ORDEN PÚBLICO

La violencia mafiosa que azota el Valle

Esta región no logra reponerse a la estela criminal de los extintos carteles del narcotráfico. ¿Qué pasa?

13 de noviembre de 2013
La guerra mafiosa y territorial pasó de las montañas vallunas a las grandes ciudades. | Foto: León Darío Peláez

En Cali creían que las vendettas entre jefes mafiosos eran cosa del pasado. Pero con la reciente incursión criminal de un sicario a una discoteca, que con pistola en mano asesinó ocho personas e hirió a otras cinco, quedó claro que esa macabra forma de ajustar cuentas sigue "vivita y coleando". Lo más grave es que esas rencillas parecen no ser exclusivas de la capital del Valle y desde hace varios meses la región padece una especie de resurgir de la violencia mafiosa, que, si bien no es nueva, ha sido sistemática y parece aumentar.


Por ejemplo, en Buenaventura los desaparecidos no paran de contarse, las denuncias por reclutamiento forzado aumentaron y los descuartizados siguen apareciendo; una alarma similar se presenta en Tuluá. En el norte del Valle ya se habla de la presencia de nuevos patrones mafiosos como en los viejos tiempos del extinto cartel liderado por los temidos capos alias 'Rasguño', 'Don Diego' y 'Jabón'. El Valle del Cauca es una de las regiones más golpeadas por el fenómeno del narcotráfico y pagó con creces esa triste reputación. Pero ahora cuando los carteles de Cali y Norte del Valle fueron desarticulados, sus jefes mafiosos muertos o extraditados y los "babynarcos" capturados en tiempo récord, todos creían que la región gozaría de una relativa calma, pero no es así.

La guerra mafiosa y territorial pasó de las montañas vallecaucanas a las grandes ciudades y ya no es entre grandes capos, sino pequeñas estructuras que se pelean hasta el dominio de un barrio. Los mensajes de terror o sevicia se hicieron más fuertes, a tal punto que esta nueva ola de violencia se compara con la implantada por temidos carteles mexicanos como Sinaloa, Suárez y Pacífico.

Es decir, la mafia colombiana se mexicanizó y de eso hay serias evidencias. El primero en advertirlo fue el propio presidente Juan Manuel Santos, quien en un acto público en Tumaco, Nariño, en febrero de este año, le pidió al entonces director de la Policía, general José Roberto León Riaño, investigar tal versión. "Se ha oído mucho rumor de la posible presencia de miembros de los carteles mexicanos aquí en el departamento de Nariño", dijo el mandatario.

En todo el Valle se está dando un reacomodamiento de fuerzas criminales que buscan heredar el rentable negocio del narcotráfico de los carteles de Cali y Norte del Valle. En esa puja están las mismas bandas que vienen azotando todo el país: Rastrojos y Urabeños.

La sucursal del crimen


La masacre de ocho personas ocurrida el pasado viernes en una discoteca ubicada al oriente de la capital del Valle es apenas el 'florero de Llorente' de una problemática que ya tenía alarmados a los caleños, debido al aumento de los homicidios en la ciudad.

Desde hace varias semanas, voces como las del arzobispo de Cali, Darío Monsalve, convocaron a una manifestación contra los homicidios y pidieron que se apruebe un Plan Desarme, “es una vergüenza para el gobierno colombiano que sus ciudadanos tengamos que suplicarle de rodillas e inútilmente a la autoridad militar, que aprueben una medida de esa índole”, escribió el jerarca en un comunicado que hizo público.

En ese mismo documento agregó que “es un engaño defender, ante semejante derramamiento de sangre ciudadana, el 'derecho' de algunos a portar legalmente armas”. De hecho, tras la masacre en la discoteca caleña, se unieron a ese pedido el propio alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, y el personero Andrés Santamaría.

La preocupación de todos ellos radica en que este año la 'Sucursal del Cielo' registra un incremento en los homicidios, con respecto al año anterior. Las cifras hablan por sí solas. Hasta la semana pasada en la ciudad fueron asesinadas 1.677 personas, de las cuales 205 son menores de edad, según estadísticas de la Personería. Algo preocupante, ya que a septiembre del 2012, la cifra de homicidios no superaba 1.322 casos.

Al respecto, las autoridades policiales dan como causa de ese incremento la guerra territorial que se desató por el control del negocio del microtráfico tras la llegada de pequeñas bandas que migraron hacia la capital del Valle tras la captura o la muerte de los grandes capos. En Cali se cree que esa guerra a muerte es liderada por pequeñas organizaciones que les sirven a Rastrojos y Urabeños.

