Ingrid Betancourt siente que a pesar de la distancia, nunca se ha ido de Colombia. Dice que volverá cuando sienta que esté lista y su familia pueda estar tranquila de su regreso. | Foto: Jorge Pérez / Look me luck

ENTREVISTA

"Estudio Teología por lo mismo que quise hacer política"

Desde su casa en la Universidad de Oxford, Ingrid Betancourt habló con SEMANA sobre la paz y los cambios de su vida.

29 de junio de 2013

SEMANA: ¿Tiene algún recuerdo recurrente del secuestro? ¿O ya limpió toda esa memoria?

INGRID BETANCOURT: Ha sido un proceso muy hermoso de sanación. Hoy estaba en la tarea de limpiar el ático y me encontré con todos los recuerdos de la selva. Encontré el radio que utilicé para oír a mi mamá durante los siete años de secuestro. El reloj, que sigue marcando la hora de la selva. No se ha retrasado un segundo. El uniforme que yo llevaba, la ropa interior, las medias, la mochila. Son objetos que ahora, cuando los redescubro después de cinco años, tienen un significado muy diferente a cuando me los quité y los dejé de utilizar. De alguna manera, quiere decir que el proceso de sanación me ha permitido valorar el camino que he recorrido. Un camino muy doloroso, sí, pero también de crecimiento espiritual.

SEMANA: ¿Y cómo ha sido esa sanación?  

I. B: Si tuviera que resumir en una imagen lo que yo viví, pienso en un estadio totalmente oscuro, donde uno ni siquiera puede verse las manos, y de pronto alguien prende una vela. Y esa lucecita pequeña llena todo el estadio. Eso para mí es lo que sucede cuando se enfrenta la crueldad, la maldad, los abusos, las humillaciones -que son la oscuridad- con esa pequeña luz que es el amor. El amor que se puede tener por unas personas que están en una situación horrible, pero también el amor que le llega a uno del pasado, de saber que fue amado por sus hijos, su padre y su madre. Uno de los descubrimientos importantes de mi vida ha sido entender que siempre hay esa esperanza. Siempre se puede ver la vida de otra manera.

SEMANA: ¿Cuál es el click que se activa para que una persona como usted que quería ser presidente de Colombia decida estudiar teología?

I. B: Lo que me motivó a estudiar teología fue lo mismo que me motivó a ser política. La línea de coherencia en mi vida es cómo transformamos el mundo. Hay una permanente indignación por lo que hemos hecho de este mundo que se nos ha entregado. Y así como pienso que en política las acciones son necesarias para dar respuestas concretas, creo que la teología permite reflexionar en quiénes somos para poder dar esas respuestas. La lucha política se justifica porque tenemos la responsabilidad de hacer de este mundo lo que Dios quiso.

SEMANA: Desde su rescate, con la operación Jaque, usted solo ha venido a Colombia una vez y estuvo muy pocas horas. ¿Por qué no ha vuelto?

I. B: Por dos razones. La primera porque era necesario adelantar ese proceso de sanar heridas. Uno no sale de la selva con la fuerza para meterse en una batalla política. Yo tuve que decir no a muchas propuestas para recuperar mi esencia y volver a construir la vida, la relación con mis hijos, la relación con mi mamá. Y para volver a creer en las personas, para volver a tener una relación basada en la confianza luego de estar siete años ejercitando la  desconfianza. Necesitaba ese tiempo. Esa es una de las dos razones que me marcaron.

SEMANA: ¿Y la segunda cuál es? ¿El episodio de la indemnización que usted pidió al Estado por su secuestro?

I. B: Sí. Digamos que la incomprensión que generó me afectó mucho.  Era como salir de una selva para meterme a otra selva. Me pareció muy injusto, me dolió muchísimo y eso prolongó también la posibilidad de sanar heridas. Pero esa experiencia, así como fue de dolorosa, también fue importante para entender cuál es la relación que debo establecer con Colombia. Tiene que ser una relación sobre la verdad no sobre la calumnia. Y estar en la política es estar sujeto a eso: a las mentiras, a la distorsión, a las traiciones. Eso no es lo que quiero. Yo quiero volver a Colombia, al amor de los colombianos. También necesitaba darme un tiempo para entender eso.


SEMANA: ¿Es decir que sí  va a volver?

I. B: Nunca me he ido, a pesar de la distancia física. Pienso todos los días en Colombia. y volveré cuando ello no angustie a mi familia, y cuando sienta que estoy lista. 

SEMANA: Hubo quienes consideraron desproporcionada esa reacción en contra suya pues al fin y al cabo usted tenía, o tiene, derecho a la reparación como cualquier otra víctima del conflicto. ¿Por qué cree que pasó lo que pasó?

I. B: La ley no puede aplicarse de manera selectiva y en mi caso hubo una discriminación. Pero esa campaña en mi contra fue motivada por el miedo y por intereses políticos muy precisos. Cuando fui liberada había unanimismo. En el país, todo el mundo tenía que pensar lo mismo, era algo casi que fascista. Muchos querían que yo saliera con un discurso de odio y de venganza. Pero no creo en eso. Cuando salí los colombianos no me habían olvidado y respondieron con mucho amor. Yo creo que la valoración que se hizo por algunos políticos fue ‘Ingrid Betancourt está muy alta en las encuestas, hay que ir por ella’. Ese era un miedo a que cualquier cambio los sacara del ruedo político y tiraron a matar. Y la verdad no me defendí bien. No tenía los recursos psicológicos ni emocionales para dar la batalla. Además el tema afectó mucho a mi familia, a mis hijos. Fue algo muy doloroso. Pero pienso que Colombia, como yo lo he hecho por mi lado, va a sacar de esto sus propias conclusiones. Y eso tiene que ser positivo para todos.

