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INSEGURIDAD GENERAL

San Rafael y un carro bien blindado salvaron al General Manuel José Bonett de un atentado de las Farc. Sin embargo quedaron al descubierto delicadas fallas en su esquema de protección personal.

3 de noviembre de 1997

Ocho días antes del atentado terrorista en Santa Marta que casi le cuesta la vida al comandante de las Fuerzas Militares, general Manuel José Bonett, había habido un incidente en Medellín que debería haber servido como campanazo de alerta sobre las fallas en la seguridad del general. El comandante de la IV brigada, general Carlos Alberto Ospina, no estaba en la ciudad porque había viajado a supervisar operativos en Urabá de la 'Operación Destructor'. Dejó encargado de sus funciones al coronel Octavio Triviño, jefe de Estado Mayor de la unidad, quien ordenó lo necesario para recibir al comandante general. Según el coronel Triviño, la información del Comando de las Fuerzas Militares indicaba que Bonett llegaría a las 10 de la mañana, por lo cual se dispuso que la guardia protocolaria estuviera desde las ocho de la mañana. Y se ordenó que el grupo de seguridad llegara 20 minutos antes de las 10, con el propio coronel encargado de la Brigada a la cabeza. Pero el general Bonett llegó a las nueve de la mañana. No había ningún oficial esperándolo. El General, uniformado, tuvo que tomar un taxi desde el aeropuerto Olaya Herrera hasta la sede de la IV Brigada. El suboficial que estaba al mando de los soldados de honores tomó otro taxi con varios soldados para 'escoltarlo'. Ya en la Brigada los taxis tuvieron que esperar 10 minutos a que alguien consiguiera la plata para pagar la tarifa. Bonett se bajó de su taxi, regañó a todo el mundo y se retiró a descansar con una fuerte jaqueca. Una estrecha solidaridad militar con el coronel Triviño, que está listo para ascender a general, evitó que la grave falla de seguridad se publicara en los medios de comunicación. Pero en la reserva del caso también influyó la posibilidad de que el incidente arrojara graves dudas sobre la efectividad de la seguridad del general Bonett, que de nuevo demostraría su fragilidad exactamente ocho días después, el jueves 2 de octubre, rumbo a la quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta. A los medios les diría después, comentando el incidente: "No fue tan grave, porque aquí me tienen vivo". Mala rachaHacía varias semanas que el general Bonett estaba en el ojo del huracán. A pesar de la notable discreción con la que, bajo su mando, las Fuerzas Militares manejaron la llamada 'Operación Destructor', era inevitable que el ingreso de 7.000 soldados en la zona conocida como las sabanas del Yarí, después de mucho tiempo de una tónica defensiva y no ofensiva del Ejército, condujera a que el país hirviera en expectativas. Al fin y al cabo el ritmo venía imponiéndolo el espíritu pasivo del general Harold Bedoya, que no produjo grandes victorias masivas contra la guerrilla como comandante de las Fuerzas Militares. Durante más de un año y medio los resultados de los enfrentamientos Ejército-guerrilla habían sido casi por regla general desastrosos, como las Delicias, Puerres en Nariño, La Carpa, en el Guaviare, y la baja del helicóptero en Arauquita, mientras los grandes partes de victoria sólo venían produciéndolos los paramilitares.
Por eso la llegada de ese hombre inteligente, culto, extrovertido, apasionado y caribe hasta las calzas de los dientes que es el general Manuel José Bonett, prometía una rápida movida militar en el tema guerrillero. Y el asunto no se hizo esperar: durante varios días, y bajo el nombre de 'Operación Destructor', se libraron intensos combates en un área aproximada de 900 kilómetros cuadrados de espesa selva contra unos 1.500 guerrilleros. Según el Ministro de Defensa, "las operaciones que se adelantan en los llanos del Yarí le están demostrando a la guerrilla que no hay terrenos vedados para el Ejército". Fue la frase más optimista que se escuchó durante este operativo. El general Bonett se encargó de que los medios de comunicación no tuvieran mucho material para inflar inútilmente las expectativas de la opinión, y por consiguiente, de que ésta tampoco presionara al Ejército con resultados rápidos y concretos. Pero inevitablemente la 'Operación Destructor', cuyo nombre, por espectacular, parece copiado de una película de Arnold Schwarzenegger, puso de todas maneras al país a comprar boletas de un operativo contra la guerrilla de nada menos que de 7.000 hombres que sólo podía producir un resultado aceptable para la opinión: como dijo a SEMANA un analista del tema, "aquí solo servía capturar a un Mono Jojoy de esos". Cualquier otro resultado, como la detención de un "alias Josué, tercero en el mando del comité de finanzas del frente 26" sólo hubiera conducido a la opinión a pensar que la cosa había sido un fracaso. Pero ni siquiera se capturó a un alias Josué. Después de varios días de bombardeos masivos y sistemáticos, en los que incluso se utilizaron los Kfir a un costo todavía no calculado, comunicaciones interceptadas a la guerrilla hablaban de un guerrillero muerto, y conversaciones sociales escuchadas al Ejército hablaban de la incautación de un "muy completo equipo odontológico".
