RELACIONES EXTERIORES

La bendición de Obama al proceso de paz

Estados Unidos se mete de lleno al proceso de paz en Colombia con el nombramiento de Bernard Aronson como enviado especial.

21 de febrero de 2015
El empresario y exdiplomático Bernard Aronson fue designado por el presidente Barack Obama como enviado especial del Departamento de Estado para el proceso de paz de Colombia. Un indicio de que la negociacón entra en su fase definitiva.

Así como en el pasado Estados Unidos no tuvo recato en vincularse a la guerra colombiana, y se hicieron frecuentes los aviones y contratistas de ese país en las selvas del país, y así como su apoyo fue clave para que las Fuerzas Militares les ganaran una gran ventaja estratégica a las Farc, ahora Washington se la juega a fondo por la salida política al conflicto.

Así quedó establecido el viernes pasado cuando el presidente Barack Obama nombró al exdiplomático y empresario Bernard Aronson enviado especial para el proceso de paz en Colombia, quien le rendirá cuentas directamente al secretario de Estado, John Kerry.

Aronson, de 68 años, fue secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos entre 1989 y 1993, durante los gobiernos de George H.W. Bush y Bill Clinton, y su papel fue clave para ponerle fin a la guerra en Centroamérica, no solo por su talento diplomático sino por su talante democrático. Estados Unidos también se había involucrado fuertemente en el conflicto de El Salvador y Nicaragua, y por tanto era impensable, como acá, que estuviese ausente de la negociación.

Aunque Kerry ha venido dos veces a Colombia y se sabe que Estados Unidos respalda el esfuerzo de paz del presidente Juan Manuel Santos, este nombramiento es un gesto contundente de confianza. “Es una señal muy fuerte de que el gobierno de Estados Unidos considera que el proceso entra en su etapa definitiva y que es el momento de las decisiones”, dijo al respecto el alto comisionado de paz, Sergio Jaramillo. A su vez las Farc le agradecieron al presidente Barack Obama su decisión, dado que Estados Unidos tiene “presencia e incidencia permanente en la vida política, económica y social de Colombia”, y señalaron que ese país puede “coadyuvar al establecimiento de la justicia social, la democracia verdadera y la superación de la desigualdad”.

La llegada de Aronson será crucial para dos temas que están sobre la Mesa en La Habana, y que son de muy compleja solución: la justicia y la seguridad. En el primero de ellos se tendrá que abordar el tema de la extradición, que es la espada de Damocles que sigue pesando, amenazante, sobre los jefes de las Farc. No en vano, la imagen de Simón Trinidad, preso en una cárcel gringa, nunca ha desaparecido del Hotel El Palco, donde se desarrollan las conversaciones de paz en La Habana. Blindar a los jefes de la guerrilla contra la extradición es un punto crucial para la firma o no del acuerdo de fin de la guerra, y depende más de Estados Unidos que del gobierno de Colombia. Extraditar o no a un guerrillero es una decisión del presidente de la República y, por tanto, carece de toda seguridad jurídica.

En materia de cultivos ilícitos también es importante una concertación con la Casa Blanca. Para Washington los cultivos de coca, en la medida que financian a grupos criminales, son fuente de desestabilización para la región y eso explica en parte su obsesión con las fumigaciones. En La Habana se ha considerado la aspersión aérea como el último y no el primer recurso para combatir estos cultivos, y eso también requiere por lo menos un diálogo con el Tío Sam.

Otro tema clave será la conexidad del narcotráfico con el delito político para efectos de participación electoral de quienes se reintegren a la vida civil, lo cual rompe de manera radical con el concepto que ha manejado Estados Unidos sobre los grupos insurgentes, a los que desde hace 30 años ha calificado como narcoguerrillas o como grupos terroristas.

La llegada de Aronson al proceso de paz no solo muestra respaldo y confianza en el buen desenlace de los diálogos; desatranca temas complejos, como el de justicia, y les da un sentido de realismo a otros que están pactados, como el de la sustitución de cultivos. Pero, sobre todo, le pone el acelerador a la Mesa. Los estadounidenses son gente práctica, y si Obama ha mandado a ‘Bernie’ a darle un empujón a la paz es porque lo ve como algo cercano y posible.