INFORME ESPECIAL
Fútbol en Colombia: pasión e identidad
Una encuesta del Plan Decenal de Fútbol muestra la importancia de este deporte para la identidad nacional, la convivencia y el capital social del país. La Selección Colombia es tanto ícono como fuente de unión.
Qué es Colombia?, les preguntaron a unos niños colombianos para la escritura del libro de definiciones infantiles llamado Casa de las Estrellas, publicado por primera vez en 1999. “Colombia es un partido de fútbol”, respondió Diego Giraldo de 8 años. Esa inocente frase resume lo que para grandes y pequeños representa el deporte favorito y más popular del país. Pero una cosa es intuir la importancia del balompié en la vida social y familiar de millones de compatriotas y otra, muy diferente, es documentarla mediante una encuesta.
Ese es precisamente el resultado más destacado de la encuesta que el Ministerio del Interior, a través de las fundaciones Colombianitos, Tiempo de Juego y Contexto Urbano, encargó al Centro Nacional de Consultoría. Como parte del diseño del Plan Decenal de Fútbol, que cubre desde este año hasta 2024, la cartera política preguntó a 2.475 colombianos entre ciudadanos, aficionados, asistentes al estadio, integrantes de barras, dirigentes, jugadores y minorías sobre el papel del fútbol. (Ver recuadros). Las facetas en las que este juego de pelota toca la sociedad son múltiples y variadas.
Si bien los datos reportados por el sondeo servirán de insumo para la construcción de esa política pública, las cifras en sí mismas son impactantes. El 94 por ciento de los encuestados considera que el fútbol es importante o muy importante para Colombia. Las razones para un nivel tan alto de respuesta son claras: el 61 por ciento lo atribuye a que aleja a los jóvenes del vicio y la violencia y un cuarto de los colombianos afirma que “da oportunidades” a la juventud.
Esa importancia no se reduce al entorno familiar o escolar. Entre el 78 y el 92 por ciento considera importante al fútbol en el ámbito nacional, departamental, el municipio, el barrio y la comunidad. Los encuestados también reconocen en la práctica de este deporte el potencial de mejorar la salud (32 por ciento), de recrear (24 por ciento) y de unir a las personas (46 por ciento). Estas percepciones tan positivas no son exclusivas de una clase social o condición socioeconómica. La encuesta revela que desde el estrato 1 al 6 los colombianos coinciden en concederle al fútbol esa fuerza de cohesión social.
Otro hallazgo clave de la encuesta tiene que ver con la creciente participación de las mujeres en este deporte. La idea del fútbol como un juego masculino es completamente anticuada ante las respuestas del género femenino. Para las nuevas generaciones, la práctica y la pasión del balompié son un fenómeno unisex. Para la muestra un botón: el 70 por ciento de las mujeres entre 18 y 24 años lo jugó en el colegió frente al 90 por ciento de los hombres.
Esos datos iniciales se ratifican al preguntar por las percepciones que rodean a la selección. El combinado nacional es sin duda un elemento de unión de los colombianos para el 96 por ciento de los encuestados (ver recuadro). Con porcentajes igualmente abrumadores, el tricolor es fuente de orgullo, de inspiración y de superación. Más emoción produce hoy dentro de los colombianos las novedades frente a la lesión de Radamel Falcao García, delantero estrella del seleccionado, que las propias elecciones presidenciales.
De manera simultánea, el fútbol ha estado rodeado en años recientes de noticias trágicas. Son jóvenes seguidores de equipos profesionales de balompié los que prácticamente cada fecha del rentado se enfrentan en las tribunas, los alrededores de los estadios, los colegios y hasta en las carreteras del país. Enfrentamientos que terminan lamentablemente y con mucha frecuencia en agresiones mortales y la reproducción de odios y rabias. Lo recreativo y familiar da paso a la competencia, y al fenómeno del ‘barrismo’, con sus connotaciones tribales y de confrontación entre equipos. ¿Por qué ese mismo juego que la mayoría de encuestados identifica como un cemento social es a la vez otra fuente de violencia de la sociedad colombiana? Ese es uno de los desafíos de la construcción de la política pública del fútbol para los próximos diez años.
