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¡Nadie despega en las encuestas!
A cuatro meses de la primera vuelta, Santos mantiene su ventaja, pero continúa una atípica tendencia. Los colombianos no sabe por quién votar. Análisis de la Gran Encuesta de RCN Radio, RCN Televisión, La FM y SEMANA.
Si las elecciones presi-denciales fueran hoy, junto a la identidad del candidato ganador figuraría un llamativo fenómeno: uno de cada cuatro votos depositados sería en blanco. A este resultado se le suma otra tendencia: el 23 por ciento de los colombianos aún está indeciso sobre a quién apoyar en la primera vuelta del próximo 25 de mayo. Este es uno de los hallazgos más destacados de la primera panorámica de la campaña electoral de 2014.
El año arrancó con el típico ajetreo proselitista: correrías regionales, publicidad política en calles y emisoras, dos convenciones partidistas y una nueva invitada al tarjetón por los conservadores, Marta Lucía Ramírez. El presidente Juan Manuel Santos recibió oficialmente el aval del Partido de la U y las cábalas sobre su fórmula vicepresidencial han agitado la discusión política en los últimos días.
No obstante, la fotografía de la carrera hacia la Casa de Nariño tomada hoy es prácticamente la misma de diciembre del año pasado. Todos los candidatos, incluyendo el primer mandatario, mantuvieron sus lugares y en algunos casos con tendencia a la baja. Los datos de la Gran Encuesta confirman que, a pesar de que el país ya empezó a respirar el ambiente de la contienda electoral, ningún aspirante despunta ni marca mayores diferencias. En otras palabras, nadie despega.
Juan Manuel Santos conservó tanto el primer puesto en las preferencias de los electores en la primera vuelta como los mismos niveles de respaldo. Un cuarto de los colombianos apoya la intención del primer mandatario de reelegirse. Mientras que en regiones como la costa Caribe y Santander la ventaja del presidente es amplia, en Bogotá, Antioquia y el Eje Cafetero su apoyo es menor. Sobre los hombros de votantes que se identifican como liberales y del Partido de la U, el jefe del Estado mantiene una holgada diferencia sobre su más cercano competidor, Óscar Iván Zuluaga.
Para el aspirante uribista el piloto automático en que anda la campaña es el peor de los escenarios. Zuluaga no ha podido recortar la distancia que lo separa del presidente Santos y no alcanza los dos dígitos. Con solo el 8 por ciento del electorado detrás del estandarte del Centro Democrático, los tiempos del exministro para amenazar la reelección se agotan. El mantra de un candidato opositor a un presidente en ejercicio es el de crecer su apoyo electoral en cada medición. Según los datos de la encuesta, esa no es la tendencia que registra Zuluaga.
El estancamiento hacia la baja de Óscar Iván contrasta aún más dramáticamente con los índices de favorabilidad del expresidente Álvaro Uribe. Mientras la aspiración presidencial de Zuluaga se paraliza en los sondeos, Uribe registra una favorabilidad del 61 por ciento y ha crecido 7 puntos desde abril del año pasado. Es decir, hoy en la oposición del Centro Democrático hay más cabeza de lista del Senado que candidatura a la Presidencia de la República.
Muy cerca del aspirante uribista se encuentran otros dos opositores con credenciales distintas y el mismo porcentaje de apoyo: el 6 por ciento. Se trata de la candidata del Polo Democrático, Clara López Obregón, y el exalcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, quien lucha por el aval de la Alianza Verde. López enfrenta una verdadera paradoja: mientras el descontento generalizado del año pasado constituye una oportunidad dorada para las banderas de izquierda, el Polo no ha sido capaz de canalizar ese ambiente de protesta. Al igual que Santos y que Zuluaga, los niveles de respaldo de la exalcaldesa de Bogotá se mantienen estáticos y dificultan su paso a una eventual segunda vuelta.
La situación de Peñalosa es más peculiar. La dirigencia de su partido, la Alianza Verde, obedece los lineamientos del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, acérrimo contradictor del exmandatario capitalino. Aunque Peñalosa aspira a participar en la consulta interna de los verdes el próximo 9 de marzo, día de las elecciones parlamentarias, no es seguro que la convoquen ni que lo dejen competir. Lo paradójico es que mientras los petristas quieren bloquear una candidatura presidencial peñalosista, el excalcalde bogotano empate en el tercer lugar de las preferencias electorales. De hecho, en términos de favorabilidad, Peñalosa es el segundo aspirante con mejor imagen después del presidente Santos, con el 34 por ciento.
La lista de los candidatos se cierra con la conservadora Marta Lucía Ramírez con el 4 por ciento y Aída Abella, de la Unión Patriótica, con el 1 por ciento. Para la recién escogida aspirante azul la medición pudo ser más alta, ya que contó con un cubrimiento mediático favorable durante los días posteriores a la convención de su partido (ver siguiente artículo). A primera vista, Ramírez no gozará del empujón posconvención que favoreció a Óscar Iván Zuluaga en los meses finales del año pasado.
¿Indecisos e ‘indignados’?