Inteligencia militar asegura que en la zona sí había peces gordos: supuestamente los llanos del Yarí le han servido desde hace meses de sede a la retaguardia político militar del secretariado de las Farc.
La verdad sobre el Yari
Para llegar a conclusiones sobre los posibles aciertos o fracasos del operativo del Yarí, en vista del hermetismo militar, hay que ser muy cautelosos. Suponer que no haber capturado al 'Mono Jojoy' condena al fracaso a la 'Operación Destructor' es pensar que los resultados deberían haber sido proporcionales a la rimbombancia de su nombre. Pero hay cosas positivas. Primero, puso al descubierto la inconsistencia de la guerrilla, que sistemáticamente había alegado la posibilidad de hablar de paz sin suspender las hostilidades. En esta oportunidad la guerrilla hizo lo contrario: exigir que se suspendiera el operativo del Yarí, si se quería alguna posibilidad de entendimiento político con los negociadores del gobierno.Segundo, rescató la voluntad de lucha del Ejército, y permitió que se articularan sus distintas fuerzas, concretamente la aviación y el propio Ejército. También permitirá hacia el futuro valorar la verdadera capacidad militar, que así sea mala, produce resultados positivos al ser medida en el campo de guerra. Y por último, el operativo del Yarí le enseña al Ejército que es posible manejar exitosamente unos malos resultados, que son peores cuando resultan incontrolables al nivel de la opinión pública, porque desmoralizan a la tropa y multiplican la victoria militar de la guerrilla.Pero también hay cosas negativas que tendrá que enfrentar, tarde o temprano, el general Bonett. Unicamente una baja en la guerrilla, para un operativo tan amplio militarmente y tan costoso económicamente, es sin discusión un fracaso. A eso se suma que los bombardeos dejaron una comunidad indígena totalmente afectada por la guerrilla, con poca o ninguna participación en la actividad subversiva. Pruebas sobre bajas en la 'Operación Destructor' solo hay las fotos de unas vacas muertas. Siete mil hombres para todo eso arroja una operación sobredimensionada. Y para completar, ha dejado fisuras internas en los comandos de las Fuerzas Militares, y particularmente en unos sectores moderados para los que las declaraciones del general Bonett a un medio de comunicación, en el sentido de que "ya hemos llegado a 652 delincuentes dados de baja en combate, y 1.600 capturados", se prestaba para borrar con el codo la discreción, impuesta por él mismo, con la que se habían manejado las expectativas de una opinión pública ávida de resultados militares concretos contra la guerrilla.

El nuevo Bonett
Que el general Bonett se entusiasme con las palabras no es nuevo para los colombianos, que han aprendido a quererlo precisamente por extrovertido, por frentero y por valiente. Pero desde su posesión como comandante de las Fuerzas Militares, en una difícil sucesión en el cargo de su antecesor, el general Harold Bedoya, a quien el gobierno Samper le 'corrió la butaca', Bonett se había abstenido de dar declaraciones públicas distintas a las de rigor. Los periodistas, habituados a 'picarle la lengua' y ponerlo a hablar de temas totalmente distintos al militar, como de vallenatos, butifarra o sobre la realeza inglesa, se encontraron con ese nuevo general Bonett, más interesado en operaciones militares que en construir una imagen a través de declaraciones en los medios. Pero el entusiasmo con el que había ligado hace 15 días una pregunta de un periodista sobre su reporte de las operaciones que adelantan cinco divisiones contra la guerrilla en todo el país, con la respuesta de "tenemos 1.600 capturados", le costó la primera cuenta de cobro de su expresividad desde que se posesionó en su nuevo cargo. A los pocos días la primera página de El Tiempo publicaba: "La Fiscalía le pregunta a Bonett por guerrilleros detenidos. ¿Dónde están los 1.600 capturados?".
