EN NEUTRO
El tema de los autos con placas diplomáticas en poder de los narcotraficantes vuelve a recalentarse, pero a la hora de las sanciones el motor está apagado.
JOHN MATTES ES UN ABOGAdo de Miami especializado en sacarle los trapos al sol al gobierno de Estados Unidos. Pero hace dos semanas su orgullo de abogado y sus convicciones fueron duramente golpeados por una decisión de la DEA de exonerar de toda culpa a un agente acusado de recibir un soborno para permitir la importación a Colombia de un automóvil de lujo para uno de los jefes del cartel de Medellín. Se trata del agente William Michael Aldridge, quien trabajó como agregado en la oficina de la DEA en Bogotá de 1986 a 1988, luego como inspector interno y finalmente en la oficina de asuntos internacionales de ese organismo en Washington D.C.
La investigación se inició a raíz de una declaración del narcotraficante colombiano Gabriel Taboada, quien aseguró al diario The Miami Herald que Aldridge prestó su nombre y su estatus diplomático para facilitar la compra de un Mercedes Benz con destino a Gustavo Gaviria, primo de Pablo Escobar.
Según la investigación interna de la DEA, después de seguir paso a paso la transacción, se halló que Aldridge no había violado ninguna ley y que Taboada había mentido. Lo extraño es que Taboada fue uno de los testigos claves del gobierno de Estados Unidos en el juicio contra el general Noriega. Los fiscales del caso lo llamaban el testigo bomba.
"Observamos discrepancias en las declaraciones de Taboada -dijo el inspector jefe de la DEA, Johnny Phelps-. Pudimos documentar completamente cada etapa de la compra, propiedad y venta del vehículo".
Mattes, abogado de Taboada, no está convencido de que la investigación fue tan exhaustiva como la DEA reclama y ahora está pidiendo a la misma oficina que exoneró a Aldridge que investigue a todos los funcionarios de la DEA y a los demás diplomáticos que trabajaron en esa época en la embajada de Estados Unidos en Bogotá.
"Los ciudadanos de Estados Unidos y de Colombia merecen conocer la verdad en toda su extensión acerca de las actividades criminales en la embajada de Estados Unidos", escribió Mattes en una carta dirigida a Johnny Phelps, jefe de inspectores quien también trabajó en Colombia. Convencido de que Aldridge no fue el único que vendió su cupo diplomático, Mattes sugiere en su carta que se cree una comisión imparcial de colombianos y estadounidenses para que revele la verdad en relación con los delitos que ocurrieron en la embajada. "Hacer menos -agregó-, es un encubrimiento".
La DEA empezó a investigar el relato de Taboada después de que el Herald obtuvo un manifiesto de Aduanas de Colombia de julio de 1986, que mostraba que Aldridge había importado una camioneta Mercedes Benz 230, por un valor de 17.360 dólares, de Stuttgart, Alemania, a Santa Marta.
Un funcionario de la DEA familiarizado con la investigación dijo que Aldridge le presentó a la DEA un contrato registrado en notaría que mostraba que había obtenido el dinero para la compra del Mercedes de dos amistades suyas que trabajaban en embajadas de países anglófonos en Colombia.
Ambas amistades respaldaron la versión de Aldridge en entrevistas telefónicas separadas, dijo el funcionario de la DEA. La agencia se negó a identificar a las dos personas. El funcionario de la DEA añadió que Aldridge planeaba quedarse con el auto como inversión, y venderlo al terminar su estancia en Colombia. Pero la DEA no obtuvo documentos bancarios de Aldridge para mostrar cómo compró el auto. La investigación se basó en el contrato que mostró Aldridge y en los archivos de Auto Mercantil Ltda, agencia de carros de lujo de Bogotá que encargó el Mercedes de Alemania. Los archivos de Auto Mercantil muestran que el auto fue encargado por Luis Rueda, comerciante de Bogotá. El pago de entrada fueron dos cheques por un total de 1.350 dólares firmados por Aldridge. Sin embargo los archivos de Auto Mercantil no revelan cómo se financió la compra del automóvil, dijo el funcionario.
La DEA entrevistó a Rueda, quien apoyó la versión de Aldridge y dijo que Taboada no había tenido nada que ver con la compra, añadió el funcionario.
Aldridge compró el auto cuando el narcoterrorismo azotaba a Colombia. Por orden de la embajada de Estados Unidos, agentes de la DEA como Aldridge iban a trabajar en autos guiados por guardaespaldas. Los dos escoltas colombianos del funcionario, Marco Urrego Moreno y Edgar Amaya Pulido, dijeron a la DEA que Aldridge conservó el Mercedes hasta que se fue del país en 1988, mucho después que, según dice Taboada, el auto se le había entregado al cartel. La investigación de la DEA concluyó que Aldridge vendió el auto en 1988 por unos 25.000 dólares a los colombianos Julio Téllez y Hermann Neckam. Tras esa conclusión, la acusación se archivó, hecho que no dejó satisfecho a todo el mundo. "Estoy avergonzado -escribió Mattes al estudiar los resultados de la investigación- de que Estados Unidos busca activamente temas de corrupción que se relacionan con los hispanos pero prefiere ignorar la corrupción de los americanos".
Para un colombiano común no es un misterio que gran parte de la flota de automóviles lujosos de las organizaciones del narcotráfico son carros diplomáticos, desde el punto de vista técnico. Como dijo hace unos días a SEMANA un informante de la DEA que fue asesor de Gonzalo Rodríguez Gacha: "Todos los carros que teníamos eran diplomáticos, los que no, los mandábamos a robar a Venezuela". Y hay casos que lo prueban. Los conocedores del tema aún recuerdan que en 1987 Jorge Luis Ochoa fue detenido en el Valle del Cauca cuando conducía un Porsche, registrado a nombre del agregado militar de la embajada de Honduras. Pero la práctica no parece ser cosa del pasado. La semana pasada se destapó un nuevo escándalo tras conocerse que un Mercedes Benz, registrado a nombre del agregado de defensa de la embajada de El Salvador en Bogotá, fue incautado en uno de los operativos del Comando Especial Conjunto que persigue a los cabecillas del cartel de Cali, y resultó usado por una amiga de José Santacruz Londoño. De manera que la Cancillería va a tener que poner de nuevo las antenas para saber en qué pasos están los automóviles con placas azules. Porque tal como están las cosas, a algunos vehículos diplomáticos se les puede aplicar un refrán ligeramente modificado : "dime en qué andas y te diré qué eres".