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Las opciones de Uribe para las elecciones 2014

Entre los candidatos uribistas a la presidencia, a ocho meses de la consulta interna, Pacho Santos y Luis A. Ramos tienen cierta ventaja.

10 de agosto de 2013
El expresidente Álvaro Uribe enfrenta en 2014 el difícil reto de traducir su alta popularidad nacional en apoyo para la consulta interna y las listas al Congreso . la consulta y las listas regionales al Congreso | Foto: archivo SEMANA

Por fin el uribismo decidió un mecanismo de selección de su candidato a la Presidencia. Había cinco aspirantes y tres fórmulas posibles para escoger uno de ellos. Los candidatos que aspiran a enarbolar las banderas del expresidente Álvaro Uribe son: Francisco Santos, Óscar Iván Zuluaga, Carlos Holmes Trujillo, Juan Carlos Vélez y el recién llegado Luis Alfredo Ramos. Y las tres fórmulas eran: una encuesta, una convención del partido y una consulta popular. 

Aunque todos hubieran aceptado un dedazo del expresidente Uribe, él no estaba dispuesto a asumir esa responsabilidad pues si escogía a uno de ellos, desilusionaría al resto. Por eso optó por una fórmula salomónica: que fueran los propios precandidatos los que escogieran el mecanismo y no él.

Se dio un forcejeo en que cada uno de ellos presionaba por la fórmula que más le favorecía. Francisco Santos, por ejemplo, el más conocido, era partidario de la encuesta por la sencilla razón de que siempre las gana.

Óscar Iván Zuluaga quería convención pues consideraba que dentro de la dirigencia uribista él era el favorito. Luis Alfredo Ramos quería consulta popular pues es el único que cuenta con una maquinaria regional importante. Carlos Holmes Trujillo aceptaba cualquier mecanismo mientras no fuera la encuesta. Y con el senador Juan Carlos Vélez pasa algo muy original.

Él es el jefe del uribismo en el Congreso y quisiera ser candidato pero no puede. Las leyes que prohíben el transfuguismo lo obligan a quedarse en el Partido de la U contra su voluntad. Ha pedido inclusive que lo expulsen y no le dan gusto. Vélez ha sido el congresista más leal a su jefe en momentos en que la lealtad se paga muy cara como ha sido durante la guerra a muerte entre el presidente Santos y su antecesor. 

En todo caso, con los cuatro que hoy pueden lanzarse, se llegó a un acuerdo sobre la consulta popular para el 9 de marzo del año entrante, fecha que coincidiría con las elecciones parlamentarias. 
Aunque mucha agua va a correr debajo del puente, como se ven las cosas hoy, en la carrera tienen una relativa ventaja Pacho Santos y Luis Alfredo Ramos. 

El exgobernador de Antioquia había estado navegando entre dos aguas sin definir si aspiraba a ser candidato presidencial por el Partido Conservador, o por el Centro Democrático de Álvaro Uribe. Al igual que Marta Lucía Ramírez y José Félix Lafaurie, no descartaba una candidatura azul que acabara fusionándose con el uribismo. 

Pero esa fórmula solo sería viable si el conservatismo se retira oficialmente de la mesa de Unidad Nacional, lo cual es prácticamente imposible. Por lo tanto, los uribistas le exigieron que se definiera como precandidato del Centro Democrático y que se dejara contar frente a sus rivales.

En la última elección en la que participó Ramos obtuvo 836.000 votos, la segunda votación del país después de la de Samuel Moreno para la Alcaldía de Bogotá. Con un respaldo de esa magnitud seguramente ganaría la consulta. 

Sin embargo, en política las condiciones cambian y obtuvo esa cantidad de votos cuando se unieron alrededor de su nombre varios grupos políticos que posteriormente se dispersaron. Tal vez fue por eso que no pudo endosarle a un miembro de su propio grupo político el apoyo suficiente para ganar la Gobernación de Antioquia. 

Aun así, si Ramos conserva la mitad de lo que una vez tuvo, sería un finalista en esa consulta popular pues en ese tipo de mediciones electorales son pocos los que superan el medio millón de votos. No obstante, se enfrenta a un gran riesgo. Que la investigación que tiene abierta en la Corte Suprema de Justicia por un supuesto apoyo electoral que pudo haber recibido del paramilitar Ernesto Báez sea fallado en su contra. 

En cuanto a Pacho Santos, él hubiera preferido que la selección del candidato se hiciera por encuesta porque su registro en estos sondeos duplica y hasta triplica a sus contendores. Aunque es posible que en esto haya más reconocimiento que intención de voto, queda por verse, sin embargo, cuánto de esa creciente popularidad se traducirá en votos en la consulta de marzo. 

