POLÍTICA
Santos, esclavo de sus palabras
Al presidente Juan Manuel Santos le recordaron su promesa de firmar la paz el 23 de marzo. Ese anuncio le trajo más de un dolor de cabeza.
Sigmund Freud decía que “el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”. Puede que esa frase, una de las tantas célebres del padre del psicoanálisis, se haya paseado por la cabeza del presidente Juan Manuel Santos este miércoles, cuando muchos salieron a cobrarle su promesa de hace seis meses en La Habana: el 23 de marzo se firmaría la paz.
Si algo ha caracterizado a Santos en los tres años y medio que lleva el proceso de paz ha sido la cautela. Pocos, muy pocos, conocieron que emisarios del Gobierno y las FARC conversaron en secreto durante casi dos años.
Cuando ello se supo, el presidente anunció oficialmente el proceso de paz con la guerrilla. Un proceso que, según sus palabras, no cometería errores del pasado y se desarrollaría bajo los principios de la confidencialidad y la discreción. El presidente fue el primero en aplicar estos principios.
Concedía entrevistas a la prensa, pronunciaba discursos a diario, y en la mayoría de oportunidades no prometió más de la cuenta. Se mantuvo cauto.
Pero el pasado 23 de septiembre, cuando le puso plazo al proceso de paz, el presidente pareció salirse del guion. Viajó a La Habana a presentar un acuerdo parcial, se dio la mano con ‘Timochenko‘ cuando esa imagen parecía apresurada, y le puso fecha, cuando el presidente se había declarado enemigo de poner fechas o plazos fatales.
¿Exageró el presidente? ¿Se equivocó al anunciar la fecha? Hay quienes consideraron saludable poner límite en el tiempo a un proceso de paz que ya va a cumplir cuatro años. Lo cierto es que ya no hay como devolver el tiempo.
Pero desde el primer momento, Santos quedó preso de sus palabras cuando advirtió que los resultados del proceso de paz se medirían “en meses y no en años”. Palabras que aún le cobran sus contradictores.
En cuatro momentos en particular Santos ha parecido imponer condiciones a la Mesa de La Habana, las anunció públicamente y los hechos no lo respaldaron. Momentos en los que ha querido borrar las palabras pronunciadas.
“Meses y no años” (4 de septiembre del 2012, Bogotá)
Alocución desde la Casa de Nariño. Santos anuncia el proceso de paz con las FARC. Explica el acuerdo general para la terminación del conflicto, advierte que este proceso será distinto a todos los anteriores, y afirma “las conversaciones no tendrán un tiempo ilimitado. Se medirán en meses, no en años”.
Quizás es la única frase que el país recuerde de aquel anuncio. Y se interpretó como que el proceso de paz duraría 12 meses, cuando se cumpliera en año, parta no medir en años. Pero no. El proceso de paz con las FARC cumplió 36 meses el pasado 18 de marzo, tres años y cinco meses.
“En seis meses, a más tardar” (23 de septiembre del 2015, La Habana)
Santos viajó a La Habana para anunciar el acuerdo alcanzado entre el Gobierno y las FARC en materia de justicia. Aprovechó para reunirse con ‘Timochenko‘ y anunció que junto al jefe del secretariado de las FARC acordó que “que a más tardar en seis meses debe concluir esta negociación y firmarse el acuerdo final”.
Minutos después, en la alocución que hizo acompañado de los integrantes del equipo negociador del Gobierno, Santos fue más concreto: “Esta tarde me reuní con el comandante máximo de las FARC y acordamos una fecha límite para firmar el Acuerdo Final que terminará nuestro conflicto armado: será el 23 de marzo del año 2016. Repito: el 23 de marzo del año 2016".
“A más tardar ese día -en exactamente seis meses- estaremos dando un adiós definitivo a la última y más larga guerra de Colombia, y no sólo de Colombia sino de toda América. Y acordamos –además- que las FARC comenzarán a dejar las armas a más tardar a los 60 días luego de la firma del Acuerdo Final”.
Llegó el 23 de marzo, no hubo firma, el país no pudo decir adiós a la guerra, las negociaciones tampoco terminaron.
“Regresaré como presidente de una Colombia en paz” (Nueva York, 29 de septiembre del 2015, Asamblea General de la ONU)
Una semana después de la firma del acuerdo en materia de Justicia, Santos presentó sus alcances ante toda la comunidad internacional. Fue en Nueva York, en la septuagésima Asamblea General de las Naciones Unidas. Ese día le dijo al mundo que ese acuerdo era tan significativo, que le había permitido dar “dos pasos adicionales”, los cuales calificó como la mejor noticia que podría traer al foro de naciones por excelencia.
Esa noticia era que a más tardar el 23 de marzo se firmaría al cuerdo final para acabar el conflicto y que 60 días después las FARC comenzarían a dejar las armas.
Por eso se aventuró a decir: “El próximo año, cuando regrese a esta Asamblea, lo haré –Dios mediante– como presidente de una Colombia en paz, de una Colombia reconciliada”.
Aún falta tiempo para la 71a. Asamblea de la ONU, y Santos tiene chances de cumplir con la promesa que hizo ante la comunidad internacional, pero sus buenas intenciones dependen de la Mesa de La Habana, que hasta ahora no tienen nueva fecha para que dé por concluida la negociación.
“No están preparadas para la paz” (19 de febrero del 2016, Manaure, La Guajira)
Un día después del episodio de Conejo, en La Guajira, a cuatro horas de aquel corregimiento, en Manaure, el presidente Juan Manuel Santos suspendió las visitas pedagógicas de las FARC y ordenó el regreso de los jefes guerrilleros que habían hecho proselitismo armado. Ese día, Santos les impuso un ultimátum a las FARC.
“Ya se agotó el tiempo para terminar las negociaciones. La fecha del 23 de marzo, acordada entre el presidente de la República y el comandante de las FARC, está a menos de cinco semanas”. Y agregó: “Ya hemos discutido lo suficiente. El pueblo colombiano quiere y exige definiciones YA para recuperar la confianza en el proceso. Estos puntos deben estar resueltos antes de la fecha acordada. De no ser así, los colombianos entenderemos que las FARC no estaban preparadas para la paz”.
No se acordaron los cuatro puntos, las FARC reanudaron sus visitas pedagógicas y el proceso de paz no terminó.
Han sido puntuales las ocasiones en las que el presidente Santos se ha arriesgado con el proceso de paz, las mismas en las que, como decía Freud, ha terminado esclavo de sus propias palabras.