Para el ministro del Interior, Aurelio Iragorri, “el fútbol tiene la capacidad de transformar la sociedad y fomentar la convivencia. Es un elemento transformador e integrador de todos los colombianos”. La pregunta que surge para el plan es cómo traducir ese potencial del fútbol en una batería de instrumentos de cohesión social.
Cuando la camiseta es pasión
La identidad que genera la Selección Colombia dentro de los colombianos es innegable. Casi todos los encuestados piensan que el combinado nacional es un símbolo de integración y ven en quienes juegan una inspiración para superarse. Cuatro de cada cinco se declaran seguidores del tricolor y sienten orgullo cuando sus integrantes marcan un gol, ganan un partido o alzan una copa. El triunfo colectivo conmueve y marca a la gente. Para el 60 por ciento, los momentos de alegría en torno al fútbol han sido los más emocionantes de sus vidas. Este deporte, además, actúa como un fuerte pegamento social: uno de cada dos considera que une a los colombianos. “No hay otro deporte que nos identifique más como nación y que nos una sin distingos políticos, de raza, condición sexual o religión”, concluyen los autores.
Así, decir que los colombianos “sienten la camiseta” y que “son uno” cuando vibran al ver a la selección ya no suena como una frase trillada, sino que impacta, pues es un hecho palpable. Y es, también, una oportunidad para un país polarizado que lleva años buscando a tropiezos una identidad propia. El fútbol pone patas arriba la idea de que las diferencias en Colombia son irreconciliables. Los jugadores son el mejor ejemplo. Provienen de distintas etnias, regiones y estratos, y pueden tener actitudes políticas diversas. Pero las diferencias se esfuman cuando están en equipo, y así se vuelven modelos a seguir.
Más de la mitad de los encuestados, hombres y mujeres, jugó fútbol en el colegio, y un tercio lo hizo en el barrio. Uno de cada tres afrocolombianos e indígenas lo practica con placer. Y el 20 por ciento de los discapacitados asocia la cancha con la felicidad. El fútbol es un bien común y tiene la fuerza de un imán, en torno al cual la gente comparte emociones y valores. El fenómeno no es exclusivamente colombiano. Mandela usó el rugby para reconciliar a los sudafricanos, los alemanes vieron en el Mundial de 1990 la encarnación de la reunificación y los ruandeses han sanado así sus heridas. Pero el fútbol ofrece hoy un chance dorado para Colombia, pues inspira a la gente y permite así apretar los lazos que mantienen unida la nación. Así solo sea, para comenzar, por la escasa hora y media que dura un cotejo.
La política del fútbol
La encuesta sobre el fútbol surge como insumo para que el Ministerio del Interior construya una política pública de manejo de este deporte. Para el ministro Aurelio Iragorri, el fútbol es “una fiesta de convivencia que todos estamos llamados a disfrutar en paz”. El plan del gobierno Santos cobijará diez años hasta 2024 y busca enfatizar en la prevención y en la reparación del fútbol dentro de la sociedad colombiana.
Este instrumento estadístico fue avalado por los miembros de la Comisión Nacional de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol, que integran los ministerios de Educación, Cultura e Interior, Coldeportes, la Policía Nacional, la Unidad Nacional para la Gestion de Riesgos, la Federación Colombiana de Fútbol y la Dimayor. La política se concentrará en varios factores, entre ellos, la erradicación de la violencia en el fútbol así como sus aspectos recreativo y aficionado.
En palabras del jefe de la cartera de Interior: “El gran reto es hacer realidad este sueño de país, para que dejemos de celebrar goles y llorar muertos el mismo día”.
El socializador
Uno de los experimentos sociales más impactantes de los años noventa tuvo lugar en la comuna 13 de Medellín. Allí, el alemán Jürgen Griesbeck aplicó un método para combatir la violencia de pandillas mediante el fútbol. Armó un torneo y puso una sola condición para participar: que los equipos tuvieran mujeres en su formación. Los interesados (miembros de pandillas enemigas, que llegaron armados a los primeros encuentros) protestaron, luego cumplieron el requisito y, al final, presenciaron cómo la violencia que ellos mismos generaban desapareció.
Hoy, el caso es obligado para quienes quieren replicar lo vivido en la comuna 13. Y, a la vez, es un tema central de la encuesta. Sus autores están convencidos de que el fútbol permite a las comunidades más turbulentas erradicar la violencia y vivir en armonía. Según ellos, es un canal para trasmitir valores como la lealtad, la humildad y la confianza. Si algo muestra la experiencia es que un grupo humano alcanza más cuando deja de un lado las diferencias.