La candidatura de Pacho Santos tiene tantas ventajas como desventajas. El enfrentamiento de dos primos hermanos dobles por la Presidencia de la República tendría mala presentación y muchos creen que podría ser el escenario más propicio para que un tercero se cuele por el medio. Ese mano a mano tendría connotaciones dinásticas y elitistas. 

Desde la perspectiva del expresidente Uribe puede haber sentimientos encontrados frente a esa candidatura. Si se trata de ganar, la foto Santos versus Santos, aunque llamativa, no conviene. Pero si se trata de hacer daño nadie sería más útil que el primo del presidente con su carisma, su lengua desbocada y su inquina contra su pariente. 

En todo caso, si los finalistas en la consulta llegan a ser Pacho y Ramos, se enfrentarían un candidato conocido por el país, con sintonía popular pero sin ninguna organización política, contra un barón electoral regional, no muy conocido nacionalmente pero con una gran maquinaria y un electorado cautivo. 

¿A todas estas qué piensa Uribe? Se dice que el candidato más cercano a su corazón es Óscar Iván Zuluaga, a quien considera el más sólido en experiencia y conocimientos. Pero eso no lo va a decir nunca en público, ni va a mostrar ninguna inclinación hacia uno frente a los otros cuatro.

Hay un antecedente para esto: cuando Andrés Felipe Arias era precandidato a la Presidencia por los conservadores, Uribe nunca mostró su favoritismo. Además, el exmandatario tiene buenas relaciones con los cinco aspirantes y quedaría tranquilo con cualquiera de ellos.

Los candidatos del uribismo por lo general son buenos pero hay unos más conocidos que otros. Carlos Holmes Trujillo es un poco víctima de esas diferencias. Él ha sido jefe político en el Valle, senador, ministro y cuenta con una amplia experiencia como exembajador. No obstante, los años de ausencia por esos cargos diplomáticos lo han sacado un poco del radar político. De aquí hasta marzo cuenta con tiempo suficiente para llenar ese vacío.

Desde ya los uribistas además de recorrer todo el país piensan continuar con su estrategia de talleres democráticos que en el fondo son una réplica de los famosos consejos comunitarios del gobierno Uribe sin el poder. Este fin de semana tuvieron el número 33 y aspiran a hacer entre dos y tres semanales en compañía de los cuatro precandidatos y del senador Vélez. 

Las 24 horas diarias que le dedica Uribe a la cruzada contra el gobierno de su antiguo ministro de Defensa indudablemente hacen mucha mella. Con 50 o más trinos diarios y 2,3 millones de seguidores y con un creciente escepticismo sobre el proceso de paz, la oposición uribista está envalentonada. El Centro Democrático con muy poca maquinaria tiene la expectativa de convertirse en un fenómeno de opinión para el Congreso en regiones donde hay un aumento en la percepción de inseguridad.

En esas circunstancias podría estar generándose un voto de opinión local en lugares donde tradicionalmente ha dominado el voto cautivo o amarrado. De ser así, se estaría produciendo un cambio en la manera en que votan los colombianos. Los congresistas son elegidos más por los beneficios clientelistas que les aportan a sus electores que por tesis ideológicas nacionales. 

El gran interrogante en las próximas elecciones es si el prestigio del expresidente es capaz de revertir esta tendencia. Millones los colombianos tienen una imagen positiva de Uribe pero en cuanto a senadores y representantes a la Cámara el juego es a otro precio. En plata blanca el cacique regional garantiza más puestos, contratos y carreteras que la imagen del líder nacional. 

Faltan todavía ocho meses para la consulta popular de marzo. Eso en política es una eternidad. De aquí allá los candidatos menos conocidos pueden destacarse y el orden de los punteros cambiar. Y una vez que uno de ellos gane, sus posibilidades electorales dependerán en buena parte del resultado del uribismo en las elecciones parlamentarias que tendrán lugar ese mismo día. 

Si el Centro Democrático saca 30 senadores como creen los uribistas, el elegido para llevar las banderas por ese movimiento sería catapultado a un nivel que hoy aún no se vislumbra. Si por el contrario, termina por tener 15 senadores o menos, como lo calculan algunos opinadores calificados, no solo se desinflaría ese movimiento sino que es posible que ni siquiera pudiera pasar a la segunda vuelta. 

En ese escenario, hay grandes probabilidades de que el uribismo sea derrotado por la izquierda, como lo sugirieron las más recientes encuestas en las cuales tanto Antonio Navarro como Clara López pierden ante Santos, pero derrotan a los candidatos de Álvaro Uribe.