FIN DEL CONFLICTO
Todo listo para el fin de la guerra
Las reglas para el cese del fuego bilateral y la dejación de armas de las Farc están completamente diseñadas. Falta que el pueblo las apruebe para que entren en vigor.
Con la publicación el viernes pasado de los protocolos que regirán el cese del fuego bilateral definitivo y la dejación de armas, todo parece estar listo para que se silencien los fusiles para siempre en Colombia. Si se tratara de una cena, podría decirse que la mesa está lista, y la comida a punto del último hervor. Falta, eso sí, el veredicto de los comensales.
Se trata de 25 documentos que detallan exhaustiva y meticulosamente las reglas del juego o los actos prohibidos durante el cese; las normas de comportamiento en las zonas veredales transitorias; las fechas en las que se producirá el desarme; las responsabilidades de cada parte, la seguridad, y la manera como se resolverán las diferencias, entre otros aspectos.
El jefe de la delegación de las Farc, Iván Márquez, dejó en claro, una vez presentados los protocolos, que el desplazamiento de la insurgencia hacia las zonas veredales está supeditado a la entrada en vigor de las normas que garanticen la seguridad jurídica, social y política de las Farc, y que en consecuencia debe estar “refrendado y en efectivo desarrollo el acuerdo final”. Esta declaración, junto a la que hizo el presidente Santos respecto a que la firma del acuerdo se hará luego del plebiscito, despeja toda duda: el cese del fuego y la concentración de las tropas guerrilleras solo ocurrirá si gana el Sí.
Aunque hay quienes consideran inconveniente que el plebiscito se realice mientras las Farc siguen en armas, en realidad no puede ser de otra manera, pues la dejación de las mismas hace parte de los acuerdos, y estos solo entran en vigencia cuando se aprueben por el pueblo.
Mientras tanto, y a pesar de la incertidumbre política, los preparativos para el cese del fuego comienzan en firme la próxima semana. Misiones conjuntas de observadores internacionales, guerrilleros y militares reconocerán las 23 zonas veredales y los 8 puntos en los que se producirá la “separación de fuerzas”, como se conoce en el lenguaje internacional el proceso de concentración de los rebeldes para transitar a la vida civil. Este reconocimiento arrojará información topográfica precisa sobre los terrenos, disponibilidad de fuentes de agua, rutas de acceso, lo que piensan sus habitantes, etcétera.
Vale la pena recordar que la clave del éxito de este fin del conflicto está en el monitoreo y la verificación, que ya fueron pactados y empezando a andar. Se trata de un mecanismo tripartito entre gobierno, guerrilla y una misión política especial creada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Las tres partes hacen el monitoreo bajo la coordinación de la ONU, pero solamente la parte internacional realiza la verificación ya que gobierno y guerrilla no pueden ser juez y parte.
Los protocolos por dentro
Los protocolos complementan el acuerdo del cese del fuego y de hostilidades y de la dejación de armas presentado el pasado 23 de junio en La Habana, y responden a las preguntas que se hacían muchos colombianos. Por un lado establecen los “actos prohibidos” o reglas del cese del fuego.
Si hasta ahora las Farc estaban en un cese unilateral que les impedía lanzar acciones ofensivas, tendrán que abandonar también actividades que han realizado por más de cinco décadas, como la extorsión, la minería ilegal o el narcotráfico y cualquier tipo de amenaza a la población civil. Como el cese es bilateral, las Fuerzas Armadas tampoco podrán realizar ciertas actividades como el control de alimentos o medicinas para estas zonas. En total son 36 reglas o “actos prohibidos” entre los que también están ocultar información al mecanismo, usar lenguaje difamatorio o atentar física o moralmente contra la contraparte.
Uno de los retos para los observadores será el monitoreo por fuera de las zonas veredales establecidas, pues el cese del fuego y hostilidades rige en todo el país, pero el despliegue del mecanismo tripartito será solo en ocho regiones acordadas.
