedad en general, de la clase política (inclusive de aquella más cercana al gobierno), del empresariado y del gobierno mismo, algunos de cuyos miembros parecían casi indiferentes o neutrales frente al proceso.

Aquí se refleja una debilidad que se hizo notoria desde un principio: la falta de una eficaz y dinámica estrategia de comunicación. El que solo el presidente debía referirse a sucesos puntuales de la Mesa de La Habana no significa que los demás integrantes de su gobierno sean testigos mudos, o que no puedan ni deban referirse a la importancia de la paz como una política de Estado”.

Álvaro Uribe en el Congreso


“Consciente de lo difícil que será la implementación de cualquier mecanismo que se apruebe (referendo, plebiscito, consulta…), el uribismo se jugará a fondo en la plaza pública en contra de una eventual ratificación popular de los acuerdos. Lo que aún no se vislumbra es la forma concreta que tomará la oposición uribista. Si será total e implacable o habrá zonas de acercamiento. Conociendo la tenacidad y vena populista de Álvaro Uribe, no cabe duda que protagonizará un interesante y saludable fenómeno en el Congreso Nacional, que puede recobrar su papel de escenario natural y legítimo para la confrontación política.

Al gobierno le aguardan tareas y decisiones difíciles. Aunque minoritaria, la oposición uribista será más dura y cohesionada que la heterogénea coalición que hizo posible la victoria de Santos. Se vislumbra, pues, un horizonte con más de un nubarrón. La expectativa de paz, que sube y baja al vaivén de los acontecimientos, también puede desgastarse con la creciente ola de atracos y extorsiones que viven las ciudades. Aunque la guerrilla no tenga que ver con esta modalidad de delincuencia urbana, la gente del común no lo entiende bien y no será el uribismo quien se encargue de aclarárselo. Pero basta con que las Farc y el ELN continúen dinamitando oleoductos, carreteras y torres eléctricas, y quemando buses y tractomulas, para que la de por sí elevada desconfianza pública hacia el proceso vire hacia una irreparable indignación”.

¿Y los militares?

“Las Fuerzas Armadas y su postura poco favorable a los diálogos es otro tema delicado que ha rondado el proceso desde el primer momento. En el fragor de la campaña presidencial se pudo apreciar el grado de franca hostilidad con que lo miran sectores muy representativos del estamento militar.

Tengo la certeza, porque he conversado con muchos de sus miembros, de que a las Fuerzas Armadas, no les importa que jefes de las Farc no paguen cárcel, aun si tienen largas condenas, y ni siquiera se oponen a que vayan al Congreso. Su preocupación es por sus oficiales y soldados. ¿Deben podrirse en la cárcel por actos de servicio o hechos de la guerra mientras los guerrilleros quedan libres? La sociedad colombiana difícilmente lo aceptaría. Las propias Farc, como organización militar, entienden que sus adversarios en el campo de batalla necesitan recibir un tratamiento aceptable. Es significativo que a fines de año pasado Iván Márquez haya declarado en Telesur que ‘el general Mora es un adversario digno, que actuó con ética’ y que lo respetaba, al igual que al general Naranjo.

Difícil que (el proceso de paz) se consolide hacia adelante sin una cúpula militar alineada con la política del gobierno. Un hecho determinante, en medio de esta tensión latente, fue la decisión audaz( y para algunos prematura) de nombrar cuatro oficiales activos de la Fuerza Pública en la Subcomisión Técnica sobre cese del fuego bilateral y dejación de armas.

Este paso sin precedentes generó la inmediata y previsible reacción del uribismo, que lo calificó como desmoralizador para la tropa y una afrenta al honor y la dignidad de las Fuerzas Armadas. Aunque sí levantó ampolla en el Ejército(se habló incluso de coroneles que lloraron), el hecho fue asimilado y el equipo militar que viajó a La Habana estuvo encabezado por el más destacado oficial en materia de contrainsurgencia, el general Javier Flórez”.

El papel de los medios


“Es claro que el periodismo no puede ocultar los múltiples argumentos a favor y en contra del proceso. Pero ¿significa esto que no debe asumir una posición que, por ejemplo, considere el proceso de paz un propósito nacional y no solo del gobierno?¿De qué manera hacerlo sin ser “gobiernistas”? La respuesta parecería simple: haciendo bien su trabajo.

Sin que los medios deban ser militantes de la paz, tampoco lo pueden ser de su fracaso. Cada medio, cada director, cada reportero debería tener claro su papel en esta coyuntura del país. Para no contentarse con ser un simple narrador de la confrontación política, sino procurar desentrañar si de por medio existen intereses que utilizan a los medios con propósitos partidistas o de grupo. En esta dirección, habría que darles cada vez más voz a los ciudadanos en municipios y regiones para reflejar otras preocupaciones sociales por la paz. Si los medios no asumen este papel, serán más susceptibles a la manipulación política, o perderán aún más terreno frente a las redes sociales, que hoy sirven de termómetro para medir la temperatura de la opinión.”

El Fiscal ‘Bocalegre’

“Ante los más de diez mil expedientes que cursan contra guerrilleros, el fiscal Eduardo Montealegre sostuvo en octubre que el país no puede adelantar juicios durante décadas y propuso un cierre jurídico definitivo de los procesos de guerrilla y Fuerza Pública, tras la firma del acuerdo final de paz. Su propuesta ‘busca una cosa juzgada universal que abarque a todos los actores del conflicto’.

Como era de esperarse las declaraciones del fiscal causaron una notable controversia… El propio gobierno, que tendría razones para apoyar las alternativas que abre el fiscal, tomó distancia. Su ministro de Justicia, Yesid Reyes, advirtió que las propuestas de Montealegre(al que algunos de sus detractores apodan el ‘fiscal Bocalegre’) eran ‘absolutamente personales’ porque ‘provocan polémicas innecesarias’.

Resulta claro que la intención del fiscal general es contribuir al éxito del proceso de paz, pero cabe preguntarse qué tan recomendable es anunciar absoluciones y beneficios a la guerrilla antes de que todo esté acordado y firmado. Hay ofrecimientos que, por provenir de dónde provienen, pueden debilitar la posición negociadora del Estado o reducir su margen de maniobra”.

“La paz viene , pero…”

Dentro del proceso de ambientar la paz, hay que convocar a sus declarados enemigos. Escucharlos, invitarlos a debatir y a proponer alternativas. El politólogo Gustavo Duncan sostiene que mientras la favorabilidad de las Farc en las encuestas no llega al 2 por ciento, el uribismo representa a la mitad del país, y que no se puede hacer la paz sin tenerlo en cuenta. Aunque el jefe supremo se muestra cerrado a la banda en este campo, buscar cómo atraer a sus sectores más equilibrados es, pues, otra tarea para desarrollar.

Si la política es el arte de sumar fuerzas, la política de la paz debe reunir cada vez a más creyentes. Puede estarlo logrando, si se tiene en cuenta la propuesta del hasta ahora crítico acérrimo del proceso, el procurador Alejandro Ordóñez, de suscribir ‘un pacto nacional por la paz que le dé sostenibilidad política y jurídica a los acuerdos con las Farc’, y el respaldo que esta recibió del Partido Conservador.

En su discurso de posesión del 7 de agosto, Juan Manuel Santos había aclarado que al proceso ‘le falta la fase más ardua y exigente’. Advertencia realista, que me parece más acertada para el momento que la promoción de infundadas expectativas de corto plazo. Debería ser la nota predominante en la prédica oficial: la paz viene, pero no está a la vuelta de la esquina. Vamos bien, pero hay mucho trayecto por adelante’.