JUDICIAL

La viuda negra

La esposa y uno de los hijos del dueño de las tiendas Surtifruver terminaron envueltos en su crimen. ¿Cómo llegaron a ese extremo?

2 de diciembre de 2017

Veinte días antes de morir abaleado, Alonso Orjuela Pardo –el próspero empresario creador de los supermercados Surtifruver– recibió un mensaje de WhatsApp en su celular: “Amor, me encuentro en el aeropuerto ¿ya recibiste la consignación?”. El número telefónico era desconocido, pero se identificaba con la fotografía de una mujer joven y hermosa. Simplemente despampanante. Eso atrapó la atención de Alonso. El empresario, animado por su instinto de casanova, desplegó un repertorio de halagos y coquetería, mensajes que la mujer correspondió.

Alonso, complacido, incorporó el contacto a su teléfono con el nombre de Sofi Bogotá, y en las siguientes semanas mantuvo constante comunicación. Sin saberlo estaba cavando su tumba vía chat. Los mensajes fueron tomando vuelo hasta que llegó el momento del encuentro. El 20 de octubre de 2016, ‘Sofi’ le propuso a Alonso una cita a ciegas para conocerse, junto a un parque en la calle 179 con autopista Norte de Bogotá. El empresario acudió al lugar a la hora indicada. Eran las 9:30 de la noche cuando estacionó y bajó de su camioneta. Le pareció reconocer a la mujer en el parque, pero al aproximarse se topó con sus dos verdugos. Uno de estos levantó un revólver calibre 38 y le disparó en cuatro oportunidades. Tres balas impactaron en su cuerpo y una en el carro. Testigos dijeron que los hombres huyeron a pie por el margen de la carretera y que la mujer, tras recibir el arma, cruzó el puente peatonal hasta alcanzar el otro costado de la autopista, donde también desapareció. Alonso murió en el lugar. Tenía 46 años.

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Todos los medios registraron el crimen del creador y dueño mayoritario de Surtifruver. Alonso inventó esa empresa de la nada y tras 25 años de trabajo ya tenía varias fincas que cosechaban verduras y frutas frescas, productos que vendía en sus 15 tiendas. El negocio facturaba cerca de 100.000 millones de pesos al año, y daba trabajo a más de 1.500 personas. Las reseñas por su muerte recordaron que para iniciar su emporio había tenido que vender la bicicleta y una cadena para conseguir un estante de exhibición y el plante inicial. “El comerciante asesinado tenía un feliz matrimonio y 4 hijos que lloran su partida”, así reseñó un periódico local el crimen de Alonso Orjuela.

Pero la Fiscalía, tras un año de investigación, ha encontrado todo lo contrario. Esta semana detuvo a la esposa del comerciante, Berta Cecilia Rueda Bossa, y la envió a a la cárcel El Buen Pastor acusada de fraguar el crimen. Las autoridades están buscando a Juan David Orjuela, hijo del comerciante, quien no solo habría robado a su padre el arma con la que lo abalearon, sino que habría participado en la propia escena del crimen.

La primera gran sorpresa del caso apareció el pasado 5 de septiembre. Ese día, la Policía capturó a Mauricio Parra Rodríguez cuando estaba a punto de abordar un avión con destino a México en compañía de su hija de 22 años de edad. Parra había sido socio de Orjuela en el proyecto de un cultivo de arándanos que terminó mal. Además, décadas atrás, había estado en la cárcel, condenado a 16 años por tratar de llevar en un camión, desde la zona del Caguán hasta un puerto, un cargamento de coca camuflado entre bloques de queso.

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Las autoridades comenzaron a seguirle la pista tras escuchar el testimonio de Francisco Bahamón. Este, un desmovilizado de las Farc, aseguró que conoció a Parra años atrás, pues el exsocio de Orjuela tenía nexos con jefes de esa guerrilla en el sur del país a los que les servía de testaferro. Además, contó que semanas antes del crimen Parra lo contactó, que se encontraron en un centro comercial de Bogotá y que este le propuso matar al dueño de Surtifruver a cambio de 20 millones de pesos. “El tipo no tiene escolta y yo tengo esta vieja para jalarlo”, aseguró Bahamón que le dijo Parra, mientras le señalaba a  la mujer que lo acompañaba. Bahamón le dice haber rechazado la propuesta y que a los pocos días, tras ver la noticia del asesinato, decidió colaborar con la justicia.