Los resultados muestran que Colombia todavía no les ha sacado todo el jugo a los poderes socializadores del fútbol. Los colombianos aprenden a confiar en el otro cuando juegan en un equipo. Los padres consideran que el fútbol es una herramienta para educar. Y esto fortalece a las familias. Aunque solo el 30 por ciento de los padres de hoy jugó fútbol con sus progenitores, el 61 por ciento lo hace hoy con sus hijos. El 77 por ciento habla de fútbol con ellos y siente que verlos jugar es un momento feliz. Una familia sólida es esencial para una comunidad armoniosa. Pero también se necesita el compromiso del sector privado y el público para permitir que la juventud conserve lo aprendido en casa a lo largo de su vida adulta. El fútbol crea lazos de amistad y bloquea así la entrada al mundo criminal. Es hora de ponerlo más en práctica.
¿Quiénes son los responsables del buen momento?
Los colombianos podrán ser hoy pesimistas en lo que tiene que ver con el rumbo económico y político del país. Pero cuando de fútbol se trata, el entusiasmo es rebosante. El 87 por ciento de los encuestados piensa que ese deporte pasa por un buen momento, y tiene buenas razones para hacerlo. La selección ha vuelto a clasificar a un Mundial después de 16 años y lleva casi dos en los primeros puestos del escalafón de la Fifa. Los jugadores son personalidades reconocidas en Colombia y el mundo, y las dimensiones del talento son apabullantes. Solo en 2012 hubo 11.552 transferencias internacionales, que significaron 5 billones de pesos en transacciones.
Con base en estos datos, los encuestados debieron decir quién, según ellos, ha contribuido al buen momento. El resultado es que los colombianos tienen una fijación en los protagonistas del fútbol y creen profundamente en ellos. Según la encuesta, técnicos y jugadores inspiran por igual a la gente y son un modelo de superación. Los padres ven en ellos un apoyo en su rol de educadores. Un ejemplo es José Pékerman, el gran favorito. La mayoría de los encuestados dice que el argentino les ha dado una lección de vida: la enseñanza de que con preparación es posible salir adelante. Como toda sociedad, la colombiana necesita sus ídolos. Que el país haya pasado de venerar a criminales como Pablo Escobar a respetar y admirar a gente como Falcao y James Rodríguez, es una excelente noticia. Pues ese respeto y esa admiración, si son francos, se reflejarán también sobre el país.
De la afición a la barra
Yo te sigo a donde vayas… / no me importa nada… / yo lo sé… / siempre te llevo en el alma… / hay que ganar…”. Así reza uno de los cánticos de Disturbio Rojo, la barra del Independiente Santa Fe. La letra tiene dos posibles interpretaciones. Puede ser el emblema de la pasión que un equipo puede despertar en los colombianos. Pero también puede ser la puerta de entrada a uno de los lados más oscuros del fanatismo hoy en Colombia: la violencia entre los hinchas.
Los autores exploran el fenómeno de las barras. La mayoría de los encuestados tuvieron su primer contacto con este deporte en la familia, y crecieron con él. No extraña que el 75 por ciento diga que sigue siendo aficionado a algún equipo y que una porción parecida insista en que es importante para el país y sus vidas. Su comportamiento en el estadio suele ser apasionado, sin desbordar lo legal, y esto cala en la sociedad pues el 92 por ciento reconoce que el aficionado sabe comportarse en la tribuna.
La percepción, sin embargo, tiende a cambiar. Las barras no suelen ser autocríticas, lo cual no ayuda a apaciguar las dinámicas propias de grupos de jóvenes violentos. Casi todos los aficionados quieren ser distinguidos en las barras. Y aunque los primeros son la mayoría, los segundos afectan la percepción del hincha. Uno de cada tres señala a las barras como las responsables de la hostilidad y el mal comportamiento. La cifra de personas que consideran peligroso ir al estadio, aunque todavía no es muy alta, sí alarma: uno de cada seis aficionados piensa esto.
Los disturbios y la violencia han marcado el imaginario colectivo del fútbol como una actividad alegre. Y podrían llegar a manchar la buena estima en que los colombianos tienen al deporte.