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Los Judas de la paz
Qué significa para el país la nueva banda criminal creada por algunos exlíderes de la negociación de los acuerdos de paz. Y qué impacto tiene la guerra en Colombia.
El video de Iván Márquez y su nueva banda, con fusiles terciados al hombro y leyendo una declaración de guerra contra la oligarquía, se veía venir. Muchos colombianos lo esperaban, pues ese puñado de guerrilleros siempre le puso zancadillas al proceso de paz. Pero verlos en su arenga seudorrevolucionaria no dejó de impactar el estado de ánimo del país y generar una profunda tristeza. Ver a los Judas de la paz de nuevo en pie de guerra fue, por un momento, un regreso al pasado.
Márquez pretendía con su discurso entregar un manifiesto para reivindicar la lucha armada, y terminó leyendo un largo y anacrónico panfleto de frases rimbombantes y tono grecoquimbaya. Dio los mensajes gruesos en los primeros minutos: su principal objetivo militar será la oligarquía, se financiarán de extorsiones y economías ilegales, no acudirán al secuestro, tendrán una nueva forma de operar que insinúa guerra urbana, buscarán una alianza con el ELN, y señalan que sus enemigos no son los policías y soldados rasos, sino las “élites opresoras”. Dice que no buscan tomarse el poder por la fuerza, sino lograr otro acuerdo de paz con constituyente abierta o con la rebelión del pueblo. Y claro, no faltó la exaltación al Gobierno de Maduro y los sablazos al Tío Sam.
El país expresó un rechazo enérgico y unánime, y lo que parecía un golpe a la yugular de la paz terminó convertido en un consenso político para defenderla. Salvo Álvaro Uribe y un sector de su partido, hubo un total respaldo al proceso de paz y a los más de 10.500 excombatientes de las Farc que han cumplido los acuerdos. Desde el propio presidente Duque, pasando por los expresidentes, los independientes, la oposición, los empresarios, los Estados Unidos, la ONU, los países garantes, entre muchos otros, todos salieron a apoyar la paz y a condenar esta nueva disidencia criminal.
El terrorismo urbano es quizás el desafío más delicado que tendrá que enfrentar la fuerza pública.
¿Qué impacto tiene esta noticia en la guerra en Colombia? En primer lugar, no el temor que muchos piensan. Ni son unas nuevas Farc, ni tienen la estructura militar, ni el control territorial, ni la unidad de mando. Es una nueva disidencia, y bastante más pequeña que otras ya existentes. Pocos colombianos conocen, por ejemplo, a Gentil Duarte, que hoy lidera un grupo de 500 hombres que operan en el Guaviare después de haber desertado del proceso de paz y actualmente se dedican al narcotráfico como otras bandas criminales.
La pretensión de Márquez de unir las disidencias de las Farc es una tarea casi imposible sabiendo que estas no quieren desafiar al Estado ni elevar su perfil, sino continuar su negocio. Igual de improbable es su supuesta alianza con el ELN, un grupo que ya ha copado los espacios dejados por las Farc, y que ha sido su eterno rival en el territorio y en las rentas ilegales. Más que alianza, es un ramo de olivos para una no agresión.
Sí deben preocupar los frentes de Venezuela y el terrorismo. El primero no es nuevo. El país vecino se ha convertido en la retaguardia de los actores ilegales colombianos y el Gobierno de Maduro, en su aliado no declarado. Todos estos grupos se convierten en pequeños caballos de Troya de esa dictadura que le hacen daño al Gobierno de Duque, al que considera su enemigo. Esos grupos, además, no solo se esconden allá, sino que cada vez más se financian de la creciente minería criminal en los estados Apure y Bolívar. El caldo de cultivo perfecto para la nueva banda de Iván Márquez.
El terrorismo urbano es quizá el tema más delicado. Con pocos hombres bien entrenados pueden hacer mucho daño, y en sus filas está alias el Paisa, quien comandó desde las Farc las operaciones terroristas más sanguinarias que el país recuerda, como la bomba al Club El Nogal. Y tienen conexión con muchas milicias urbanas del PC3 que no se desmovilizaron y siguen activas.