Más allá de las realidades que enfrenta cada uno de los candidatos en la carrera presidencial, la sumatoria de todos sus apoyos, incluido el de Juan Manuel Santos, equipara a los dos fenómenos más llamativos de la encuesta: el voto en blanco y los indecisos. Mientras un cuarto de los colombianos le apuesta al blanco, un poco menos, el 23 por ciento, aún no sabe por quién votar. Que uno de cada dos colombianos con intención de ir a las urnas no tenga un candidato definido a cuatro meses de la primera vuelta es un hecho sorpresivo que amerita explicación.
A primera vista, los indecisos y el voto en blanco no deberían generar mayor preocupación dentro de las campañas. Conforme se acerca el día de elecciones, los indecisos se decantan por uno de los aspirantes del tarjetón y al final una proporción termina por abstenerse de participar. En el caso del voto en blanco, este ha sido tradicionalmente una opción de protesta para una mínima porción del electorado, cuyo peso en el resultado final es menor. Por ejemplo, en las pasadas elecciones presidenciales, el porcentaje en la primera vuelta alcanzó el 1,53 por ciento de los más de 14,5 millones de votos.
Sin embargo, a estas alturas de la carrera presidencial, registros del 27 y del 23 por ciento para estas alternativas no tienen antecedentes. En enero de 2006, en la campaña de reelección del entonces presidente Álvaro Uribe, la Gran Encuesta midió un apoyo del 13 por ciento para indecisos y del 5 por ciento para el voto en blanco. Hace cuatro años, en abril de 2010, los indecisos marcaron el 11 por ciento y el blanco, el 4 por ciento. En la foto de la campaña presidencial de hoy estas opciones tradicionalmente marginales ocupan los lugares de preferencia y hasta triplican los respaldos de respetables y experimentados personajes de la vida pública.
Una mirada al ambiente nacional podría ser un buen punto de partida para explicar estos fenómenos. El pesimismo sigue marcando la pauta en el electorado: seis de cada diez colombianos piensan que el país va por mal camino. Si bien la imagen favorable del presidente Santos ha ganado 17 puntos porcentuales desde el bajón de septiembre del año pasado, está 1 punto por debajo de la negativa, que es del 47 por ciento.
Cada medición refleja la dificultad del primer mandatario para quebrar el umbral de apoyo electoral del 30 por ciento. En ese bloque de indecisos y voto en blanco reposa el respaldo necesario para que Santos finiquite la campaña y la convierta en un trámite. Así mismo, su alto porcentaje alimenta la ilusión de los candidatos opositores de transformarse en los abanderados de ese descontento y así reducir la distancia que los separa del candidato-presidente.
Frente a la identidad de quienes conforman esa mitad del electorado, se puede decir que son independientes de los partidos, de estratos medios y menores de 34 años. En Bogotá, por ejemplo, la proporción del voto en blanco creció 13 puntos desde diciembre y, en Antioquia, 11 puntos. Sin contar con liderazgos visibles, banderas claras y una molestia definida, estos colombianos son hoy un botín estratégico de las campañas y el centro de atención de los analistas.
No obstante, las motivaciones detrás de ambos bloques de electores no son las mismas. Mientras los indecisos tienden a reflejar falta de conocimiento o comunicación de las propuestas de los candidatos, los votantes en blanco constituyen una expresión de descontento más fuerte con la oferta política existente. Hoy los datos de la Gran Encuesta muestran que, al igual que en la medición de diciembre pasado, ni la Casa de Nariño ni los opositores cuentan con los mensajes de persuasión y confianza necesarios para canalizar hacia ellos este 50 por ciento del electorado. Los altos índices de la encuesta indican corrientes de opinión más complejas que la falta de información o la insatisfacción frente a los protagonistas del tarjetón.
Sin agitar las aguas
Por más que una porción importante de colombianos no encuentre opciones para votar, el estancamiento de la campaña electoral le conviene al presidente Santos. La Casa de Nariño necesita que no se presenten mayores sorpresas ni drásticas irrupciones en su camino hacia la reelección. Al fin de cuentas, en ninguna medición el mandatario pierde su primer lugar ni los opositores amenazan su continuidad. En todos los escenarios de segunda vuelta contemplados por la Gran Encuesta, Santos derrota por más de 20 puntos porcentuales a sus contendores.
El pulso del primer mandatario con el voto en blanco, por ejemplo, es más estratégico que electoral. La campaña santista desplegará acciones para que, cuando este descontento se decante, una mayor proporción opte por el presidente, quien goza de mayor reconocimiento. Los altos niveles de desconocimiento y de impopularidad de los opositores en algunos casos complicarán los esfuerzos para que los inconformes busquen otras alternativas.
En conclusión, entre finales de noviembre y finales de enero la carrera por la Presidencia de la República no sufrió mayores cambios. Las mismas tendencias y niveles de apoyo se mantienen mientras que ni Santos ni sus opositores despiertan emociones que agiten la competencia. Queda ratificado que la combinación de indecisos e indignados, que reflejó los descontentos ciudadanos de 2013, tendrá un papel mayor en la campaña de 2014 que lo inicialmente previsto. Habrá que esperar las siguientes mediciones de la Gran Encuesta para saber si este bloque se disipará, como lo afirman algunos analistas, o si definirá al ganador.