LAS CUATRO HIPOTESIS

El intento de golpe a Samper, su pasado en la izquierda, su vinculo con la inteligencia <BR>militar y su reciente enfrentamiento con las Farc, solas claves que siguen los investigadores para <BR>determinar quién mató a Bejarano.

18 de octubre de 1999

Apenas un mes despues del crimen de Jaime Garzón las balas asesinas acabaron
con la vida de Jesús Antonio Bejarano. Esta vez los sicarios se metieron hasta las propias aulas de la
Universidad Nacional. Allí, en medio de la penumbra, esperaron al ex presidente de la Sociedad de
Agricultores de Colombia (SAC) y sin mediar palabra le dispararon a quemarropa. En medio de la
confusión y mientras los estudiantes auxiliaban a Bejarano los sicarios se perdieron amparados en la
oscuridad de la noche sin que nadie los pudiera identificar.
Una vez más el pánico y la zozobra se apoderaron del país. Y en especial de todas aquellas
personas que han venido trabajando en procura de desentrabar el proceso de paz y de quienes no se
han callado para denunciar los atropellos de esa guerra sucia que parece nunca acabar.
¿Quién o quiénes pueden estar detrás del asesinato de Jesús Antonio Bejarano, un académico e
investigador que dedicó su vida a buscar caminos que permitieran la paz en Colombia? La respuesta,
como en los múltiples asesinatos de profesores, intelectuales, violentólogos y miembros de las ONG
que han caído bajo el fuego inclemente de los sicarios en los últimos meses, todavía no se conoce.
Por ahora solo hay hipótesis. Los organismos de Inteligencia no conocían de ninguna amenaza
contra Bejarano. Tampoco tenía escolta ni ningún tipo de seguridad. Pero en privado el ex
consejero de paz había manifestado su preocupación por su seguridad. Esto debido a la relación de
su nombre con el supuesto golpe de Estado contra el gobierno de Ernesto Samper.


Caso Alvaro Gómez
Esa es precisamente la primera hipótesis sobre los móviles del asesinato que manejan los
investigadores. El nombre de Bejarano fue relacionado con la intentona de golpe contra Ernesto
Samper. El historiador Hugo Mantilla, quien organizó una serie de reuniones para analizar la crisis que
vivía el gobierno de Samper, dijo que Jesús Antonio Bejarano asistió a un almuerzo en el Hotel Casa
Medina en compañía de otras 12 personas. Durante ese encuentro, según Mantilla, se buscaron
fórmulas para encontrarle una solución a la crisis. En una entrevista con SEMANA Mantilla dijo: "En el
almuerzo de Casa Medina el doctor Bejarano dijo que él creía que no se le debía pedir a los militares
que intervinieran para solicitarle la renuncia a Samper porque eso les dejaría a ellos el gobierno. Yo
creo, dijo Bejarano, que hay que presionar al doctor Samper para que renuncie y en su reemplazo se
posesione Humberto de la Calle".
Mantilla también señaló que en esas reuniones se propuso crear una junta cívico-militar que
tendría funciones durante 60 días. De acuerdo con el relato, en esas reuniones sobre la crisis de
Samper se llegó a diseñar una lista del posible gabinete, en el que curiosamente el ministro de
Defensa sería un civil. Entre los nombres que consideraron para ese cargo estaba el del ex consejero
para la paz Jesús Antonio Bejarano.
Esa referencia específica que hizo Hugo Mantilla en sus declaraciones a SEMANA, y posteriormente a
la Fiscalía en una declaración juramentada, tenía muy inquieto a Bejarano, quien las consideraba de
extrema gravedad. Cuando fue llamado por la Fiscalía a declarar en la investigación por la supuesta
conspiración el ex consejero para la paz fue claro y concreto: "No tengo ni idea quién me propuso en
esa lista. Yo asistí a un almuerzo muy a comienzos de la crisis en el restaurante Casa Medina, al que
asistieron el general Urbina, el doctor Luis Carlos Sáchica, Hugo Mantilla y un par de personas cuyos
nombres no recuerdo. Pero en ningún momento asistí a reuniones a casas o lugares privados".
Pero no sólo se dio a la tarea de aclarar esa situación ante la Fiscalía sino que también lo hizo en los
medios de comunicación y en cuanto coctel asistió. Lo hizo con el firme convencimiento de que si su
vida en algún momento corría peligro era en relación con el supuesto golpe de Estado.