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Pero se enfrentan a un Estado mucho más fuerte, preparado y que ha logrado doblegar a los que lo han desafiado desde el narcoterrorismo de Pablo Escobar hasta hoy. Las Fuerzas Armadas tendrán que estar alerta, redoblar la inteligencia, resolver lo antes posible las divisiones en el Ejército y desterrar sus manzanas podridas para tener un nuevo liderazgo que enfrente estos crecientes desafíos de seguridad.
En el tema político se sienten algunos coletazos. Si bien este hecho golpeó un frente político común para defender el proceso de paz, habrá que ver si la opinión abraza de la misma forma ese sentimiento o si la decepción al proceso la supera. Esta decisión será determinante en las próximas elecciones a alcaldes y gobernadores, en las que el pulso entre el uribismo, la oposición y los partidos independientes se enfrentará en las urnas, y esa tensión frente a la paz jugará, nuevamente, un papel importante. Hay que mencionar que el respaldo político a la paz, potenciado por el temor a reciclar la guerra, no quiere decir que la paz no se haya desvalorizado.
Es un buen momento para que el presidente Duque tienda puentes con todas las fuerzas políticas en torno a su bandera de paz con legalidad. Sin duda le dará oxígeno a una frágil gobernabilidad y a una agenda legislativa de grueso calibre que no será un camino de rosas. El jefe de Estado también tendrá que visitar muy pronto los espacios territoriales donde todavía se concentran 3.202 excombatientes de las Farc, para reafirmar su respaldo al proceso y generar confianza en momentos de nerviosismo entre los reinsertados.
En el frente económico hubo un parte de tranquilidad. Los mercados no se movieron y el dólar bajó los dos días siguientes. Una demostración de que el país es resiliente y está preparado para los sacudones internos, pero es muy frágil a los coletazos externos.
De este episodio salieron golpeadas sobre todo las víctimas y la justicia transicional. Las víctimas porque se van a quedar sin gran parte de la verdad y la justicia frente a la tragedia que vivieron sus familiares. Los cerca de 20 combatientes que acompañan a Iván Márquez son algunos de los máximos responsables de los crímenes de lesa humanidad de las Farc. Todos tienen más de 30 años en la guerra y lideraron los peores ataques y actos de terrorismo del conflicto: Mitú, Miraflores, diputados del Valle o El Nogal, etcétera.
La Justicia Especial para la Paz (JEP), por su parte, queda bastante averiada. Por un lado, porque el nuevo sistema de justicia cometió muchos errores y dilaciones. Figuras tan emblemáticas como Iván Márquez y el Paisa se fueron a la clandestinidad para rearmarse, y pasó más de un año antes de que la JEP los expulsara. Además, con el caso de Santrich, que todo el mundo vio en un video traficando coca, la JEP tomó más de un año en decidir si había cometido el delito antes o después de la fecha de los acuerdos. Ese exceso de garantías dejó en entredicho su credibilidad y efectividad, y llevó a que todo terminara en un espectáculo circense en el que estos personajes se burlaron del país y sus instituciones.
Por otro lado, la justicia transicional, que busca juzgar a los máximos responsables de los delitos cometidos en el conflicto, se va a quedar sin sus más conspicuos exponentes. En efecto, la mayoría se fue a las armas con la banda de Iván o está en otras disidencias.
Ni qué hablar de la batalla campal que ha generado el video en las redes sociales. Si Twitter fuera un termómetro, el país estaría ad portas de una guerra civil. Por fortuna, Colombia es mucho más que los odios y rabias que se atrincheran y calumnian impunemente en el mundo digital, pero enrarecen aún más el ambiente político que ya está bastante polarizado.
En medio de tanto fuego cruzado, es destacable la actitud que ha asumido Rodrigo Londoño, exjefe máximo de las Farc y líder de su nuevo partido. Se trata del principal perjudicado con esta tempestad y con gran entereza sigue abanderando un indeclinable compromiso con la paz.
El lanzamiento oficial de Iván y su banda logró que Colombia se uniera para apoyar a los que cumplen los acuerdos de paz y condenar a los que los traicionan. Quizá sea un primer paso para buscar consensos en medio de tantas pasiones y polarización.