Los investigadores del caso ubicaron a Parra, le siguieron los pasos y establecieron que se estaba preparando para huir del todo. Había puesto una fortuna a nombre de su hija de 22 años y trasladado altas cifras de dinero a cuentas bancarias de ella. La detención de ambos también tuvo gran despliegue en los medios: se señaló que el exsocio de Orjuela estaba acusado de maquinar el crimen. Pero lo más sorprendente estaba aún por venir.

El fiscal del caso indagó a profundidad el entorno de Alonso Orjuela. Supo que la víctima y su esposa estaban en camino al divorcio y que de hecho hacía ocho años que no convivían. Habían tenido tres hijos: dos mujeres y un varón de 27 años llamado Juan David. Además, Alonso tenía otro hijo extramatrimonial. El empresario vivía con sus dos hijos varones, pero mantenía una relación conflictiva con ellos. Se negaba a darles dinero. “Que trabajen y se lo ganen”, decía. Y estos, por su parte, eran altaneros, continuamente abandonaban las carreras universitarias que emprendían, y de cuando en cuando se veían en problemas por consumir drogas.

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Alonso tenía en su casa dos armas con salvoconducto: una pistola 9 milímetros y un revólver Smith & Wesson de 38 milímetros que había desaparecido un par de meses antes del crimen. El empresario le alcanzó a contar a varios familiares que estaba preocupado por eso y que temía que Juan David hubiera cogido esa arma.

Por otra parte, la Fiscalía estableció también que luego de varios años de aplazamientos, Alonso estaba resuelto a divorciarse y que lo haría tan pronto terminara de blindar su patrimonio. Para esto creó una firma llamada Dealing in Fresh bajo la figura de sociedad en comandita integrada por él y sus hijos, pero concentrando el 86 por ciento de las acciones a nombre de su hija menor de edad. El empresario trasladó, progresivamente, el grueso de su fortuna a la firma creada. Estaba a punto de empezar a tramitar su divorcio cuando lo asesinaron.

Parra dio las claves restantes desde la cárcel. Exactamente un año después del crimen, el pasado 19 de octubre, rindió un interrogatorio en el que aceptó ante la Fiscalía que además de socio de Orjuela había sido amante de su esposa, Berta Cecilia Rueda, y confesó: “Ella mandó matar a Alonso”. Parra aseguró que Berta Cecilia le propuso eliminar al empresario la primera vez un sábado después de tener relaciones sexuales: “Cecilia estaba mamada de que Alonso no le diera lo que le pertenecía. Es sencillo, me dijo, o me da lo mío o va a un cementerio o la cárcel porque yo no me dejo joder. Me pidió que le ayudara a matarlo. Eso fue entre las sábanas, en el motel”. Y luego dio cuenta de otras tres ocasiones en que la mujer le habría insistido en el plan a lo largo de varios meses.

Parra –quien niega haber participado en el crimen– además contó que supo por Cecilia que Juan David Orjuela, hijo de la víctima, le robó el revólver a su padre y que con esa arma lo abalearon. El joven tiene orden de captura y está huyendo. La Fiscalía no cree en la inocencia de Parra, pues las evidencias técnicas prueban que el registro espacio-temporal de su teléfono y el de Sofi Bogotá coinciden en los mismos puntos y momentos a lo largo de semanas.

La tesis de la Fiscalía es que Parra en asocio con Berta y con la colaboración de Juan David consumaron el crimen y tenían que hacerlo pronto, antes de que firmara el divorcio y antes de que su hija menor alcanzara la mayoría de edad, para que así la madre, como representante legal, tuviera el control de la fortuna que la víctima había puesto a nombre de su niña, que hoy ya cumplió 18 años. De momento, los jueces de garantías han dado crédito a los hallazgos y planteamientos de la Fiscalía; por eso Berta Cecilia está en la cárcel y las autoridades buscan por cielo y tierra a Juan David.

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