SEMANA: Ya que habla de política, ¿Cómo ve el gobierno de Juan Manuel Santos?

I. B: Yo pienso que Juan Manuel Santos está sintonizado con el país y está asumiendo un liderazgo al establecer parámetros que han llevado a Colombia a aceptar la negociación de paz con mucha madurez. El Presidente lleva a la mesa temas que son cruciales, problemas que vienen desde la Independencia, el de la tenencia de tierras, el de los desplazados, y por eso pienso que con los diálogos de paz se está dando un cambio espiritual del cual no somos conscientes porque todavía es muy novedoso. Un país que estaba comprometido con la guerra un buen día se despierta y dice "estamos comprometidos con la paz". Las prioridades se revierten completamente.

SEMANA: ¿Y la guerrilla también está en ese cambio espiritual?

I. B: Yo creo que sí. La guerrilla ha sido tradicionalmente cerrada con una visión del mundo muy estalinista: “nosotros somos los que tenemos la verdad, y el que no esté con nosotros es un enemigo”. Yo creo que las Farc han logrado convertir su derrota militar en una victoria política, en el sentido de que han sabido revaluar su posición y establecer unos puentes de diálogo con los colombianos. Por primera vez hay comandantes queriendo convencernos de algo. Es decir, trayendo argumentos y no convenciéndonos con las armas, ni con la violencia. Colombia está viviendo realmente un momento extraordinario.

SEMANA: ¿Usted cree que se va a firmar la paz?

I. B: Hay momentos como éste en que pareciera que los planetas estuvieran alineados. Todo está para que las cosas se den. Y si nosotros no valoramos la oportunidad que se nos presenta nos enfrentamos a una prolongación del conflicto que puede significar 100 años más de guerra. Las oportunidades históricas son fortuitas. Uno sabe cuándo pierde la oportunidad, pero no sabe cuándo la vuelve a crear. Esta es la oportunidad de nuestra generación. ¿Qué vamos a hacer con ella? ¿Vamos a tratar de sabotearla, de desprestigiarla o vamos a actuar como personas responsables con las futuras generaciones?

SEMANA: ¿Qué piensa de qué las Farc participen en política?

I.B: Creo que es muy importante y que hay que valorar los cambios que se están dando de ese lado porque son muy interesantes. Durante mucho tiempo las Farc no fueron más que un cartel de la droga. No tenían realmente propuestas. Pero lo que estamos descubriendo es que las Farc son mucho más que eso.

SEMANA: ¿Y estaría de acuerdo con que los guerrilleros no vayan a la cárcel?

I. B.: Darles un tratamiento legal que les impida hacer política,  sería desconocer todo lo que todos hemos hecho. También nosotros somos culpables de no haber dado otra oportunidad a muchos colombianos condenándolos a ser violentos. Que las Farc empiecen a hacer política es muy importante porque realmente no tenemos más que ofrecerles. No podemos ofrecerles dinero porque les sobra. No podemos ofrecerles armas porque tuvieron las que quisieron. No podemos ofrecerles influencia territorial porque tuvieron la mitad del país. Lo que tenemos para ofrecerles es la ciudadanía de ser colombianos. Para eso no solo se necesita abrirles las puertas de la política, para que nos convenzan o sean derrotados en las urnas, sino también ofrecerles una justicia cuyo propósito sea la reconciliación y la paz. Y no puede ser una justicia de borrón y cuenta nueva. Tiene que haber un resarcimiento moral de las víctimas, decirles qué sucedió, que la sociedad está con ellos y que no ignoramos su dolor. Pero de la misma manera, a los que hemos sido víctimas de la violencia, que somos todos los colombianos, nos toca asumir nuestra responsabilidad porque también hemos sido vectores de injusticia y de violencia. Necesitamos una justicia constructiva y no de venganza, destructiva, una justicia que nos permita ir hacia adelante, que nos permita construir relaciones de hermandad  y de confianza entre los colombianos.

SEMANA: ¿Y de convocar una constituyente qué piensa?

I. B: ¿Y por qué no la constituyente, si ya hicimos una en el 91 por un proceso de paz que fue muy importante con el M-19? Si podemos obtener la paz para Colombia, después de 100 años de guerra, y el precio a pagar es una constituyente, yo creo que estamos bendecidos. Porque eso quiere decir que transformamos la violencia en algo positivo. Que en vez de estarnos matando y jugando fútbol con la cabeza del enemigo, estamos debatiendo en un congreso nuestras ideas. Y que de ese debate surja una nueva Colombia, es una bendición.

SEMANA: ¿Usted estaría dispuesta a participar en un acto de reconciliación con las Farc?

I. B.: Yo participo en el proceso de reconciliación con las Farc todas las mañanas. Y me imagino que todos mis compañeros de cautiverio hacen lo mismo. Llevamos como el caracol esa selva que vivió con nosotros tantos años. Y todos los días ese ejercicio personal hay que volverlo a hacer. Y si eso es lo que podemos dar como ejemplo a nuestros hijos valió la pena haberlo vivido.