Los 400 golpes
Con el desmantelamiento de una tenebrosa banda las autoridades ponen en evidencia que el sicariato ha estado enquistado en la alcaldía de Envigado.
Aunque los pobladores de Medellín se han acostumbrado a todas las modalidades de violencia, el caso del grupo de Seguridad y Control de Envigado ha rebasado todos los límites de crueldad. La olla se destapó hace un mes cuando el inspector municipal de Policía de Envigado, Oscar Darío Eusse Atehortúa, apareció en los noticieros de televisión y relató crudamente cómo en este municipio habían sido asesinadas 400 personas en los últimos tres años por miembros del Cuerpo de Seguridad y Control, un organismo adscrito a la alcaldía y creado por el Concejo de Envigado.
Su dedo acusador señaló a Pablo Escobar Gaviria como el autor intelectual de estos crímenes y a los alcaldes Jorge Meza, Jorge Bastias y Jota Mario Rodriguez -electo el domingo pasado- como personas conscientes de lo que estaba pasando, que se hicieron los de la vista gorda.
Las denuncias de Dario Eusse, un ebanista que se hizo abogado porque siempre creyó en la justicia, revelaban apenas algunos eslabones de la cadena del crimen organizado que sembró el terror en Envigado y que hasta ahora comienza a conocerse en sus verdaderas dimensiones con la captura de nueve de los 25 miembros del Cuerpo de Seguridad y Control.
Lo creó el Concejo
La historia se remonta a 1984 cuando el Concejo Municipal creó por acuerdo un organismo de seguridad conformado por civiles, pero con autoridad policiva para arrestar a quienes especularan con los precios de los alimentos y adulteraran las pesas de las tiendas. También se les dio autoridad para realizar patrullajes en la noche, capturar a los expendedores de basuco y erradicar el problema de la droga.
Una tarea que al parecer nunca se cumplió. Y extrañamente dos meses después de que iniciara labores esta fuerza especial, comenzaron a aparecer en los alrededores de Envigado los cuerpos torturados de jóvenes viciosos. Sus cuerpos eran descuartizados y tirados en los botaderos de basura. Nadie daba razón de los crímenes y poco se hacía para iniciar una investigación. Los viciosos que se salvaron de esta cacería, abandonaron a Envigado, pero la ola de asesinatos continuó. El turno fue para los ladrones apartamenteros que cometian sus fechorías en El Poblado. Sus cuerpos presentaban tiros de gracia en la nuca y en la mayoría de los casos eran salvajemente torturados.
Semanalmente los inspectores de Policía realizaban un promedio de diez levantamientos. "Cada vez que hacíamos uno, nos acompañaba uno de los tipos de Seguridad y Control. No dejaban tocar el cadáver hasta que lo volteaban de una patada y decían: Que h.p. el que hizo este trabajo. No hay caso de investigar porque no hay evidencias y nunca vamos a llegar a nada. Es perfecto...", señaló un ex inspector de la Policía de Envigado.
Al frente de este organismo de seguridad estaba Marlon Pérez, alias "Petete", un hombre de 25 años, que todos los habitantes de Envigado sabían que era el jefe de los sicarios en este municipio. El manejaba los hilos de la oficina de Seguridad y Control. "El era el encargado de hacer el pago a los demás empleados de la organización. Cuando llegaba con la plata de la quincena nos decía: Aquí mandó el patrón esta platica. Quien quiera ganarse unos pesos más sólo necesito que aparezcan carteles funerarios pegados en las paredes de las casas del pueblo", relató una ex integrante de Seguridad y Control.
Aunque la financiación del grupo corre por cuenta del cartel de Medellín, la vinculación laboral, si es que así se le puede llamar, está a nombre del Estado. Mucha razón tenía el general Gómez Padilla, al afirmar que es imprescindible acabar con este tipo de organizaciones.
Los testigos señalan que Marlon Pérez reconocía con orgullo que trabajaba para Pablo Escobar y siempre le repetía a sus compañeros de trabajo que quienes trabajaran con él estarían protegidos. "Ustedes sólo encarguense de que aparezca en la prensa los obituarios y los carteles en la funeraria, que yo me encargo de una buena recompensa", solía decir, mientras mostraba los fajos de billetes. Los testigos que denunciaron ante la IV Brigada Militar de Medellín los asesinatos cometidos por esta organizacion, señalaron que por cada crimen que se cometía, "Petete" pagaba entre 100 y 200 mil pesos.