El atentado
Estando en la dificultad de salirle al quite a la pregunta de la Fiscalía se produjo el atentado de Santa Marta. Pero el rigor con el que se debe juzgar la seguridad que tuvo o no un personaje tan estimado para el país como el general Bonett no se hizo esperar. Primero, se le critica que se publicitó hasta la saciedad su asistencia a un foro sobre notariado y registro en Santa Marta, presidido por el hermano del General, con quien lo une una amistad entrañable. Pero a esta crítica el General respondió con gran dignidad: "El comandante de las Fuerzas Militares de Colombia no tiene porqué movilizarse clandestinamente". Después, expertos en seguridad analizaron para SEMANA otras fallas del operativo desplegado para su llegada a Santa Marta: no hubo una operación de avanzada para inspeccionar los sitios críticos de la ruta, el principal de ellos el lugar exacto del atentado conocido como el Cerro Ciruma, que precisamente consiste en un morro que facilitaba un atentado terrorista. De haber existido esta avanzada, se habría detectado el cable de por lo menos 200 metros que sospechosamente para un par cualquiera de ojos atravesaba una carretera , y que activaba el dispositivo electrónico de 150 kilos de dinamita, camuflados en llantas, que lanzaron al aire el BMW 735, año 96, que transportaba al general Bonett. Lo de las llantas, y el blindaje del automóvil, salvaron la vida del General: la onda del explosivo, por cuenta de las llantas, salió hacia arriba, pero según un experto consultado por SEMANA, de haber estado dirigida la explosión, y de haber sido un poco más potente, habría completado su mortífero cometido. Pero aun con estas fallas, la comitiva del General no estaba preparada para una ofensiva de francotiradores posterior al atentado. De hecho, la comitiva tampoco contaba con elementos claves como una ambulancia o el servicio de un enfermero. Y para completar, la cercanía del sitio del atentado con la sede de la I División del Ejército, a menos de 1.500 metros, produjo un exceso de confianza, según los analistas. Por fortuna los terroristas también resultaron chambones: sólo explotó una de las tres cargas dinamiteras, organizadas en bombas conocidas como tipo Claymore, que se caracterizan por contener de todo: balines, metralla, puntillas, esferas, tornillos, etc. Un buen adiestramiento en esta materia, según los especialistas, "solo se consigue con un aprendizaje en Cuba o Checoslovaquia, con un amigo en la ETA, con viejos nexos en Sendero Luminoso, o habiendo pertenecido a la Fuerza Pública en Colombia". En una conversación que pocas horas después del atentado le fue detectada a las Farc, el comandante del Frente Caribe da el siguiente parte de victoria: "Acción positiva nuestra contra Bonett y el 'hijueputa' de Iván Ramírez".
Lo de Iván Ramírez, general y comandante de la I División del Ejército, resulta más que significativo: es considerado como el precursor de la inteligencia militar en Colombia y viajaba con el general Bonett en el automóvil blindado. El fin de semana los colombianos pudieron ver al general Bonett, como siempre, al pie del cañón, dando declaraciones aguerridas a los medios de comunicación, pero sin poder disimular su grado de afectación _del todo entendible_ por la agresión de la que había sido víctima. Para desilusión de la guerrilla, sin embargo, el atentado fallido sólo consolida el perfil combativo del General, al contrario de debilitarlo.Y hasta sirve para que algunos supongan que lo del Yarí finalmente no fue tan malo en resultados, porque obligó a la guerrilla a moverse contra una codiciada presa, y eso solo significa una cosa: que el general Bonett, finalmente, está dando para las Farc pasos de animal grande.
En la mira
Octubre 7 de 1971. El ELN atentó contra el entonces comandante de la V Brigada del Ejército, general Alvaro Valencia Tovar. El hecho ocurrió en la calle 100 con carrera 15 de Bogotá. Valencia había sido el gran gestor de la Operación Anorí, que desarticuló a esa organización guerrillera.
Septiembre 8 de 1975. El ELN asesinó al general Ramón Arturo Rincón Quiñones, inspector de las Fuerzas Militares. La muerte del oficial ocurrió en la carrera 41 con calle 72 de Bogotá.
Febrero 4 de 1983. Milicias urbanas de las Farc atacaron a bala la residencia del general Gustavo Matamoros, comandante de las Fuerzas Militares. El oficial resultó ileso.
Octubre 23 de 1985. El M-19 atentó contra el general Rafael Samudio Molina, comandante del Ejército. La acción terrorista fue realizada en cercanías de la Escuela Militar de Cadetes de Bogotá. "Han pasado ya 11 años sobre mi atentado y seguimos en las mismas. En unos actos de guerra en los que se ataca a la democracia, a las Fuerzas Militares, a la población civil y nos arrodillamos para que dialoguen. Pues, si no quieren dialogar hay que echarles bala. Punto".
Noviembre 22 de 1988. Las Farc atentaron contra el general Manuel Jaime Guerrero Paz, ministro de Defensa. En el acto terrorista, realizado muy cerca del Ministerio, murieron tres de sus escoltas. "No sentí ese miedo que se siente cuando uno ve la muerte tan cerca. El temor lo sentí un mes después".
Agosto 18 de 1989. Un carro-bomba activado por sicarios del cartel de Medellín causó la muerte al coronel Valdemar Franklin Quintero, comandante de la Policía en Antioquia.
Diciembre 6 de 1989. Un carro-bomba con más de dos toneladas de dinamita explotó a pocos metros de la sede del DAS en el sector de Paloquemao en Bogotá. La acción de los narcotraficantes estaba dirigida contra el director del DAS, general Miguel Alfredo Maza Márquez. "Yo estaría por ahí en una lápida o en un busto en donde dijera aquí trabajó el general Maza Márquez y a lo mejor a estas alturas el país ya me habría olvidado".
Julio 19 de 1994. Las Farc asesinaron al general Carlos Julio Gil Colorado, comandante de la IV División del Ejército. El atentado ocurrió en la vía Villavicencio-Puerto López.
Julio 5 de 1996. Las Farc atentaron contra el general Euclides Sánchez Vargas, comandante de la XIII Brigada con sede en Bogotá. En la acción murió el sargento Henry Hernández.
Septiembre 2 de 1997. Grupos terroristas, al parecer pertenecientes a la guerrilla, atentaron contra el general Manuel José Bonett, comandante de las Fuerzas Militares. La acción ocurrió en la vía El Rodadero-Santa Marta.