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Nairo y Urán se bañan de gloria en el Giro de Italia

El descomunal desempeño de Nairo Quintana y Rigoberto Urán ilusiona a los colombianos con un futuro ciclístico superior a todo lo alcanzado hasta ahora.

31 de mayo de 2014
Quintana en lo que mejor sabe hacer, escalar. Aquí buscando la cima de Panarotta, el pasado jueves 29 de mayo.

El éxito arrollador de Nairo Quintana en el Giro de Italia, combinado con las excelentes presentaciones de Rigoberto Urán, Julián Arredondo y los demás colombianos que participaron en la segunda carrera más importante del ciclismo mundial, auguran muchas satisfacciones deportivas para el país en los años por venir.

En efecto, se trata de la confirmación de que una camada de ciclistas nacionales —13 llegaron a este Giro, por encima de los españoles que sumaron 12— marca la recuperación del protagonismo y brillo de este deporte en el ámbito mundial, catapultado después del subtítulo del mismo Quintana en el Tour de Francia de 2013.

Al contrario de lo que se cree, Colombia nunca dejó de ser potencia en estas décadas. Si los ciclistas lucían opacados no obedecía a falta de materia prima, ni talento, sino a dos razones complejas: corrían en equipos extranjeros en papeles secundarios y enfrentaban un rival inesperado salido de las sombras, el dopaje.

De gregarios a capos

El primero era un problema viejo. Ya desde que Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez aterrizó en Italia cuatro décadas atrás, lo hizo como escudero de Felice Gimondi. De rey pasaba a ser vasallo. Sus logros como aficionado, entre ellos el récord mundial de la hora en 1970 y el campeonato mundial de la persecución individual en 1971, admirados en Colombia y buena parte de América, no le representaban privilegios, más allá de llegar a un equipo de ensueño como el Bianchi, ni evitaban que lo relegaran a ser un gregario más.

Los escaladores nacionales fueron entonces condenados a ceder su bicicleta, esperar el carro acompañante para convertirse en mensajeros cargados de caramañolas para sus compañeros, ponerle el pecho a la brisa o salir a marcar ataques de otros rivales, para terminar las jornadas exhaustos y sin esperanzas de brillar.

Hoy, tras ver los éxitos colombianos en el Giro, es evidente que las cosas han cambiado. Una de las causas es que ahora los muchachos se marchan muy jóvenes. La paradoja no puede ser mayor: Colombia, fábrica natural de ciclistas, tiene pocos equipos profesionales y no hacen parte del UCI World Tour, que reúne a los grandes. O sea que para llegar a las grandes ligas es indispensable mostrarse en Europa.

Y así lo hizo Nairo Quintana. Llegó a Europa hace cuatro años, a sus 20, a competir en el Tour de L´Avenir, ese escaparate en el que se presentan los mejores prospectos orbitales, y ganó holgadamente. Tras estar en la mira de los mejores equipos del Viejo Continente, se decidió por Movistar, y desde entonces compite como profesional en las carreras más prestigiosas del mundo.

La historia de Urán es más común. Hace ocho años, cuando tenía 19, un cazatalentos lo llevó a radicarse en el lago de Garda, una amable población italiana donde los niños quieren ser ciclistas cuando grandes. Dos años más tarde vivió en Pamplona, corriendo para el Caisse d’Épargne, y tres temporadas después dio el salto al Sky inglés, donde ganar no hacía parte de su contrato. Su consuelo fue vivir en Mónaco, pero su conciencia no le permitía conformarse. A pesar de ser gregario, logró la medalla de plata de los Olímpicos de Londres y el subtítulo del Giro de Italia el año pasado, lo que lo catapultó al protagonismo del pelotón internacional.

Además, los Quintana, Urán, Arredondo, Duarte, Pantano, Torres y Henao de hoy, que no superan los 30 años, tuvieron como ejemplo reciente a Santiago Botero, Víctor Hugo Peña, en los años noventa de Álvaro Mejía y Oliverio Rincón y en los ochenta los ya legendarios Lucho Herrera y Fabio Parra.

Otra de las razones del éxito es la clásica: sus condiciones físicas naturales, explicadas por la geografía nacional. Boyacá, Antioquia y Cundinamarca, por mencionar tres departamentos, tienen cimas entre los 2.400 y 3.000 metros de altura, mucho más altos que los puertos de montaña europeos. El Alto de Minas (Caldas), por ejemplo, está a 3.100 metros de altura, mientras La Línea llega a un poco más de 3.000. Además, al estar en una zona tropical, ver corredores entrenando todos los días del año es parte del paisaje.

