En 2009 y 2010 Víctor Carranza sufrió dos atentados en carreteras del Meta.

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¿Habrá guerra sin Víctor Carranza?

Si el Estado no le mete mano al negocio de las esmeraldas, habría enfrentamientos en las zonas productoras.

6 de abril de 2013

Con el entierro de Víctor Carranza los vientos de guerra que vienen soplando en el gremio esmeraldero podrían transformarse en un huracán devastador. Casi sin que el país se percate, desde hace unos tres años un serio conflicto ha ido creciendo entre dos facciones. A medida que la salud del llamado zar de las esmeraldas se deterioraba, los muertos fueron aumentando y como un gota a gota han ido llenando la copa.


Tan solo en los últimos nueve meses 25 personas han sido asesinadas como parte de esa escalada. Una de las víctimas más recientes de esa guerra silenciosa fue Víctor Ramírez, abogado del esmeraldero Pedro Rincón, conocido como Pedro Orejas, la cabeza visible del grupo enemigo de Carranza y sus socios. El abogado fue asesinado por dos sicarios a plena luz del día en Tunja cuando se dirigía a la casa de su madre. 

Pocos días antes de ese crimen un grupo de unos 20 hombres armados con fusiles había ingresado a la mina Cunas, cerca del municipio de Maripí en el occidente de Boyacá, que es una sociedad entre Víctor Carranza, Carlos Molina, y Jesús Hernando Sánchez. Amordazaron y golpearon a una docena de vigilantes y se robaron una millonaria cifra de la producción de esmeraldas. No era la primera vez que esto ocurría. El 25 de octubre del año pasado una docena de hombres con armas largas ya habían asaltado esa misma mina, una de las más emblemáticas y productivas del país. Acto que fue considerado como un gran desafío por Carranza. 

Tan solo 15 días antes, Hernando Sánchez, la mano derecha y el principal socio de Carranza, había sido víctima de un intento de asesinato. En un local de un centro comercial del norte de Bogotá un sicario le propinó 11 tiros a quemarropa, acción que quedó grabada en las cámaras de seguridad y fue ampliamente difundida por los medios. Pese a estar gravemente herido, Sánchez desenfundó su arma y desde el piso comenzó a disparar. Sobrevivió milagrosamente. El 30 de junio Mercedes Chaparro, una mujer que trabajó varias décadas con Carranza, fue asesinada de nueve disparos cerca a Muzo, Boyacá. 

Estos son tan solo algunos de los caídos más recientes en lo que ya algunos llaman ‘la nueva guerra verde’. Tras cada uno de esos graves incidentes se realizaron reuniones entre los líderes esmeralderos de Boyacá y representantes de la Iglesia para tratar de preservar lo que en esa zona se conoce como el proceso de paz, un acuerdo que puso fin a la guerra de las esmeraldas en 1990, con la mediación eclesiástica. Durante 2012 se realizaron cinco de esas cumbres. Todos los asistentes reafirmaron su disposición a no revivir la guerra. Pero los asesinatos continuaron.

Hoy la estabilidad de una amplia zona de Boyacá está en vilo por la repartición de las utilidades del llamado Consorcio, como los esmeralderos denominan a la zona donde están las dos minas más productivas, que son vecinas y pertenecen a los dos sectores enfrentados: Cunas, de Carranza y sus socios, y La Pita, del grupo de Pedro Rincón. Hace más de cinco años este último y sus compadres le propusieron a Carranza comprar una parte y asociarse con él. El zar rechazó la oferta aduciendo que las minas explotadas por Rincón no cumplían los requisitos legales y que varios socios de Rincón serían personas con nexos con el narcotráfico y habrían llevado a la zona facciones de paramilitares, como Yesid Nieto, asesinado en 2007. 

Como han contado en sus versiones libres varios jefes paramilitares, tras la muerte de Nieto y la negativa de Carranza y sus aliados a entrar en sociedad, Rincón habría buscado aliados para sacar del camino al zar y a sangre y fuego quedarse con el emporio. En asocio con Cuchillo y el Loco Barrera serían los responsables de dos cinematográficos atentados contra Carranza, en 2009 y 2010, que incluyeron el uso de bazucas (ver fotos). Esos ataques contra el zar marcaron un punto de no retorno en la confrontación entre los dos bandos que se ha extendido hasta hoy con muertos y retaliaciones en uno y otro lado. 

Todo esto ha ocurrido sin que el Estado y la Justicia, que siempre han hecho la vista gorda con lo que sucede en torno a la explotación de esmeraldas, hayan intentado detener esa bola de nieve. Pedro Rincón fue arrestado por homicidio en marzo de 2009, pero pocos meses después quedó en libertad. Centenares de horas de grabación que lo comprometían, así como los sobornos a fiscales y jueces que lo liberaron, y que hoy están detenidos por eso, de nada sirvieron para evitar que burlara a la Justicia. Aunque tiene varias investigaciones abiertas en su contra en la Fiscalía ninguna prospera, a pesar que muchas lo señalan como el responsable de varios de los crímenes recientes y de estar tras varios asesinatos registrados durante 2012 en la zona esmeraldera. 

La impunidad que ha rondado a Rincón –ya sin su principal enemigo en este mundo– hace que en la región no pocos teman, y con razón, que la violencia pueda dispararse rápidamente. SEMANA estableció con las autoridades y los habitantes del occidente de Boyacá que desde hace por lo menos dos meses a esa región empezaron a llegar mínimo un centenar de fusiles, así como hombres ajenos a la zona provenientes del Meta, el Urabá chocoano y el Valle, un signo inequívoco de la preparación de un grupo que se alista para una confrontación mayor.

“Se trata de gente que trabaja o trabajó para los paras en los Llanos. Otros son parte de la banda los Urabeños y una tercera facción de sicarios de oficinas de cobro del norte del Valle. Las informaciones señalan que es gente buscada por Pedro Orejas que se alió con ellos con el fin de tener un ejército que le permita enfrentarse al grupo de Carranza y quedarse con el control total de las minas”, explicó a SEMANA un funcionario de la Gobernación de Boyacá que reconoció que existe una seria preocupación entre las autoridades. 

“Para nadie es un secreto que desde hace décadas el Estado le dejó el control total de las zonas de esmeraldas, incluido el orden público, a Carranza. Era una situación similar a la que vivió en una época Medellín con Don Berna, que era quien ponía el orden. Ahora, sin Carranza, Pedro Rincón ya no tiene un enemigo grande que lo frene y queda como el capo de las esmeraldas”, afirma un alto oficial de la Policía de Boyacá. “Pero como todo capo, solo va a conseguir a sangre y fuego consolidar el poder. Una facción de los socios de Carranza va a intentar enfrentarlo y defenderse y eso va a dejar muchos muertos y para eso es que se están armando todos. Pero una cosa es librar una guerra con Carranza al lado y otra sin él”, concluye. 

El panorama que presenta el oficial no es equivocado. SEMANA consultó a varios de los socios de Carranza quienes no dudaron en afirmar que no están dispuestos dejarse matar o quitar sus bienes. “Las vías legales a las que acudimos nunca funcionaron y el gobierno no hizo nada por evitar un baño de sangre controlando a Pedro Rincón y su gente. El viejo (Carranza) fue el que varias veces nos frenó y nos ordenó no irnos a la guerra de frente. Aunque no estábamos de acuerdo con eso, le hacíamos caso. Pero él ya no está y solo nos queda defendernos”, dijo uno de sus socios. Los vientos de guerra verde soplan con fuerza.