Con permiso para matar
Marlon había ingresado a Seguridad y Control por una recomendación política en 1984. Pero dos años después se retiró por las presiones de los ciudadanos de Envigado que sabían que era un hombre al servicio del cartel. Su retiro fue apenas de dos años. En 1988 regresa junto con otro matón que era cabecilla de una banda de sicarios que opera en Itagüí y el municipio de Caldas, Juan de Jesús Sánchez Cano, alias "La Rana". Los testigos señalan que a sus víctimas las remataba con hacha. También para esa fecha había sido elegido el primer alcalde popular de Envigado. El turno le correspondió a Jorge Meza, un controvertido político a quien se le han comprobado vínculos con el cartel de Medellín. Con el cambio de gobierno municipal, paradójicamente las oscuras actividades de Seguridad y Control se recrudecieron. "En el pueblo todos sabían que Jorge Meza era un emisario de Pablo Escobar. El le dio más libertad a Seguridad y Control que por aquel entonces estaba al mando de Delio Hernán Valencia Lotero. Comenzaron a desaparecer a todas aquellas personas que para ellos eran supuestos informantes de las autoridades militares y que supuestamente suministraban datos sobre el paradero del jefe del cartel de Medellín. Los patrullajes de Seguridad y Control se intensificaron en las noches. Se retenía a cualquier persona. Se le llevaba a los calabozos de Seguridad y Control donde se le hacía pliego de cargos. Había dos celdas. En una guardaban a las víctimas que esa noche iban a matar. En la otra encerraban a los que posiblemente matarían la noche siguiente, pero antes tenían que soportar todo el proceso de indagatoria. Allí los torturaban con la técnica de la toalla. Le colocaban a la persona una toalla mojada en la boca y nariz. Cuando estaba a punto de ahogarse, se la retiraban y le decían: "Ahora si h. p., hable. Hable cabrón. Mientras otros le daban patadas en los testículos. Luego les vendaban los ojos y les tapaban la boca con esparadrapo. Les amarraban las manos y pies con cuerdas de nylon y en la madrugada los sacaban en las cajuelas de las radiopatrullas y los descuartizaban en las zonas rurales de Envigado", relató un ex integrante de Seguridad y Control.
Prueba para los primíparos
Pero no sólo Marlon Pérez y Juan Sánchez están acusados de cometer los crímenes. La gran mayoría de los agentes que conformaban el organismo de Seguridad y Control están acusados de participar en los asesinatos. Se les involucraba una vez hacían su ingreso a este departamento. "La gente nueva que iba llegando la ponían a prueba para saber si eran infiltrados de las autoridades y delataban sus fechorías. En una oportunidad ingresaron tres personas y esa misma noche se detuvo a cuatro jóvenes que habían llegado al pueblo en una camioneta y habían estado tomando desde muy temprano en una tienda.
Se les acusó de propiciar desórdenes y de expender droga en el parque principal del pueblo. Ellos no sabían lo que estaba ocurriendo. Se les metió a un calabozo y a la media noche se le ordenó a los tres nuevos integrantes del grupo que los sacaran de los calabozos y los torturaran. Marlon le ofreció 200 mil pesos a cada uno si hacían lo que les estaba ordenando.
Pobres muchachos, recibieron muchos golpes y uno de ellos perdió el conocimiento. La cosa se estaba poniendo delicada y Juan Pérez ordenó que había que acabar con esos desgraciados. Los sacaron de las oficinas y se los llevaron en una radiopatrulla. El trabajo lo hizo la gente nueva. Al otro día aparecieron los cadáveres descuartizados en un potrero", señaló un ex oficial de Seguridad y Control.
Por aquella época, a mediados de julio de 1980, Darío Eusse se presentó ante el alcalde Jorge Meza y le pidió trabajo en la inspección de Policía. Había acabado de graduarse como abogado y quería comenzar a ejercer su profesión. "Yo no sabía lo que estaba ocurriendo. La oficina de los inspectores era contigua a la de donde funcionaba Seguridad y Control. Todo el día permanecía llena de gente muy extraña. Muchos jóvenes armados que pasaban las horas tomando trago con los agentes de Seguridad y Control. Un día salí para mi casa a las cinco de la tarde y en uno de los calabozos, que quedaban al fondo de las instalaciones, estaba detenido un pelado de unos 12 años. Lo acusaban de traficar con basuco. A la media hora de llegar a mi casa me llamó por teléfono Marlon Pérez y me dijo que había que hacer el levantamiento de un cadáver en las afueras del pueblo. Una radiopatrulla me recogió y cuando llegamos al sitio, vi el rostro del niño que momentos antes había estado detenido en el calabozo. Me asusté mucho y no sabía lo que estaba pasando", señaló Darío Eusse.