Los Guardias Rojos
La segunda hipótesis que manejan las autoridades tiene que ver con la polarización política que
se vive dentro de las universidades públicas. En Medellín este año han sido asesinados cuatro
catedráticos y cerca de 50 estudiantes han sido amenazados de muerte. La Universidad de
Antioquia se convirtió en un campo de batalla donde luchan por la supremacía los militantes urbanos
de las Farc, el ELN y una fracción de ultraderecha representada por los paras y las Convivir.
Esa radicalización también se está viviendo en la Universidad Nacional. Bejarano asumió un papel muy
crítico frente al proceso de paz. Por un lado no compartía la actitud guerrerista asumida por las Farc. Y
no estaba de acuerdo con la mano tan amplia que brindaba el gobierno de Andrés Pastrana en
este proceso de negociación. Tampoco aceptaba que se hicieran concesiones a los violentos y los
grupos de ultraderecha en nombre de la paz. No era la primera vez que asumía ese papel. En el
pasado, durante su gestión como negociador con la guerrilla en Caracas, su posición le había traído
serios problemas con las Farc.
Su pensamiento no sólo producía resquemor en los grupos subversivos sino también en los radicales
de la Universidad Nacional, especialmente entre los Guardias Rojos, un grupo extremista de corte
maoísta que a comienzos de 1994 izó su bandera en defensa de Sendero Luminoso. Los Guardias
Rojos fueron conocidos dentro de la universidad por los rituales que hacían cada semana, en los
que propagaban las ideas de Mao Tse Tung. Con una disciplina férrea y encapuchados, se paraban
frente al estudiantado para levantar una gigantesca bandera roja que prácticamente veneraban.
En esa época los Guardias Rojos no pasaban de 50 miembros. Pero sus apariciones siempre
estuvieron acompañadas de actos extremistas y vandálicos. Cobraban 'vacuna' en las cafeterías e
incendiaban los carros de los profesores, a quienes consideraban sus enemigos por su forma de
pensar.
En su mayor auge _en 1994_ las autoridades tenían pistas de que varios grupos guerrilleros
subvencionaban a los Guardias Rojos. Pero con el paso de los años la agrupación fue perdiendo terreno
dentro de la universidad, pues la mayoría del estudiantado no compartía sus acciones extremistas.
En el último año, sin embargo, los Guardias Rojos volvieron a tomar fuerza. Y hacen parte de esa
guerra dentro de la universidad. Desde hace varios meses comenzaron a circular una serie de
volantes con amenazas contra algunos profesores que se atrevieron a criticar de frente la actitud de
los Guardias Rojos.
Ese mismo fenómeno comenzó a coger mucha fuerza en la Universidad de Antioquia. En el claustro
paisa se les ha visto en grupos de 30 y 50 jóvenes encapuchados. Se visten como monjes y pregonan
consignas guerreras, invitando a la revolución proletaria y a la toma del poder por el pueblo.
Aunque las autoridades no los señalan como los directos responsables del asesinato de Jesús
Bejarano sí están en la mira de los investigadores, pues sus acciones contra todos aquellos que no
están de acuerdo con sus ideas son a través de actos violentos y por la vía de las armas.

¿Y la derecha?
La tercera hipótesis tiene que ver con los grupos de ultraderecha. A pesar del distanciamiento que
Bejarano había tomado con los grupos de izquierda, y en especial con las organizaciones armadas,
tampoco veía con buenos ojos la guerra sucia desatada por el paramilitarismo. Bejarano era un
convencido de que los paras eran otro factor de desestabilización que en nada contribuía al proceso de
paz. Igualmente defendía la teoría de que la extrema derecha quería desestabilizar al país con
asesinatos como el de Jaime Garzón con la única intención de crear un ambiente hostil a nivel
internacional con el fin de justificar una intervención extranjera en el conflicto armado colombiano.
Por esa razón el próximo 27 de septiembre iba a reunirse con varios representantes del
Congreso norteamericano para exponer, junto con otros compañeros, la tesis de que en Colombia
había intereses de un pequeño sector en buscar la intervención estadounidense en el país. Y que ese
era un error que Estados Unidos no podía cometer.