De ese modo Quintana, por ejemplo, mientras compite con el Movistar español en el ambiente más sofisticado del ciclismo, se prepara con método y disciplina inquebrantables durante gran parte del año en Cómbita y sus parajes boyacenses. Igual sucede con Urán. El pedalista de Urrao tiene en los Altos de Letras y toda la geografía antioqueña su oficina diaria. Y también sucede con Julián Arredondo, la revelación de este Giro en la categoría mejor escalador. También paisa, nació en Carmen de Bolívar, pero se ha hecho corredor en Asia en 2012 y 2013.

Y otra razón de peso es que ahora, por la combinación de los anteriores factores, los escarabajos adquieren desde muy pronto una mentalidad ganadora que los vuelve arrolladores pero sin perder la humildad. No son hijos de la soberbia.

El dopaje enemigo

A comienzos de los noventa, los europeos , al ver que ni 150 kilómetros de etapas llanas eran suficientes para agotar a los colombianos antes de comenzar las escaladas, entendieron que debían mejorar en la montaña. Pero su mayor talla y peso iba en contravía de ese esfuerzo. Entonces, muchos de ellos acudieron al dopaje, medicinas y procedimientos para rendir mejor, mejorar su paso de oxígeno a la sangre y evitar la fatiga a la hora de enfrentar las cumbres.

Sin ir muy lejos está el caso de Lance Armstrong, el supuesto portento estadounidense, cuya historia de película enamoró a todos: derrotó un cáncer para ganar siete Tour seguidos. Pero hace dos años, en un ataque de sinceridad y cinismo, reconoció que se dopó sistemáticamente y perdió todos sus títulos.

Fue entonces cuando las entidades que rigen este deporte, uno de los más duros que existen, decidieron extremar los controles, conscientes de que, de no hacerlo, el ciclismo entraría en peligro de extinción. De ese modo, tras tocar fondo y ver cómo era la burla de otros deportes, todos los ciclistas quedaron en igualdad de condiciones. Hoy, por ejemplo, muchos competidores se quejan de la forma como los comisarios los vigilan permanentemente y les hacen pruebas antidoping por sorpresa a cualquier hora y en cualquier logar. La época del famoso EPO y otros procedimientos que llevaron a la muerte prematura a más de un campeón, quedaba atrás.

Y los colombianos volvieron a aparecer.

Así se empezó a oír, por ejemplo, de Urán, que este año no renovó con el equipo inglés Sky, el de los calculadores Bradley Wiggins y Chris Froome, los dos últimos campeones del Tour de Francia. Terminó aceptando al equipo Omega Pharma suizo, que sí lo ve y lo trata como el superdotado que es. En el Giro del año pasado salió subcampeón por su tenacidad, porque Wiggins se enfermó en la primera semana y él tomó la bandera. La misma historia le sucedió a Nairo en el pasado Tour. Llegó como segundo de Alejandro Valverde, pero después de alejarse de la general un día que quedó cortado, recibió la luz verde para ser líder y alcanzó el segundo lugar general.

¿Qué hubiera pasado en 2013 si de entrada hubieran llegado como capos? En este Giro ya se comprobó de qué son capaces y que, también, lo mejor de ellos está por venir.

Los que abren camino
El ciclismo colombiano no solo es Quintana y Urán. Estos son otros genios del pedal.


Carlos Betancur: 24 años (A2GR, de Francia). El Bananito, que no corrió este Giro, fue quinto el año pasado y mejor joven. Este año ganó la París-Niza y dos etapas.


Julián Arredondo: 25 años (Trek, de Estados Unidos). Con el protagonista de la montaña del Giro se esperan muchos triunfos de etapa en alto. Debe mejorar en los descensos. El año pasado fue campeón del Tour de Langkawi (Malasia) y del Tour de Kumano (Japón).


Sebastián Henao: 20 años (Equipo Sky, de Inglaterra). El primo de Sergio Luis Henao, del mismo equipo, debutó esta temporada con el equipo Sky inglés y fue el menor del Giro. 



Esteban Chávez: 23 años (Orica de Australia). En 2011, como Selección Colombia, fue campeón del Tour de L’Avenir (Francia). Se perdió casi toda la temporada de 2013 por una fractura en la clavícula. Este año ganó una etapa en Tour de California.




Daniel Jaramillo: 23 años (Jamis- Hagens Berman, de E.U.). En 2011 fue campeón de Vuelta de la Juventud colombiana y subcampeón de la misma en 2013. Este año ganó dos etapas en Tour de Gila (Estados Unidos).