DOCUMENTAL
La saga del mal
'Paramilitares en Colombia: la historia de los hermanos Castaño' es el nuevo documental de SEMANA e Imagina US, con colaboración de RCN-Ennovva, donde se cuenta la historia fratricida de Fidel, Carlos y Vicente Castaño. El documental podrá verse el domingo 12 de diciembre a las 9:00 de la noche por Discovery Channel.
De todas las historias de horror que hay para contar sobre los paramilitares en Colombia, hay una que se ha convertido en la más escalofriante parábola del mal: la vida y muerte de los hermanos Fidel, Carlos y Vicente Castaño Gil. Prácticamente no existe periodista que no sueñe con hacer de la saga de los Castaño un buen libro, ni guionista que no se sienta inspirado en ellos para una película. La mezcla de ambición y maldad, de poder y sevicia, de venganza y castigo, de rasgos humanos y de extremo delirio, hacen de esta un espejo de la guerra que ha vivido el país durante tantos años.
Por eso SEMANA y la productora Imagina US, con colaboración de RCN-Ennovva, dedicaron varios meses a investigar y producir el documental Paramilitares en Colombia: la historia de los hermanos Castaño, dirigido por Jaime Escallón Buraglia, que será transmitido este 12 de diciembre a las 9:00 de la noche por Discovery, un canal que le está apostando fuerte a Colombia y su vertiginosa realidad.
Vicente, Fidel y Carlos comenzaron en su natal Amalfi, Antioquia, hace ya más de 20 años, una desenfrenada carrera de crimen organizado y violencia. Primero, Fidel Castaño, contrabandista y narcotraficante, se convirtió en uno de los promotores de los grupos paramilitares después de que las Farc secuestraron a su padre, en 1981, y lo entregaron muerto cuando sus hijos pagaron el rescate.
Movido por la venganza y la codicia, Fidel armó un grupo paramilitar que cometió las primeras masacres en Antioquia, y que durante toda la década de los 80 bañó en sangre la región bananera de Urabá y el departamento de Córdoba: las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu). Fidel y Carlos, el menor de los Castaño, se convirtieron en aliados de Pablo Escobar, especialmente para traficar con droga y para extender los grupos paramilitares en regiones donde el narcotráfico tenía intereses. Pero cuando Escobar mató a sus socios del cartel en la cárcel de la catedral, Fidel y Carlos hicieron parte de los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) y se enfrentaron al gran capo, y lo arrinconaron hasta el momento de su muerte a manos de la Policía. Fidel, que era el llamado a convertirse en el sucesor de Escobar como jefe de la mafia, pues ya tenía bajo su mando a miles de paramilitares, no pudo hacerlo porque pocos meses después de la muerte de Escobar desapareció para siempre. Hay varias versiones sobre su muerte. La primera, la que su hermano Carlos divulgó, es que murió en combate con la guerrilla. La segunda es que uno de sus hombres lo mató y la tercera, que se ha conocido más recientemente, es que el propio Carlos lo habría matado, pues ambos se disputaban el amor de una mujer. El cadáver de Fidel nunca se encontró.
Es así como Carlos Castaño asumió el mando de las autodefensas con una visión más militar y política, ayudado desde la sombra por su hermano mayor, Vicente, a quien respetaba profundamente. Carlos quería convertir a las Accu en un ejército con presencia en todo el país, y erigirlo como un contrapeso a las guerrillas de las Farc y el ELN, que estaban creciendo y consolidando territorio a mediados de los años 90. Es así como juntó facciones paramilitares de todo el país y extendió la barbarie bajo el nombre de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Bajo su mando se cometieron más de mil masacres, los crímenes selectivos más atroces, y se inició un desplazamiento masivo de campesinos que cambió la geografía humana del país para siempre. Al mismo tiempo, tejió una estrategia política de largo plazo para llevar a las AUC a todo el país. Tenía apoyo en sectores de los militares, empresarios, Iglesia y políticos. Se presentó ante el país en dos entrevistas de televisión como si fuera un patriota luchando contra la guerrilla, ante un Estado incapaz de contener la violencia. Mientras Carlos deliraba con sus planes de guerra, Vicente, protegido en el anonimato, desarrollaba una estrategia subterránea que marcaría el destino de ambos. Se hizo cargo del narcotráfico y empezó a vender las franquicias de las AUC a todas las mafias del país, para que amparados en un esquema militar, pudieran controlar sus rutas para producir y exportar cocaína. La ambición de Vicente Castaño no tenía límites y su voracidad por adquirir tierras estaba desbordada. Por eso en muchas regiones, tras el desplazamiento de los campesinos, los hombres de Vicente iban usurpándolas. Urabá y Córdoba fueron fuertemente golpeadas por este hombre.
A principios del nuevo siglo, Carlos Castaño se dio cuenta de que el narcotráfico estaba destruyendo por dentro a las AUC. Para entonces había sufrido un golpe emocional fuerte, al saber que su hija recién nacida tenía un problema genético incurable. El hombre todopoderoso de repente se sintió castigado por Dios. En ese contexto se iniciaron las conversaciones de paz con el gobierno de Álvaro Uribe. Carlos entendió que la guerra no era viable y que la estrategia de infiltrar al Estado y la política era la que le garantizaría un futuro. También sabía que él y todos sus aliados tendrían que arreglar con Estados Unidos sus cuentas por el narcotráfico. Sabía que las AUC se habían convertido en un refugio de narcotraficantes y que tendría que enfrentarse a ellos a muerte.
Lo que no sabía era que su hermano Vicente era su principal adversario. Que Vicente estaba a la cabeza de quienes se oponían a una negociación de verdad. Que tenía más planes de expansión, de enriquecimiento y de guerra. Tampoco imaginaba que él se había convertido en su obstáculo y que él mismo lo mandaría matar. El 14 de abril de 2004, Carlos Castaño fue asesinado por orden de su hermano. Algunos paramilitares han dicho que, una vez enterrado su cuerpo, Vicente se encerró como loco en su finca y durante 15 días no quiso ver a nadie. Con ese crimen se sellaría el fracaso de las negociaciones de paz de las AUC con el gobierno en Santa Fe de Ralito, pues en adelante mucho de lo que allí ocurrió fue impostura. Vicente, junto a otros jefes paramilitares, abandonó el proceso y se mantuvieron en el crimen organizado. Prácticamente, los mismos pistoleros que él usó para matar a su hermano Carlos lo asesinaron a él en 2008, en medio de las intestinas luchas de la mafia por territorio, dinero y poder. Su cadáver tampoco ha sido encontrado.
El documental Paramilitares en Colombia: la historia de los hermanos Castaño cierra un ciclo de tres filmes dirigidos por Escallón Buraglia, y producidos por SEMANA e Imagina US. El primero fue El rescate perfecto, emitido por Discovery Channel, seguido por Tirofijo está muerto, emitido por National Geographic. Escallón logró testimonios exclusivos de personas tan cercanas a los Castaño como una de las compañeras sentimentales de Carlos, su asesor predilecto Juan Rubinni y algunos de sus más fieles lugartenientes, hoy detenidos.
El documental va más allá de la anécdota judicial y logra una dimensión universal. La vida y muerte de los hermanos Castaño se puede ver al mismo tiempo como un retrato del mal en su máxima expresión y como una narración alegórica de lo que es la guerra civil. La confrontación entre miembros de una misma comunidad, donde tal como se mata se muere. Como lo señala el humanista Michael Ignatieff en su libro El honor del guerrero: "La historia de Caín demuestra que no hay guerra más salvaje que la civil ni crimen más violento que el fratricidio, ni odio más implacable que el de los parientes cercanos".