justicia y paz
La estela roja de Ramón Isaza
El más antiguo jefe paramilitar del Magdalena Medio declarará al comenzar la semana. Se espera que cuente sus crímenes y sus relaciones con generales y empresarios.
Este lunes en la mañana Ramón Isaza se enfrentará a su pasado. Este hombre, considerado el 'Tirofijo' de las autodefensas, deberá contarle a la Fiscalía la historia de su vida en armas, que abarca casi la mitad de su existencia. Isaza fundó el primer grupo de autodefensas en 1978, y desde entonces ha sido protagonista de primera mano de varias guerras: contra las Farc, contra Pablo Escobar y contra otros grupos paramilitares. Por casi tres décadas, Isaza, el más campesino de todos los jefes de las AUC, regó de sangre al Magdalena Medio. Ahora recoge su cosecha: más de 600 víctimas han sido citadas, individualmente, para que acudan a escuchar su "verdad".
Ramón Isaza es un agricultor huraño, cercano a los 70 años, 29 de los cuales ha dedicado a la guerra. Nació en Sonsón, Antioquia, pero desde muy temprano se instaló en el corregimiento Las Mercedes, de Puerto Triunfo, un cálido y hermoso municipio de ese departamento que hace parte del Magdalena Medio. Una región de tierras privilegiadas por su fertilidad, por su ubicación estratégica en el centro del país, y porque en su interior estuvo por muchos años el poco petróleo que se explotaba en Colombia.
Tanta belleza no podía ser completa. Desde principios de los años 70 las Farc habían colonizado la región. Tenían el control político, pues los alcaldes de casi todos los municipios eran del Partido Comunista, secuestraban a su antojo a los ganaderos y comerciantes, y extorsionaban a todo el mundo. Se dice, con razón, que en esta región la guerrilla cometió el error histórico que la hizo inviable para siempre: incapaz de quitarles el dinero a los más ricos, se ensañó con los campesinos medios. Arruinó la economía. Desplazó a los propietarios. Llenó de miedo los caminos.
La Estrella, la finca de Ramón Isaza, era uno de los blancos que las Farc tenían en la mira. Entonces decidió aplicar la ley del talión. El 22 de febrero de 1978 fue hasta el batallón de Puerto Berrío, donde le entregaron ocho armas. Para entonces la autodefensa era legal. Los militares la promovían sin recato, sin imaginar cómo terminaría la historia. Con esas primeras armas, Isaza emboscó a 20 guerrilleros del noveno frente de las Farc que, según sabía, se dirigían a su finca a secuestrarlo. Ese día los sorprendió y los derrotó. Empezó a cobrarles dinero a otros ganaderos para sostener el grupo, que cada día crecía más. En pocos años las Farc fueron expulsadas del Magdalena Medio. La paz nunca llegó. Empezaba la década de los años 80. Los narcotraficantes compraron la mayor parte de las tierras bañadas por el río Magdalena. Una autodefensa, al mando de Gonzalo y Henry Pérez, creció en Puerto Boyacá, territorio vecino al de Isaza, y los narcos tendrían mucho que ver en su expansión. Adicionalmente, en 1983 el cartel de Medellín y Gonzalo Rodríguez Gacha, el 'Mexicano' le darían vida a Muerte a Secuestradores (MAS), el primer grupo propiamente paramilitar del país. Empezaba una nueva etapa, ya no de autodefensa sino de verdadero paramilitarismo, con la anuencia y la colaboración de muchos militares que pasaron tanto por el Batallón Bárbula (creado en 1979 en Puerto Boyacá) como por oficiales adscritos a la Brigada XIV, con sede en Puerto Berrío.
Hace 10 años el propio Isaza le contó a un noticiero de televisión que el general Faruk Yanine Díaz les dijo en su momento: "Autodefiéndanse porque al Ejército le queda imposible entregarle un soldado a cada colombiano para que lo respalde". Así comenzó el grupo que casi tres décadas después se desmovilizaría como Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, convertido en cinco frentes y 989 combatientes. En una organización que no escapó al narcotráfico, que batió récord en robo de gasolina y que mató sin piedad a centenares de personas que "siempre los echábamos al río Magdalena", dijo Isaza.