Para aquella época, todos en Envigado sabían de las fechorías de Seguridad y Control. Sabían que eran asesinos a sueldo de la mafia. Y como lo dijo el general Harold Bedoya, comandante de la IV Brigada de Medellín, quien ha realizado las investigaciones de Seguridad y Control, "la mafia se enquistó en Envigado con el beneplácito de las autoridades civiles".
Todo parecía marchar bien para esta organización del crimen, que no sólo asesinaba a los viciosos, ladrones y forasteros que llegaban a Envigado, sino que también participaron en los asesinatos de las mujeres que asistían a los bacanales que organizaba el cartel de la mafia. "Ellos fueron los que mataron a las cinco jovencitas cuyos cadáveres aparecieron el 28 de octubre en una loma de El Poblado", indicó un testigo.
Los que se salvaron
Pero las cosas comenzaron a complicarse cuando decidieron eliminar a uno de sus compañeros de Seguridad y Control, de quien sospechaban era informante del B-2. "Una noche estábamos patrullando cuando recibimos una llamada por radioteléfono para que nos acercáramos a la oficina. Era la voz de Marlon Pérez quien nos dijo que había un regalo del "patrón" para todos nosotros. Cuando llegamos encima de una mesa había mucho dinero. Marlon y Juan Pérez nos dijeron que eso lo mandaba el jefe Pablo Escobar, por la limpieza que habíamos hecho en Envigado. Pero que para poder celebrar solo faltaba un trabajito. Pérez me miró y me dijo: te voy a joder esta noche. Luego Marlon me sujetó por la espalda y comenzó a atarme las manos con esparadrapo. Yo me asusté y les dije que por qué hacían eso. Ellos solo contestaron que por sapa. Me llevaron en una radiopatrulla, lejos de Envigado. Luego caminamos por entre un potrero y me acostaron boca abajo. Juan Sánchez sacó un hacha y comenzó a darme en la cabeza. Fueron 23 hachazos que recibí. No se como me salvé. Parte de los golpes fueron amortiguados por una gruesa chaqueta de cuero que tenía puesta. Ellos pensaron que me habían decapitado, como lo hicieron con tanta gente inocente. Pero me salvé. Y afortunadamente pude denunciar a quienes cometieron por lo menos 400 asesinatos a sangre fría en un pueblo donde todas las autoridades sabían que Seguridad y Control no era otra cosa que un grupo de sicarios al servicio del cartel de Medellín" relato una testigo que hizo parte de Seguridad y Control.
Lo que nunca llegaron a imaginarse Marlon Pérez y Juan Sánchez, era que su ex compañera hubiera sobrevivido de los hachazos que le dieron. Tampoco sospecharon que un trabajador, que por esos días había estado en Envigado en busca de un cliente, pero que fue detenido bajo sospecha de ser informante del Ejército, también había sobrevivido a los seis disparos que recibió en la cabeza. Y mucho menos creyeron que el inspector de Policía hubiera sobrevivido a la celada que le tendieron una noche cuando lo dejaron trabajando solo, mientras preparaban su muerte, pero alguien de adentro le alcanzó a avisar que lo iban a matar antes de la medianoche. Por eso salió al parque, cogió el primer bus que pasó para Medellín y se refugió en el primer CAI que encontró, mientras los soldados de la IV Brigada lo recogían en un carro blindado.
Lo que nunca antes nadie se había atrevido a denunciar por miedo, por pánico de caer en manos de estos asesinos, fue lo que hicieron tres personas que estuvieron muy cerca de la muerte. Se convirtieron en la pieza clave para que la IV Brigada Militar de Medellín desbaratara lo que parecía ser la organización perfecta del crimen. Nueve miembros de Seguridad y Control fueron arrestados y enviados de inmediato a la carcel Modelo de Bogotá. Entre los detenidos está el director de la organización, Hernán Valencia Lotero y sus subalternos Luis Gonzalo Pabón, Samuel Escobar Arboleda, Julio David Sánchez, Carlos Perez García, Jorge Ivan Rivera, Juan Carlos Londoño, Dubán Darío Correa Pino y Jose Ancízar Arboleda Cañas. A pesar de los operativos montados por el Ejército en Medellín, lograron escapar Marlon Pérez y Juan Sánchez. Por el momento, los capturados deben responder por 400 crímenes que, según los testigos, se cometieron desde que fue creada esta siniestra organización.