Los protocolos también reglamentan la vida en las zonas veredales y definen la logística y la manutención. Está claro que las actividades de las comunidades en estas veredas siguen con normalidad, y que todas las autoridades civiles ingresarán sin problema, así como los civiles y los periodistas. Ninguna persona estará armada en estas zonas y los guerrilleros que aún no han dejado sus armas estarán en campamentos a los que no puede acceder la población.
Un protocolo detalla los tiempos y procedimientos para la dejación de armas. Establece, por ejemplo, que ocho días después de que comience la concentración, las Farc entregarán un listado con el nombre de todos sus integrantes, y el día 10 las coordenadas de las caletas donde se encuentra el armamento inestable, es decir, los explosivos o armas caseras. Así sucesivamente, se ha establecido el desarme de los fusiles en tres tandas del 30 por ciento a los tres meses de la concentración, de otro 30 por ciento a los cuatro meses y del restante 40 por ciento a los cinco meses. Un tema que sigue siendo espinoso es la vigencia de la amnistía. Para las Farc el guerrillero que deja su arma debe recibir la amnistía de inmediato y podrá salir de la zona. Para el gobierno solo debe otorgarse a todo el grupo cuando el último de los guerrilleros haya dejado su fusil. Ahí está uno de los nudos actuales de la negociación.
Los protocolos también se ocupan de la manera como participarán la sociedad civil y el resto de instituciones del Estado en el monitoreo, y cómo se saldarán la diferencias cuando haya eventuales violaciones. En este caso la ONU indagará lo ocurrido e informará a las partes y al país al respecto. También definen cómo será el desplazamiento de los miembros de las Farc autorizados a salir por el país y por las regiones a hacer pedagogía.
El solo hecho de que sean 25 protocolos y que las partes se hayan tomado tanto tiempo en diseñarlos demuestra la complejidad del monitoreo y verificación y de la tarea monumental que le espera a la misión de la ONU.
Alistando la verificación
Se sabe que si bien en Bogotá funcionará el comando general del mecanismo tripartito de monitoreo y observación del cese, el verdadero cuartel general quedará en Villavicencio, desde donde se coordinarán los desplazamientos al resto del país a partir de este lunes.
Tres personas ya fueron designadas como cabezas de este mecanismo de monitoreo y verificación en terreno. Por parte de la misión política de la ONU, estará el general Javier Pérez Aquino, de Argentina, quien participó en misiones similares en Kuwait e Irak. Por el gobierno, el contraalmirante Orlando Romero, quien hizo parte de la subcomisión técnica del fin del conflicto y quien tuvo alta responsabilidad en materia de guerra contra las Farc en el campo de batalla; y por esta organización estará Marco León Calarcá, quien desde hace 30 años se desempeña como jefe de la diplomacia y ha estado en la mesa desde la fase secreta.
Como confirmó el jefe de la misión política de la ONU, Jean Arnault, habrá por lo menos 500 observadores internacionales, entre militares y civiles, de los cuales ya han llegado 80 al país procedentes de Argentina, Uruguay, Paraguay, El Salvador, Guatemala, entre otros. A los países de la Celac se les ha dicho que preparen a su mejor gente para que, cuando se firme el acuerdo, solo sea enviar el tiquete aéreo para que lleguen a comenzar la tarea de inmediato.
Arnault aclaró que los observadores que se integran a la misión asumen la cadena de mando de esta y, por tanto, no recibirán instrucciones de sus gobiernos. Eso despeja las dudas que al respecto habían sembrado algunos opositores sobre la presencia de militares cubanos en el país.
En los protocolos se estableció que en cada zona habrá 15 observadores internacionales, 10 del gobierno y 10 de las Farc. Ellos estarán en las zonas veredales las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Arnault destacó que es una innovación del proceso colombiano el hecho de que las dos partes implicadas participen en el monitoreo con los observadores internacionales, pues se vigilarán mutuamente y eso reforzará la construcción de la confianza en que cada una cumplirá sus compromisos.
En pocas palabras, la cena del fin del conflicto está servida. Habrá que ver si cumple las expectativas de los colombianos.