No obstante, para el personero Santamaría, el problema también tiene orígenes estructurales. De acuerdo con el defensor público, uno de los eternos problemas en su ciudad para combatir el delito, es el tema económico, “En su Plan de Desarrollo 2012-2015, Cali tiene presupuestado 166.243 millones de pesos para seguridad y convivencia ciudadana, lo cual está por debajo de ciudades como Bogotá y Medellín”, argumentó Santamaría.

Dijo además que sólo este año la Policía de Cali recibió 14.000 millones de pesos para operar, “mientras que para la misma policía el presupuesto necesario es de 49.000 millones de pesos”.
 
Puerto violento


Donde se siente con más crueldad esa guerra mafiosa entre bandas criminales es en Buenaventura. Sólo este fin de semana se registraron cinco homicidios que, si bien ocurrieron de manera aislada, fueron cometidos en el mismo sector y en un lapso de dos horas.

Pero lo más absurdo es que desde el año pasado se desató una guerra territorial entre facciones de esas bandas por el control de barrios de bajamar y pese a que el problema está diagnosticado y en el radar de las autoridades, la violencia no cesa y, por el contrario, va en aumento.

Y aunque el país se enteró de la difícil situación de orden público que padece Buenaventura, gracias a las alertas que lanzaron en su momento la Defensoría del Pueblo y organismos como la ONU, problemas como desplazamiento, reclutamiento forzado y extorsiones siguen golpeando la población civil que está en medio del conflicto.

Hace apenas unos días el mismo personero de Buenaventura, Álvaro Martán Abonce, expidió un comunicado advirtiendo que en lo corrido del año ya recibió 30 denuncias de personas víctimas del reclutamiento forzado. Lo absurdo es que a comienzos de año advirtió la misma situación, pero para entonces las denuncias llegaban sólo a la mitad de la cifra de hoy.

Otra situación dramática es que en la actualidad esa entidad se encuentra desbordada debido a la avalancha de desplazados intraurbanos que le huyen a la violencia de las bandas criminales en disputa.

Según cifras dadas por la Personería, a la fecha 600 familias se han declarado víctimas debido al temor que les significa vivir en barrios dominados por esos grupos criminales, donde, además de ser extorsionados, reclutados a la fuerza, amenazados y algunos de sus familiares asesinados o desaparecidos, deben convivir en medio de fronteras invisibles.

Las comunas más afectadas por esa violencia son las 3, 4, 11 y 12; todas ellas con barrios ubicados estratégicamente debido a que permiten acceder fácilmente al mar Pacífico y sus esteros. Algo valioso para los narcotraficantes que pretenden controlar rutas para el tráfico de cocaína.

En Buenaventura al igual que en Cali, el problema está sobrediagnosticado y desde varias tribunas líderes cívicos y religiosos hacen continuos llamados para que se tomen acciones concretas que permitan frenar la violencia en el puerto más importante que tiene Colombia sobre las aguas del Pacífico, por donde se mueve casi la mitad de las exportaciones del país. “El abandono de Buenaventura es una vergüenza mundial”, dijo el obispo de esa ciudad, monseñor Héctor Epalza, en varios escenarios públicos.
 
Los patrones del norte


En Tuluá este fin de semana apareció de nuevo un hombre decapitado en una vereda de la ciudad. Aunque este año es la primera víctima con esas características, la escena recuerda la terrible racha del 2012, en la que la varios cadáveres fueron arrojados a las vías públicas, descuartizados y sin cabeza, en señal de sevicia, por cuenta de una guerra a muerte entre dos facciones de los Rastrojos, lideradas por alias 'Porrón' y alias 'Picante'.

En el reciente caso no se ha establecido oficialmente si el hombre de 30 años de edad, decapitado y con señales de tortura fue víctima de un ajuste de cuentas entre esas bandas mafiosas.

Pero donde sí hay mayor preocupación es el norte del Valle y en especial en municipios con tradición mafiosa como Cartago, Obando, Zarzal, La Unión, La Victoria y Roldanillo, debido a las muertes selectivas, que este año ya suman 127 casos, sólo en el distrito policial de Cartago. A eso se agrega el creciente rumor de la presencia de un nuevo capo del narcotráfico que las autoridades ya tienen en el radar e identifican con los alias de 'Gafas'.

Lo triste de ese panorama es que dos décadas después de padecer el terror de los extintos carteles mafiosos y llorar miles de muertos, el Valle del Cauca parece una región condenada a repetir los horrores de la violencia que causó el narcotráfico.