La pelea con las Farc
La cuarta hipótesis tiene que ver con las Farc. En las conversaciones de negociación en Caracas
en 1991 Bejarano sentó una posición clara y no dejó que los negociadores de las Farc lo manosearan.
Eso le generó una serie de fricciones y un alejamiento total de los hombres fuertes de este movimiento
subversivo, que terminaron por levantarse de la mesa de negociaciones. Pero quizás el momento más
crítico de esa relación ocurrió hace un año cuando Bejarano le prestó una asesoría académica al
general Bernardo Urbina, comandante de la Brigada XX. Para las Farc el trabajo de asesoría de
Bejarano no era otra cosa que la de filtrar documentos contra los grupos subversivos. Por esa razón
lo declararon objetivo militar.
El rompimiento definitivo con las Farc sucedió cuando lo nombraron presidente de la SAC. Para las
Farc esa sociedad representa la derecha del establecimiento. Lo que posiblemente nunca supo la
gente de las Farc es que Bejarano tampoco se dejó imponer la autoridad dentro de la asociación, y
eso le generó una serie de enfrentamientos con varios de sus miembros. La gota que rebosó la
copa se presentó hace un par de meses cuando Bejarano tomó la decisión de no asistir al desagravio
ofrecido al general Rito Alejo del Río. Un sector de la SAC interpretó esa posición como un desafío al
establecimiento y antes de generar una gran polémica el ex consejero de paz renunció a su cargo.
El problema para los investigadores hasta ahora es que hay más hipótesis que claridad en el
asesinato de Bejarano. La bala, como en el caso de Jaime Garzón, pudo haber venido de cualquier
lado. Lo único claro por el momento es que se trata de un crimen político. Pero quién dio la orden de
apretar el gatillo es el interrogante que muy pocas respuestas tiene. Lo cierto es que esta guerra sucia
parece un caballo desbocado del que no se sabe dónde va a parar.

Un hombre hecho a pulso
Jesús Antonio Bejarano, al igual que su coterráneo Alfonso Palacios Rudas, era un hombre que no
tragaba entero. Su sentido crítico era lo que caracterizaba su pensamiento. En materia del proceso de
paz se había despojado por completo de posiciones sentimentales, ideológicas o voluntaristas. Pero
ello lo hacía sospechoso a los ojos de los radicales de izquierda o derecha. Seguramente por eso lo
mataron.
No lo querían porque era capaz de desnudar las agendas secretas de los militaristas de los
grupos armados que a cualquier costo justifican la legitimidad política del uso de la violencia. Pero
también levantó ampollas entre los pacificadores a ultranza que, por la vía de las concesiones sin
límite, le abrían espacio a la guerra. La posición de Bejarano era de compromiso con los valores
democráticos, rechazo al paramilitarismo, apoyo irrestricto a las negociaciones de paz y, la más
importante quizá, la convicción de la necesidad de una transformación social como fundamento de la
paz verdadera.
Pocos colombianos saben que a Bejarano se le debe en gran parte el diseño y puesta en marcha del
Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), que se inició en el gobierno de Virgilio Barco. Bajo la
orientación de Carlos Ossa, y en compañía de Rafael Pardo y Gabriel Silva, diseñaron el PNR como
fundamento de la estrategia de paz. Y pocos recuerdan que siendo consejero de paz del gobierno
de César Gaviria, en las conversaciones de Caracas de 1991, estuvo a punto de firmar una agenda de
negociaciones con la entonces denominada Coordinadora Guerrillera, la cual agrupaba a Farc, ELN y
EPL, proceso que se frustró por el secuestro y muerte en cautiverio del doctor Argelino Durán
Quintero.
En lo personal, Jesús Antonio Bejarano era, literalmente, un hombre hecho a pulso. De familia
humilde, nunca tuvo padrinos ni alguien que le abriera camino distinto a su propio esfuerzo y a un
talento especial que lo caracterizó: una capacidad infinita para llegar al meollo de los problemas.
Ejercía la academia y la vida intelectual con sentido práctico. Era hombre de teorías, pero de teorías
simples, dichas con palabras simples.
Se abrió camino primero como historiador. Junto con Jorge Orlando Melo, Alvaro Tirado Mejía, José
Antonio Ocampo, Carlos Eduardo Jaramillo y otros formó parte de ese selecto grupo de
investigadores que escribió la nueva historia de Colombia, reinterpretando buena parte de nuestros
fenómenos sociales. No hay un solo estudiante de economía en Colombia que a lo largo de las dos
últimas décadas no haya tenido que leer uno o varios libros de Bejarano en alguna de sus clases.
En su vida privada era sencillo. Le gustaban la tertulia y los amigos. Lector incansable, siempre
estaba al día en los temas que le interesaban. Era, sin embargo, un lector que no acumulaba libros.
Los leía pero no los guardaba. Lo que sí guardaba con celo y orgullo era su música. Desde los acetatos
hasta los discos compactos, pasando por los casetes, tenía una envidiable y completa colección con
toda la salsa y todos los boleros del mundo.
Su carrera política se quedó a medias. Hace años acarició la aspiración de llegar a la gobernación
del Tolima pero nunca le cuajó la idea. Y también le coqueteó a la política nacional. Participó
activamente en la campaña de Alfonso Valdivieso.
Vivió con alegría y desprendimiento en compañía de los suyos y de Consuelito, su esposa. Y su
memoria perdurará y se acrecentará con el tiempo como un símbolo del pensamiento libre y crítico.