Los paramilitares de Puerto Boyacá realizaron masacres terribles como la desaparición de 19 comerciantes y el crimen contra los funcionarios judiciales en La Rochela. Isaza ha dicho en múltiples ocasiones que su grupo nunca masacró a nadie. "Mi orden era que los mataran de a uno", dijo en una ocasión. No obstante, la Fiscalía tiene en su contra 16 procesos, de los cuales por lo menos dos son asesinatos colectivos. Uno de ellos, la desaparición de 14 campesinos de Carmen de Viboral en 1996, entre los que había un bebé de 2 meses, el cual, según versiones oficiales, fue entregado por el jefe paramilitar a su hija mayor para que lo criara. El año pasado Isaza dijo ante un juez que esta matanza no era de su autoría sino que la había cometido su hijo Omar, obedeciendo órdenes del general Alfonso Manosalva, entonces comandante de la IV Brigada, ya muerto, y del mayor David Hernández, también muerto e ingratamente recordado como el 'comandante 39 de las autodefensas', que sembró de muerte en Cesar.
De la mano de Isaza y sus hombres, el Magdalena Medio antioqueño se consolidó como región 'antisubversiva'. Lo logró matando simpatizantes de la izquierda, campesinos inermes, líderes sociales; haciendo 'limpieza social' y ofreciendo sicarios para ajustes de cuentas. Sus hijos Omar (muerto), Roque y Rubén, su yerno ('Mc Giver') y sus sobrinos Miguel y Hernán se convirtieron en comandantes. Informes de inteligencia publicados por SEMANA a finales de los años 80 relacionan a Isaza con las masacres en las fincas bananeras de Urabá.
Puerto Triunfo también se convirtió en paraíso para los narcos. En particular para Pablo Escobar, que estableció allí su hacienda Nápoles. No obstante, Isaza sería uno de los mayores enemigos de Escobar y se vincularía a principios de los 90 en la guerra contra el capo. Según ha reconocido, fue la época más dura de su vida porque él y sus hijos sufrieron varios atentados ordenados por Escobar. En uno de ellos murió su hijo John.
A finales de los 80 también había sobrevivido a la guerra entre narcoparamilitares de Puerto Boyacá. Ariel Otero había matado a Henry Pérez y, supuestamente, se había apropiado de dinero y tierras de los demás jefes paramilitares. Luego promovió una desmovilización masiva de las autodefensas del Magdalena Medio. Ramón Isaza se negó a entregar las armas y continuó con su proyecto. En 1992 el cadáver de Otero apareció en las afueras de Puerto Boyacá con un letrero que decía "Traidor, asesino y ladrón".
Luego, cuando Carlos Castaño intentó unificar las autodefensas, Isaza se integró al estado mayor de las AUC, lo cual con los años consideró un error porque allí estaban sentados todos los narcotraficantes del país. Entonces volvió a andar solo. Hasta cuando ingresó a la mesa de Ralito, poco tiempo antes de desmovilizarse. Vestido de cachaco y silencioso, fue uno de los jefes que estuvo en el Congreso en 2004. Su presencia se entendió como una manera de mostrar el origen campesino de las autodefensas, y erigir a Isaza como el símbolo que le daría legitimidad a ese proyecto.
La entrega de armas estuvo a punto de frustrarse porque dos de sus hombres más cercanos, su yerno 'Mc Giver', y su hijo adoptivo, el 'Gurre', estaban en contra de la decisión. Aun así, el acto se hizo. Isaza estuvo durante varios meses 'despachando' desde su finca de Las Mercedes, hasta cuando fue recluido en La Ceja y luego, en Itagüí. Es quizás el jefe paramilitar con más edad y el que más quebrantos de salud padece.
Jamás ha mostrado una pizca de arrepentimiento por las balas disparadas. Tampoco tiene demasiado problema en contar con nombre propio quienes le ayudaron. Su actitud es hasta cierto punto comprensible. El Estado le mostró un camino y le dio las armas para que siguiera por él. Los militares lo respaldaron y le pidieron ayuda en muchas ocasiones. Sus crímenes tuvieron la complicidad de sectores del gobierno y fueron en muchas ocasiones cubiertos con el manto de la impunidad.
¿Contará Ramón Isaza cómo pasó todo? ¿Hablará de militares activos que lo apoyaron? ¿De la alianza de los paramilitares con el Estado para matar a Pablo Escobar? ¿Del apoyo de empresas petroleras y cementeras? ¿Del robo de gasolina? ¿De los cientos de personas que murieron en las aguas del río Magdalena? ¿De los mercenarios extranjeros que los entrenaron? ¿De los políticos? Si lo hace, posiblemente este lunes aparezcan las piezas clave del rompecabezas de la violencia del país. Y se convertirá, sin duda, en uno de los más importantes testimonios que reciban los fiscales en el marco de la Ley de Justicia y Paz.